Las 9 de la mañana marcaba el reloj en la vieja iglesia del centro, varios devotos acudían a misa, así como varios otros se quedaban en casa a descansar.
Lucrecia había terminado de lavar la ropa y se disponía a colgarla aprovechando el intenso sol, sus dos pequeñas hijas jugaban entre los pequeños arbustos de un patio algo descuidado, los frondosos árboles de capulí que albergaban algunas enredaderas frutales, les daban la sombra perfecta para no sofocarse mientras corrían. Por otro lado, su hijo mayor se entretenía en la televisión de la pequeña sala apenas amueblada con un sillón algo maltratado, su ímpetu por no hacer solo una cosa, lo hacía salir corriendo en cada propaganda a asustar a sus hermanas. Lucrecia solo oiga los gritos de susto de sus hijos seguido de unas risas burlonas que le generaban paz.
Lucrecia miraba de manera satisfactoria los largos alambres con ropa, sacaba y exprimía unas piezas que un no colgaba, cuando notó como el perro de la casa dejó de juguetear con las niñas y se quedó quieto recostado en el piso, en una tranquilidad envidiable. Esto era algo inusual que Lucrecia paso por alto. Segundos después las aves que vigilaban desde los postes de luz se posaron en el patio, empezando a caminar casi en los pies de las niñas, ambas estaban encantadas con lo que veían, corrían tras las aves que a pesar de ser espantadas no se alzaban en vuelo.
Lucía, la hija menor de Lucrecia pudo atrapar una pequeña golondrina, enseguida corrió esquivando las demás aves hasta que presentó lo que para ella era su nueva mascota a su madre. La actitud extraña de los animales inquietó a Lucrecia, quien se apresuró a colgar lo más rápido que pudo la ropa que faltaba.
Era imposible saber que lo mismo estaba pasando en todas partes; las aves dejaron de volar, se vieron varios grupos de ellas caminando por las plazas y calles, tanto gatos como perros, solo se acostaron en los patios o calles donde estaban, el cielo poco a poco se vio invadido por una neblina color negro. De golpe empezó a nublarse, entre más oscuro se volvía el día, más claro se escuchaban los gritos.
Todas las personas al percatarse de los cambios repentinos corrieron a sus casas a encerrarse.
Al mirar el cielo que de un momento a otro paso de iluminado a oscuro, y un ruido parecido a un silbido congestionaba sus oídos hasta el punto de aturdirla, tomó a sus dos hijas: Emilia y Lucia, llevándolas dentro de la casa, mientras gritaba asustada el nombre de su hijo —¡Sebastián! ¡Sebastián! —repitió varias veces, hasta que el niño estuvo entre sus brazos.
Lucrecia no se apartó de la puerta, solo abrazó muy fuerte a sus hijos, les pidió que cerraran los ojos y juntos empezaron a rezar.
Los gritos de lamentos se escuchaban cada vez más cercanos, lo único que los alumbraba en esa penumbra era el foco en el centro de la sala. Sus hijos estaban asustados, a pesar de todo Lucrecia intentó tener calma, y transmitírselo a sus hijos. Era imposible averiguar qué estaba pasando. Casi entre llantos seguían rezando.
Sebastián abrió los ojos, levantó su mirada, pudo ver claramente una espesa neblina entraba por la rendija superior de la puerta —¿Qué es eso mamá? ¿y si está entrando por las ventanas? —preguntó el niño curioso, que se soltó de los brazos de su madre y corrió a revisar las ventanas que estaban en las habitaciones. Lucrecia al ver que la neblina entraba, sin saber que podría ser peor, abrió la puerta, salió corriendo, prácticamente jalando a sus dos hijas.
Una vez afuera, apenas pudo dar algunos pasos; ya que todo estaba en completa oscuridad, el ruido de los gritos era más fuerte, mil voces gritando, llorando y quejándose.
Lucrecia, recordó la reacción de los animales e hizo que sus hijas se recostaran en el piso. Ella estaba segura que estaba a unos pasos de su casa, pero al intentar encontrar la puerta se le hizo imposible. Totalmente desorientada, prefirió esperar que todo pasa, así podría volver a su casa y buscar a Sebastián.
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A la Intemperie
Short StoryNadie en todo el mundo se esperaba que la oscuridad los dejara sin sus seres queridos y menos limitados de recursos para poder sobrevivir.