Su Reina [DAENSA]

X: SANGRE, FUEGO Y SANGRE

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El Jardín de Aegon, en su profundidad del bosque, le recuerda al Bosque de los Lobos. Es solitario, con ruidos de insectos y pisadas de conejos y liebres a su alrededor. Es tan amplio que Rhaegal podría andar entre los árboles si tiene mucho cuidado con las alas.

Desde esa mañana que Daenerys partió su corazón está palpitando más fuerte de lo normal. Preocupada de lo que Cersei pueda hacer. Hace unas horas, han vuelto los barcos de Yara Greyjoy, pero sin Yara. Ha llegado poca gente de Desembarco del Rey para ser resguardados en los pueblos cercanos a la fortaleza, enterándose así de lo que ha sucedido. Fuego valyrio. La misma cosa que se llevó a Margaery Tyrell, la misma cosa que arrasó con el Gran Templo de Baelor. La mitad de la ciudad de las zonas más prestigiadas ha quedado en ruinas, mientras que el Lecho de Pulgas apenas se sostiene. Y la mayoría de esa gente prestigiada de ha quedado de refugiados en Rosby rechazando la oferta de Daenerys de resguardarse en la isla.

Está viendo el estanque frente a ella, viendo patos blancos como la nieve nadar de un lado a otro. Hay tanta vida en aquel bosque más allá del jardín que se siente en un lugar distinto tan solo estar parada ahí.

Su noche, antes del amanecer, fue pasión. Hubo, por un momento, lágrimas por su parte, aferrándose al cuerpo de Daenerys como si su vida dependiera de ello y besándola con necesidad como si fuera una de las personas que no volvería de Desembarco del Rey. No sabe qué significa eso, hasta le pareció tonto cuando despertó y vio a su esposa despierta con los ojos violetas mirándola en un cómodo silencio. Y, Sansa, solo deja de preocuparse cuando su mano se puso en el pecho sintiendo su corazón latir.

En su caso siempre es esperar.

Esperar noticias.

Daenerys y Jon están bien.

¿Y Arya? Se supone que entraría horas antes junto al Perro para adentrarse a la ciudad. No ha tenido noticias de su hermana.

Daenerys fue muy clara esa mañana, Ser Brienne debe acompañarla en todo momento, mantenerla protegida junto con un pequeño gruño de Inmaculados de seis hombres que las seguían a la distancia. Las puertas de la fortaleza se han cerrado por el momento, impidiendo que los refugiados se adentraran sin saber realmente las intenciones, sólo los soldados tienen permito el paso. No hay mucho de qué hablar, Ser Brienne está preocupada por Jaime Lannister, ni siquiera debe preguntar por el rostro preocupado que ha tenido desde esa mañana.

— Está tan callado que da miedo.

Brienne sujeta con firmeza el mango de la espada, al igual que Sansa, se gira con rapidez ante la voz que llegó de la nada. Ella sonríe al ver a su hermana parada frente a ellas luciendo apacible a pesar de la suciedad que cubre su rostro y las manchas de sangre en el atuendo de cuero que lleva puesto. No debe sorprenderse de lo sigilosa que es, pasar por los guardias que puede ver más allá de los árboles custodiando la zona sin haberse dado cuenta de la intrusión.

— ¿Y Ser Sandor? — Brienne se le adelanta.

El rostro de Arya lo dice todo ante la mención de su nombre. Ha agachado la mirada al suelo antes de voltear a otro lado ignorando sus miradas.

— Murió luchando con su hermano. — Responde. — Lo último que vi fue que cayeron al fuego desde la torre. Las llamas verdes los consumieron a los dos.

No todos iban a regresar, lo ha tenido en mente desde mucho antes de subiera a un barco hasta Rocadragón. Siempre le pareció un hombre extraño, un hombre que pensó que le haría daño desde la primera que lo vio, fue el más caballero que pudo haber encontrado en Desembarco del Rey a pesar de sus intentos extraños de acercarse a ella exigiéndole que cantara o la vez que aquel día pareció que quería besarla cuando se encontraba ebrio, que otro hombre se hubiera aprovechado de ella en aquella situación. Estará agradecida por haber cuidado de Arya en los momentos más difíciles para su familia.