Capítulo XXXIX
DolorA veces las lágrimas no son suficientes para expresar el dolor.
(...)
El guardia sostenía con fuerza del cabello a Alaikari haciéndola gritar de nuevo, su misión era clara, atrapar a los traidores y empezaría por el punto débil, que era la mujer.
Dian se detuvo en seco al ver aquella aterradora escena ante él, si bien Kaia había decidido su futuro; con el tiempo había empezado a amar a esa mujer que le había dado dos hijos maravillosos, verla en peligro era aterrador para él.
—¡Alaikari! —gritó mientras corría hacia allí para ayudarle. —Sueltala hijo de puta —dijo empujando al guardia, aunque esto también arrastró a la mujer con él.
Empezó a golpear al hombre como pudo, no era algo a lo que estuviese acostumbrado pero la desesperación le llevó a conseguir que soltará a su mujer.
Como pudo colocó a su esposa detrás de él tratando de protegerla, pero mientras la defendía habían sido rodeados por unos diez guardias más, mientras otros corrían detrás de Zev y sus guardias.
Ambos sabían qué significaba aquello, siempre estuvieron condenados aunque se empeñaron en cambiar eso.
Zev volteó a ver la escena e intentó regresar, no podía dejarlos ahí y solo huir, pero Isak lo detuvo tomándolo del brazo, porque sencillamente era una misión suicida y no permitiría que uno de los líderes de revolución cayera y menos si este era su hermano.
Dian vio la escena desde lejos, su respiración era un desastre y su pulso también estaba desbocado, era difícil sacrificarse pero era necesario, así que gritó lo más sensato para todos en ese momento, aunque eso significaba su perdición.
—¡Huye, no mires atrás! —Y aunque a Zev le hacía sentir como mierda dejarlos atrás, está era la realidad; no podía morir sin luchar un poco más.
Los tres: Zev, Isak y Erok siguieron corriendo con una ventaja considerable con los guardias, a los minutos llegaron a la furgoneta que habían adquirido para escapar que no le serviría de mucho, ni por mucho tiempo.
Erok, empezó a conducir lo más rápido que esa chatarra podía, alejándose del lugar.
—¡Mierda, mierda, mierda! —gritó Zev mientras golpeaba uno de los asientos.
—Contrólate —le regaño serio Isak mientras miraba hacia atrás donde dos patrullas le seguían. —Son solo dos patrullas, hay que perderlas antes que se unan más.
—Ustedes vayan cambiándose, eso llama mucho la atención, hay que cambiar de auto, tendremos que robar algo en el camino. —La vista de Erok estaba fija en la carretera buscando un escape, pero todo estaba tan despejado que los ponía en la mira fácilmente.
ESTÁS LEYENDO
Alaia
Science FictionTrilogía 404: Libro 1 La vida en Ankara no era mala para aquellos que nacieron rodeados de fortuna. Alaia no conocía de carencias o de miedos; había nacido perteneciendo a los amarillos, la casta con más poder en la ciudad, por otro lado había quie...