Caos - Ayah Lockhart

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Axel salió despedido de un golpe tan rápido y poderoso que no parecía de este mundo. Su cuerpo quedó empotrado en la piedra y pensé que lo había matado en el acto. ¿Qué estaba pasando? Mis manos empezaron a temblar y a duras penas podían sostener la daga entre ellas. La figura de pelo negro salió de la cripta escaleras arriba ignorando nuestra presencia y maldiciendo algo en un idioma que desconocía. Mis piernas flaquearon y caí al suelo, necesitaba un instante para asimilar todo lo que estaba pasando. Algo mojó mi mano y la coloqué ante mis ojos. Sangre. No era mía aunque lo hubiese deseado. La cabeza de Celphos estaba completamente separada del tronco y su corazón seguía bombeando sangre al aire a través de su cuello. Miré a René alarmada, pero ella estaba en mis mismas circunstancias. Habíamos fracasado en nuestra misión. Punto y final.

-¡Salgamos de aquí!- dijo ella encontrando algún resquicio de cordura. Por inercia, quise llevarme el cuerpo del fallecido maestre hasta que abandoné el sinsentido del acto. Me negaba a creer que representaba nuestro fracaso. René arrancó literalmente a Axel de la pared y lo cargó escaleras arriba. Los seguía detrás bien de cerca, viendo el cuerpo de nuestro compañero con el rostro cubierto de sangre. Podría haber estado yo en su lugar. Creo que solo fue cuestión de azar.

La sala principal del templo estaba completamente a oscuras, simplemente iluminada por una luz rojiza que conseguía colarse tímidamente desde el exterior. Las velas parecían completamente consumidas y decidimos salir de allí a toda prisa presos del pánico.

El cielo oscuro se había teñido de un rojo sangriento, mezclado por unas estrellas que parecían huir de él. No había ni rastro de los dos hombres, cosa que en realidad me alegró bastante. René señaló al cielo hasta que puede ver a varios pájaros caer muertos hasta nuestros pies. La naturaleza parecía marchitarse por unos instantes hasta que el cielo recuperó su oscuridad y todo cesó, de la misma manera que uno se despertaba de una pesadilla.

-¿¡Qué ha pasado!?- gritó alarmada René de Valiant repitiéndolo varias veces como si el cielo nos fuese a dar la respuesta.

-¿Qué hemos hecho?- quise indicar que era la pregunta más indicada dadas las circunstancias.

-¿Nosotros? ¡Nada! Todo esto era algo que se escapaba de nuestro control. Hemos descubierto a un traidor entre la Hermandad, cosa que nadie nos había advertido y eso vale mucho más que la vida de un viejo.

¿Viejo? La matarían sin pensárselo dos veces si la oyeran hablar así de un maestre. Nuestra vida no valía nada comparada con la de ellos.

-¿A qué clan perteneces Valiant?

-¿Qué importa eso ahora?- me respondió mientras dejaba el cuerpo de Axel en el suelo-. ¿Le das tú energía o se la doy yo?

Los Seres Oscuros funcionábamos con energía. Algo parecido a los humanos pero llevado a otro nivel. Aunque tus huesos se rompiesen, cayeses inconsciente o partido por la mitad, esa era la energía que te mantendría con vida. Ese recurso servía para recuperarnos a nosotros mismos, pero también para sacar de la inconsciencia a otros semejantes por ejemplo.

Puse la mano en el pecho de Axel y este despertó con dificultad y bastante desorientado.

-¿Celphos?- fue lo primero que preguntó.

-Muerto- respondí sin vacilar. Su rostro se marchitó por completo.

-Haced lo que os de la gana, pero aquí no vamos a solucionar nada- dijo René mientras se sacudía el polvo de sus ropajes.

-El amanecer no tardará en llegar y necesitamos cobijo. Desde aquí no llegaremos de regreso al castillo del Rey, así que descansaremos primero y aprovecharemos para decidir de qué forma anunciarle nuestro fracaso.

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