CAPÍTULO III

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Magnus se acercaba con un paso que demandaba jurisdicción y dominio, no era el mismo niño de 12 años que mi mente recordaba, ahora estaba aún más atractivo, luciendo una chaqueta negra con bordados dorados, una camisa y pantalón oscuro que hacía que el dorado de su cabello y de sus joyas resaltaran a simple vista.

A tan solo un par de pasos, nos inclinamos haciendo el saludo real. Si de lejos se vea guapo de cerca, supera aquel adjetivo.

-No puedo creerlo!- susurré para mí misma.

-Princesa de Maysan- saludo Magnus.

Los nervios en mí se multiplicaron cuando su mirada se conectó con la mía, y percibí el olor de su perfume dejándome desconcertada, y lo supe cuando Sarah me dio un leve toque en el talón con su pequeño pie.

-No dime May, si?- dije rápidamente por los nervios a punta de flor.

Afirmo con un leve movimiento.

-El castillo se va más grande, ¿es posible?, ahh y tú también claro.-Malditos nervios que estaban traicionando y hablar cosas tan obvias como lo último que había declarado.

Una leve risa por mis nervios, alego Abbie, ya la mandaría al calabozo después.

-Y te sorprende?-dijo alzando el ceño.

-No, he sido alta en todo momento, pero tú siempre has tenido piernas más largas que las mías.-Y seguía diciendo disparates, tenia que relajarme y no reflejar mis nervios mas de lo que ya estaba haciéndolo.

Y aquello era cierto, Magnus siempre me ha llevado tres cabezas de altura y aún lo seguía haciendo, con él definitivamente no me sentía alta, pero no me desagradaba de hecho me gustaba.

Asintió con la cabeza tras decir mi respuesta y con su brazo me invito a pasar al castillo. A medida que íbamos pasando, sus súbditos se inclinaban y no alzaban la cabeza hasta que Magnus haya pasado de ellos.

Me gusta la sumisión y el respeto que reflejaban ante Magnus, ya le preguntaría después que métodos usa para tenerlos así de obedientes a sus criados. Pronto seria Reina y tendría que gobernar a mi plebes.

Detrás de nosotros, guardas, siervos y mis doncellas nos seguían. Él por su parte, mantenía la vista recta sin ninguna expresión alguna, y pasaba de todo aquel que quería hablarle, hasta que hablo.

-Francis!

Un muchacho en medio de la multitud salió y se acercó. Era nuestra victima de la infancia, sí que había cambiado un poco.

-Si señor

-Que preparen las habitaciones para las siervientas y llévatelas, necesito dar un paseo con mi invitada.-ordeno Magnus.

Francis indico a mis 3 doncellas que lo siguieran y la multitud que había antes se había desvanecido, ahora solo estábamos Magnus y yo.

Nerviosa como nunca, pero tengo que recordar nuestros momentos de la infancia, respira May, tú puedes.

-Ya puedes dejar la modestia atrás- dijo aún con la vista en frente.

-Ah?

-Si May, conmigo no tienes que fingir, somos tan iguales que aquella personalidad que creaste en el internado yo no me la creo.

-No genere ninguna personalidad.

-Ya, y yo pediré tu mano en el invierno.

-Puede que si-aunque Magnus sea un ególatra de nacimiento yo también lo era- después de todo es lo quieres.

Magnus viro su rostro hacia mí, y no sé si le molesto lo último que dije o que paso porque se acercó a mí a la velocidad de luz, un solo pestañeo para darme cuenta de que estamos tan cerca que comenzaba a sentir el calor que emanaba su cuerpo.

-Ah si?

Tenía que mantener mi compostura porque este acercamiento estaba enloqueciendo a mi cuerpo.

-Aja- susurré.

Elevo mi mentón con su mano.

Tal solo aquel inocente movimiento hizo que comenzara a sentir un cosquilleo en mi cuerpo.

-Vuelvo a repetirlo, pero ahora mirándome a los ojos-ordeno

Sus ojos y mis ojos se conectaron después de tanto tiempo, aún eran tal cual los recordaba, verdes y desprendía un brillo natural que me recordaban a las esmeraldas que me gustaba usar en mis joyas y trajes.

-Te dio miedo princesa de Maysan!- alego un tanto burlándose.

-No solo contemplaban tus ojos y recordaba lo que tanto me gusta.

-No necesitas recordarme porque aquí me tienes-dijo en un tono soberbio.

-Me refería al dinero y las esmeraldas- Jaque mate Magnito, no eres el único que se puede burlar- pero si quieres puedes creer eso, no quiero ser quien rompa las ilusiones del rey de Lacrontte.

Vi su ademán de cortar el poco espacio que teníamos, pero la voz de Francis lo interrumpió en su intento.

-Señor, las doncellas ya están acomodadas y la cena se servirá en un rato.

Aquello le desagrado porque pude sentir el ceño de enojo hacia Francis.

-Y como estuvo el internado?- Me pregunto continuando nuestra caminata.

-Fatal.

-Fatal es? Que? trenzarse el cabello, bailar en las noches de lunas, tomar el té y probarse vestidos.

-Aún peor, no me agrado ni una sola princesa, todas tenían la aspiración de preparánse para ser buenas esposas y adornar la corte real de su nación. Además, las clases de modales eran muy aburridas, querían darme clase, elegancia y distinción cuando yo ya nací con eso.

Lo último que dije le había gustado porque dio una leve sonrisa, aunque segundos después regreso a la expresión seria.

-Y en el internado te hiciste eso?- dijo señalando los mechones rosa que tenía a cada lado de la cabeza y mi nuevo corte de cabello.

-Algo así, en el internado no estaba permitido, pero a mí me gustaba, así que me lo hice y si se atrevían a protestar tampoco les haría caso porque para eso mis padres pagan la mensualidad, para que me sirvan más no para que me reclamen o limiten.

-Yo los enviaría a la horca.-dijo un tanto pensativo.

-Había pensado lo mismo, pero Sarah no podría transportarme una horca dentro del internado.

-Que piensas haces cuando te coronen?

La pregunta me tomo por sorpresa, porque soy de las que planea el presente más no el futuro.

-Lo harán dentro de 6 meses, hasta aquel entonces debo de disfrutar de mi libertad, luego no sé que haré, ¿que recomiendas?

-Quieres sumisión, respeto y lealtad de parte de tu pueblo, solo amenázalos con enviarlos a la horca, y no te muestras débil antes los demás, al hacer eso les darás ventajas para que te lastimen y se aprovechen de ti, un bonus, conquista los reinos de tus alrededor entre más plebes bajo tu mando más dominante te verás.

Debí traer a Sarah para que anotara todo aquello, así no lo olvidaría y lo pondría en práctica.

Tras aquellos consejos de Magnus me dio, nos dirigimos al salón para cenar.

MARCAS EN EL CORAZÓN DEL REYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora