Celphos - René de Valiant

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El palacio de Montreal se levantaba majestuoso sobre la colina. Picas con antorchas clavadas en el suelo marcaban el camino principal dando un toque festivo y elegante de igual manera. Un reguero de personas deambulaba ociosa camino a la entrada entre distendidas charlas, disfrutando tras la lluvia de un ligero olor a hierba mojada.

—¿Y bien?— dijo Axel rascándose la barbilla —. No podemos entrar ahí y sacar al maestre Celphos con la información que tenemos.

Ayah asintió con la cabeza y añadió — Quizás con nuestras identificaciones como siervos de Gaia nos dejen acceder.

Mi mente estaba bloqueada en aquel callejón con la imagen del cadáver encharcando mis pensamientos. La Hermandad prohibía dejar el cuerpo de un Ser Oscuro abandonado a ojos humanos ya que, una vez muertos, nos descomponemos a una velocidad mayor a la humana.

Así pues optamos por meter el cadáver en el carruaje y ordenar su envío a la fortaleza de Gaia. Quizás así entendiesen la gravedad del asunto y nuestra decisión (acertada en mi opinión) de ir a avisar al maestre Celphos.

Una vez traspasada la seguridad de la puerta principal (cosa que nos costó más de lo deseado), entramos en el salón principal adornado con columnas de marfil, bellas artes plasmadas en cuadros y arquitectura exquisita. Una amplia escalera central accedía a los pisos superiores mientras que un centenar de nobles disfrutaban de la majestuosidad de la planta baja. No tardamos en reparar que algunos de ellos nos miraban con cierto menosprecio.

—¿Me permiten sus abrigos?— dijo una voz tenue justo detrás nuestro. Un hombre delgado permanecía en postura complaciente, con los brazos en la espalda esperando ser útil en su puesto de guardarropa.

Accedimos rápidamente para no desentonar todavía más en el exquisito entorno y el sirviente colgó las prendas junto al resto.

—¿Me podría decir dónde se encuentra el maestre Celphos?— preguntó Axel de forma torpe. El guardarropa señaló a lo alto de la escaleras algo confundido. El maestre había hecho acto de presencia en ese mismo instante y la sala empezó a aplaudir. Celphos tenía el aspecto de un humano de edad avanzada, encorvado, con un cabello plateado que solo cubría su coronilla. Sus arrugas amplias y bien marcadas en su rostro dibujaban una expresión más bien de mal humor. Se sacudió la toga de color hueso e hizo un gesto tranquilizador con ambas manos para que cesaran los aplausos, cosa que le acarreaba una visible incomodidad.

—Damas y caballeros, Seres Oscuros todos, gracias por asistir a la adhesión de las nuevas familias a la Hermandad.

Una caballero cruzó la estancia superior y se puso justo al lado del maestre, cruzando uno de sus brazos hasta llegar a su hombro. Parecía algo fatigado.

—Lord William— saludó el anciano con un falso entusiasmo.

—Esperamos maestre Celphos que el pacto entre familias sea duradero como los placeres de esta fiesta— dijo arrancando la sonrisa de los allí presentes.

—¿Quién es el caballero?— pregunté al guardarropa. Soptado por mi duda, carraspeó antes de responder.

—Lord William milady. Ha venido de lejos en representación de la familia Bongout. ¿Me permiten la osadía de preguntar qué hacen en esta fiesta si no conocen el motivo de la misma?

*Sus palabras no habían llegado a preocuparme todavía, hasta que visualicé colgado el abrigo de piel oscura entre muchos otros. Mi sangre se heló por un instante. Era exactamente el mismo que pude ver en aquel callejón, huyendo calle a través tras asesinar a nuestro contacto. Examiné cuidadosamente la prenda que seguía empapada de lluvia y barro. En efecto no había otra igual colgada, ergo el asesino había venido a esta fiesta.

—Disculpe la pregunta, pero me he fijado en el elegante abrigo marrón que descansa justo ahí. Hace unos días un caballero con esa misma prenda me ayudó en un altercado sin importancia, pero se fue justo un instante antes de poder agradecerle su amabilidad. ¿Sabría decirme a quién pertenece?

El guardarropa dudó un instante y analizó palabra por palabra. Parecía evaluar con sumo cuidado el valor de dicha información.

—No creo que sea relevante que sea discreto en este caso— divagó mientras se frotaba la barbilla. Acto seguido señaló de forma tímida a... Lord William.


*Anotación*

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