- S-su majestad, ¿me permitiría hacerle una pregunta?- preguntó la joven mientras bajaba la cabeza.
- Claro, dime, que pasa.
- ¿Por qué motivo no dejo que me encerraran en el calabozo?.
- Oh era eso, es que pues tu rostro me resultaba familiar, además, se que te la pasarías muy mal allí encerrada, te sacarían en unos días, saldrías muy débil y lastimada, y no fue para tanto.
- Pero lastime a su hermano, a un integrante de la realeza, esa es razón suficiente, ¿ no cree?
- La verdad, él es un tanto exagerado, ni siquiera lo hiciste a propósito ¿verdad?.
- C-claro que no, lo que menos quiero es ser echada del palacio.
- No se preocupe señorita, nadie la echará, ahora si me disculpas tengo asuntos pendientes; por favor, ten cuidado, y espero luego me puedas decir como te hiciste ese moretón.
- Ouh...
~
Amalia decidió escuchar las palabras del príncipe y seguir con sus tareas asignadas, de todas formas, solo había sido un pequeño incidente. Una vez que terminó de asear las habitaciones de invitados y los salones de té que solía usar la reina, creyó prudente salir del palacio he ir al pueblo, tenía cosas que hacer allí.
Mientras caminaba y admiraba las escazas viviendas que habían por el camino, no pudo evitar detenerse junto al lago un momento para respirar, sentía como si muchos recuerdos atrapados en su mente quisieran salir, tenía el presentimiento de que en dicho sitio algo importante había ocurrido, pero supuso que no era nada de que preocuparse, así que siguió caminando.
Luego de terminar con sus encargos principales quiso ir a visitar a una amiga que no veía hace mucho tiempo y a sus hijos, con el poco dinero que había ganado deseaba comprarles algunos dulces y quedarse a platicar unas cuantas horas, de todas formas, nadie la extrañaría en el castillo:
- Amalia, querida hace tanto tiempo que no vienes a verme, sin duda hoy tengo muchas visitas inesperadas.
- Como estás Cristiana, te he extrañado mucho, apenas hoy tuve la oportunidad de venir a verlos, ¿Dónde están los niños?, les traje una sorpresa.
- Esos pequeños salieron un momento al claro del bosque a recoger ballas dulces, querían regalárselas a Oliver, pero no lo he visto pasar de nuevo.
- ¿Oliver?, es que acaso ya tienes un nuevo amigo?- dijo la joven mientras soltaba una ligera risa, visitar a su amiga siempre era un encuentro grato y algo interesante.
- Claro que no, sabes que la idea de enamorarme nuevamente ya no ronda por mi mente, además ese chico debe tener la misma edad que tú, es demasiado joven para alguien como yo, pero es tan dulce, espero que mi pequeña hija logre encontrar un hombre parecido a él cuando llegue a la edad de casarse- lo último que dijo llamo mucho la atención de la pelinegra, ¿tan perfecto era ese muchacho como para que quisiera un hombre similar para su hija?.
Las horas fueron pasando, los niños regresaron y se alegraron de ver a su "tía Amalia" luego de tanto tiempo; al momento de irse prometió que volvería pronto, ya que disfrutaba mucho de sentir que pertenecía a una familia.
Mientras regresaba al palacio, la noche terminaba de asentarse en el hermoso paisaje que la rodeaba; de pronto escucho el sonido del trote de un caballo, con miedo a que sea algún bandido trato de correr, pero el animal se paro frente a ella, levantó la vista y su respiración freno de a pocos:
- Amalia, ¿Qué haces fuera a estas horas? deberías estar en casa ya.
- Silencio Arturo, no es de tu incumbencia, solo di un paseo, es mi día libre- casi nunca tenía la desdicha de cruzar su ruta con la de Arturo, su ex prometido; era un caballero respetable y perteneciente a un grupo admirado de soldados reales, y podía decirse que pese a su pasado con ella, aún mantenían una estrecha amistad.
- Yo también te extrañe jaja, déjame llevarte al castillo, si te ven llegar a mi lado no tendrás problemas- quiso negarse a su invitación, pero decidió acceder, le tardaría mucho llegar a pie.
Una vez que llegaron, la doncella se apresuró a bajar y retirarse, pero el soldado no se lo permitió:
- Oye ¿estás bien?, que tienes en la cara, ¿acaso alguna condesa te volvió a golpear?- no se sentía cómoda de que alguien como él tocara su rostro, y ese sentimiento no cambio para nada cuando escucho el grito de su nueva prometida.
- Querido has regresado, te extrañe tanto, no veía la hora de que estés nuevamente en mis brazos.
- Ah, Saya, linda, que tal siempre es un gusto verte- la prometida de Arturo no solo era una arpía mentirosa, sino también la persona más falsa que Amalia había conocido, la mujer no trataba de ocultar de ninguna manera que odiaba con todo su corazón a la joven sirviente, y ella no entendía el porque, si siempre había tratado de ser respetuosa.
- ¿Qué haces con ella?- pregunto con una cara de disgusto.
- Estaba caminando hacia aquí y no creí conveniente dejarla por ahí sola, así que me ofrecí a traerla.
- Ay querido tu siempre tan considerado, pero déjala ya, ven, mi madre te ha estado esperando desde hace horas- verlos alejarse le dio más tranquilidad, y aunque no entendía la necedad del hombre para quedarse a hablar con ella prefirió ignorarlo.
~
Mientras cepillaba su cabello y curaba la herida de su rostro, una lluvia de pensamientos golpearon intempestivamente su mente, poco o nada le importaban las acciones de la condesa ese día, le angustiaba más la idea de que clase de castigo habría preparado la reina para ella mañana, ¿sería físico?, ¿la expulsaría del palacio?, ¿el príncipe siempre fue tan alto?, ¿desde cuando su piel se había maltratado tanto?, mientras sus dedos seguían trenzando su corta cabellera, su conciencia interrumpió las imágenes del joven real en su cabeza, no debería estar pensando en esa clase de cosas, quien era ella para preocuparse por el aspecto del muchacho; para evitar que esas preguntas tontas regresaran decidió dormirse, de todas formas era el único momento donde era feliz.
(las imágenes utilizadas no son de mi propiedad ni dan un claro reflejo de los personajes de la historia, solo sirven como apoyo visual genérico)
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🌻Mi Hermoso Girasol🌻
FantasyAlgratown, año 1519. El rey a enfermado gravemente, es realmente urgente que nombre algún sucesor, pero para hacerlo alguno de sus hijos debe contraer matrimonio. Pasan los meses y ninguno logra conseguir prometida, ninguno excepto el príncipe Marl...