Impulsos - René de Valiant

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¿Qué demonios estaba haciendo? ¡Se había vuelto loca! No supe cómo consiguió escurrirse entre todo el gentío como si fuera una serpiente hasta llegar al centro de la plaza. El obeso ejecutor se alzaba dos palmos del suelo, con la lengua fuera de la boca y con el cuello roto bien agarrado por Ayah.

Intercambié una ligera mirada con Axel y entendimos la magnitud del problema. O bien ayudábamos a nuestra compañera a escapar, o bien la dejábamos abandonada a su suerte. Por muy Seres Oscuros que fuéramos, nadie podría sobrevivir a tal marabunta de humanos armados.

Los pueblerinos permanecían quietos, observando la escena con los ojos bien abiertos, hasta que una mujer gritó mientras las señalaba "¡Son enviadas de Satanás!" Y un estruendo hizo temblar la tierra mientras hacían sonar sus armas, la inmensa mayoría herramientas de cultivo.

Ayah soltó el cuerpo sin vida y deshizo con habilidad los nudos que ataban a la muchacha. Volvió a mirarla a los ojos, vivos como cristales y empañados en lágrimas.

¿Qué podíamos hacer? Golpeé de forma contundente a un hombre corpulento que sostenía una antorcha y se la arrebaté antes de que cayera al suelo. Acto seguido la lancé con destreza hasta un cúmulo de paja que descansaba en un porche, el cual no tardó en arder. Los caballos que descansaban cerca de allí empezaron a relinchar nerviosos al sentir que las llamas ganaban en magnitud y fiereza.

"Fuego" Se escuchaban varias voces desde la lejanía. "Satanás viene por nosotros" decían otros. Milagrosamente, una gran parte de la muchedumbre fue a sofocar el fuego, que cada vez se hacía más virulento, mientras otros preferían huir por pura cobardía. Pero la ira pudo con un gran número de personas que se empeñaron en acabar con la vida de la pequeña niña demoniaca y su salvadora.

Ayah esquivó la trayectoria de una pala y bloqueó una horca a pocos centímetros de su rostro. De un puntapié mandó a un hombre de mediana edad varios metros atrás y agarró bien a la niña. Sabía de sobras que su destreza se vería mermada con ella entre sus brazos. ¿Por qué no la dejaba morir? ¿Por qué arriesgar su vida por alguien tan insignificante?

La muy estúpida también estaba revelando nuestra naturaleza sobrehumana. Si otro Ser Oscuro nos estuviese viendo en ese preciso instante, nos acusaría de desacato a la Hermandad.

Quise justificar su actitud de alguna manera debido a la muerte de Celphos. ¿Era una especie de compensación de vidas? Posiblemente no fuese un acto de misericordia, sino un sentimiento inconsciente de ocultar nuestro fracaso.

De un salto aterricé a su lado, rompiendo el tabique nasal a otra persona que iba a alcanzarla por la espalda. Pude ver a Axel blandir la espada robada de Sir William e intentar ahuyentar a los presentes para que no se acercaran. Sin embargo, al moverla de un lado a otro, una estela prácticamente invisible manó de ella, cortando a varios metros de distancia a unos cuantos hombres de un solo ataque. Contemplamos la escena con gran estupor, ¡la maldita arma robada cortaba a distancia! Por primera vez conseguimos ver un claro entre todo el gentío y decidimos correr a toda prisa hasta salir por uno de lo laterales del pueblo. Nuestra velocidad era muchísimo mayor que la de cualquier escoria humana, casi comparable a la de un caballo. Así pues no tardamos en perderlos de vista.

Tardamos una milla en detenernos por completo, protegidos por altos robles y espesa maleza.

-¡Esto se está convirtiendo en una mala costumbre!- renegó Axel lanzando la espada al suelo-. ¿Es que no podemos tomar una buena decisión nunca? Hacemos que un maestre importantísimo muera, exhumamos dos cuerpos en un maldito templo sin razón alguna y nos da por salvar a una niña mientras mostramos nuestra naturaleza ante todo un pueblo. ¡Nos hemos vuelto locos!

Saqué la daga de mi cintura y la observé con detenimiento. Su mango era dorado, con runas diminutas talladas por toda su superficie y la hoja era de un acero que parecía tener vida.

¿Por qué la extraje de aquel sarcófago? ¿Qué extraña fuerza me impulsó a hacerlo?

-Todo lo que dices es verdad pero, ¿qué importancia tiene eso ahora? Lo hecho, hecho está y lamentarse no nos llevará a ningún lado. Creo que nuestro castigo será inminente e implacable.

-¿Estás insinuando que deberíamos huir y no reportarnos ante el Rey?- dijo Axel temeroso, pero pude denotar que escondía ciertas intenciones en sus palabras.

-Ni hablar- le respondía de inmediato-. Nos darían caza antes de que pudieras pronunciar la palabra "piedad". Creo que debemos hablar con Gaia y hacerle entender que tiene un traidor entre su alianza. Puede que nos de una segunda oportunidad.

Realmente no creía que nos indultaran, pero sí tenía claro que la huida no se contemplaba como una opción sensata.

Ayah observaba a la niña con suma curiosidad mientras se frotaba unas muñecas doloridas por las ataduras.

-¿Cómo te llamas?- le dijo al fin. La muchacha abrió la boca para contestar, pero de sus sonrosados labios no manó nada. Negó con la cabeza.

-¿No lo recuerdas? ¿Qué hacías en aquel pueblo?

-No... no lo sé- dijo con una vocecita dulce. Vestía un camisón fino blanco con algún que otro desgarro y no llevaba calzado.

-¿Qué piensas hacer con ella?- interrumpió Axel sin una pizca de humanidad. Era curioso ver cómo hacía responsable de su vida a Ayah a pesar de que todos habíamos participado en su liberación. La niña cruzó una leve mirada con su salvadora y la desvió al suelo, avergonzada y aterrada. Su vida dependía otra vez de la decisión de otra persona.

*-Mi nombre es Ayah. No temas- la calmó Ayah colocando su mano en la cabeza de la mocosa-. Puedes venirte con nosotros mientras pensamos cómo ponerte a salvo. Yo cuidaré de ti.

-¿Qué?- dije sin pensarlo.

Los ojos de la niña brillaron en la noche y se abrazó a ella. La escena me aborrecía. Acto seguido cogí la espada de William del suelo y la observé. Un arma que cortaba a distancia.

-Somos dueños y responsables de nuestros actos, aunque estos sean meros errores- dije mientras le lancé el arma a su nuevo dueño. Axel la agarró en el aire y la observó por unos instantes.

-Que sea lo que el destino quiera. ¡No voy a vacilar esta vez! Basta de temblar ante las adversidades- respondió mientras iniciamos la marcha.

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⏰ Última actualización: Oct 06, 2022 ⏰

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