Los Hijos del Cáliz - Axel Kinbal

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—Lamento haber llegado tarde— dije ahogado tras la carrera. Todos estudiaron mi presencia y llegué a ruborizarme un poco. La chica de media melena oscura no se inmutó demasiado y arrancó rápidamente su atención de mi con desdén.

Era rabiosamente bella, de ojos rasgados y fina como el acero de una espada (e igual de fría diría yo). Sus ligeros ropajes eran oscuros, dejando ligeramente al descubierto su tonificado abdomen y sus voluptuosos senos.

La otra chica que estaba justo a su lado reparó en mi ensimismamiento obsceno y también apartó la vista de mi algo asqueada.

Y aquí estaba yo, ante el mismísimo Rey Gaia que aguardaba sentado tras una gigantesca mesa, de porte impecable y un aura rozando la divinidad. Su pelo era algo largo, color madera, peinado a un lado de su fino rostro amable pero imponente.

Gaia sonrió levemente al verme y tamborileó los dedos en la mesa.

—Ya estamos todos pues— dijo devolviendo la mirada a uno de los documentos—. Lady René de Valiant, de la familia Los Oscuros, Lady Ayah Lockhart de la familia de los Zuloh y Sir Axel Kinbal de los Hendor.

Tragué saliva al escuchar mi nombre de labiosdel mismísimo Rey. Si los de la islade Santa Fe supieran que estaba ahí, sería laenvidia de todos los aprendices de magia. Todavía quedaban ecos en mi mente de sus burlas. "AxelQueenball" repetían siempre al vermepasar. Lo peor de todo era que no los odiaba aellos por su inmadurez, sino por mí mismo. Por ser un Ser Oscuro más bien débil, torpe y demasiadodespistado para poder aprendercomo los demás.

—Corren tiempos difíciles para nosotros la Hermandad— interrumpió Gaia mi divagación—. Tenemos enemigos organizados y acechando noche tras noche.

—Señalad la cabeza que tenemos que cortar y lo ejecutaremos

—dijo la chica del pelo negro, segura y fría como el hielo.

—Es un honor vuestra disposición a la batalla Lady René, pero no será necesario por ahora— respondió Gaia mientras se levantaba de un sillón tan lujoso que costaba más que mi propia vida—. Lo cierto es que hemos recibido noticias de un espía del norte sobre nuestros enemigos. Esta noche descansará en la ciudad de Montreal el tiempo justo para darnos datos precisos e importantes. Quiero que vayáis los tres a recoger la información con la mayor discreción posible y volváis con ella. Me coloqué disimuladamente justo al lado de la bella doncella que había llamado "Ayah Lockhart" creía recordar. No miraba a Gaia directamente y permanecía en silencio, inmersa en su mundo. Su pelo lucía un color gris claro, casi plata, que no le hacía pasar precisamente desapercibida. Sus ojos eran grandes como lunas tintadas de verde que me observaron de forma rápida y tímida. También era bellísima con un vestido lilaceo, ornamentado con tiras de firme cuero.

¿Qué hacía yo en ese lugar? Me sentí feo e insignificante mientras la inseguridad se volvió a apoderar de mí, como de costumbre.

—La Guardia os acompañará al establo militar— dijo Gaia observando la oscuridad a través del gigantesco ventanal—. Partiréis ahora mismo a Montreal y seguiréis las instrucciones al pie de la letra. Tomaos este paseo muy en serio.

Sus palabras apretaron mi cuello como la soga de una horca. René y Ayah se inclinaron y se dirigieron hasta la puerta de salida. Yo hice lo mismo de forma mimética, siguiéndolas con paso torpe.

¿Era así como funcionaba? Me había imaginadoa un Rey postrado en sutrono, con miles de soldados y maestres a sulado, con antorchas y estandartes ondeando a cada paso. En una sala majestuosa de eternos techos y unaalfombra roja donde pasaría con lacabeza bien alta y adornada con melodías de trompetas.Pero nada fue así. Casi nadie se percató de nuestra llegada y prácticamente salimos por la puerta trasera.La reunión carecía deprotocolo y fue más bien escueta. Quizás mejorasí, no podría haber soportado tropezar en la alfombra roja delante de tanta gente.



*Anotación*

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