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Por no acatar la regla más importante de su manda, le pasó la gran aventura que pudo haber tenido y esta feliz por ello, sin embargo, no por ello no se tendrían consecuencias.
Crowley y Aziraphale estarán dispuestos a luchar el uno por el otro...
Desde aquel encuentro en la playa, había pasado dos meses. En ese momento Crowley se encontraba realizando un viaje de comercio y aunque realizaba su trabajo eficientemente, varias veces fue sorprendido viendo hacia la mar, como si las aguas lo hipnotizaran, muchos de sus compañeros lo vigilaron pensando que en cualquier momento saltaría al mar. Supusieron que su experiencia cercana a la muerte lo había cambiado, aunque no hicieron nada más al respecto que vigilar si hacía alguna locura, de resto, no les importaba mientras hiciera bien si trabajo.
Lo que ellos no sabían es que estaba al tanto de que su nuevo amigo solía seguir la embarcación cuando estaban en aguas poco profundas. De alguna manera eso hacia sentir a Crowley protegido y querido por su acuático amigo.
Esa noche contemplaba el interminable mar, reflejando la luna menguante mientras tomaba un poco de té con ron apoyado en la proa. El único que parecía preocuparse mínimamente por él era Hastur, pero como todo, solo lo justo y necesario.
-Amigo, se que no es propio que me meta en tus asuntos...- Procedió Hastur.
-Siempre lo haces.-
-...¿Pero te encuentras bien?- Preguntó ignorando la interrupción anterior.
Crowley dio un largo sorbo a su bebida y tardó unos minutos antes de contestar, mientras divisaba un pequeño destello blanco nadando cerca de ellos.
-Perfectamente.-
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Luego de su regreso a tierra, Crowley compro pan con su reciente paga y cambió unos pares de zapatos en estado decente por libros, para luego dirigirse a la playa donde se había encontrado con Aziraphale en primer lugar. Quien por cierto lo esperaba en su forma de foca en una de las rocas.
-Hola Azi.- Saludo la la distancia.
La adorable foca emitió un tierno chillido saltó en su sitio. Luego su piel comenzó a deformarse, hasta tomar forma más humanoide, hasta dejar salir la parte humana de él. La piel la ató a modo de capa a su alrededor.
-Hola querido.- Lo saludo igualmente amable.
-Te traje más libros. Me sorprende lo rápido que aprendiste a leer.- Le dijo mientas le tendía los nuevos ejemplares.
-¡Oh muchas gracias!- Su rostro se iluminó al ver nos nuevos ejemplares; algunos eran de navegación, otros cuentos infantiles (como le había explicado Crowley) y uno sobre plantas terrestres. Era su forma de conocer el mundo humano sin salir de aquella playa.-
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