Esperanza

3 1 0
                                    

Tras el corto descanso continuaron el viaje, los caminos se empezaron a poner feos, esto era indicio que ya estaban muy lejos de la ciudad, había aún más gente que al verlos en moto se aceraban a la calle a saludarlos muy emocionados en especial los niños.

Lucrecia reconoció la casa de su madre a lo lejos, aquellos recuerdos de su niñez, las tardes de sol donde corría por el bosque con su hermana, una larga sonrisa esperanzadora pintada en su rostro la acompañó hasta que Noa se detuvo, ella bajó de la carretilla de la moto muy emocionada, empezó a gritar lo más fuerte que pudo, sacudía la reja de manera insistente haciendo mucho ruido, esto llamó la atención de una señora que pasaba muy cerca.

—Pierde su tiempo, no he visto a Doña Estela desde ese domingo —dijo una de las vecinas.

Lucrecia no pudo más, toda la alegría y esperanza de volver a ver a su familia se había ido, enseguida se quebró en llanto. Noa le dio las gracias a la señora y trató de consolar a Lucrecia, las mismas niñas acompañaron a su madre en lágrimas. Esto hizo entender a Noa por qué ella siempre estaba con una enorme sonrisa, ahora que la veía frágil se dio cuenta de lo fuerte que había sido durante todo este tiempo.

—Nadie ha entrado a la casa, pero si vi a su hija, vino un poco después de lo ocurrido —insistió la vecina. Una vez termino de hablar con ellos continuo su camino.

Lucrecia, secó sus lágrimas, subió a las niñas de nuevo en la carretilla y le indicó a Noa el camino que debía seguir. La hacienda donde vivía su hermana no estaba tan lejos.

—¿Estas bien? —preguntó Noa.

—Sí —dijo de manera cortante Lucrecia, a medida que avanzaban ella seguía indicado el camino que debían seguir.

Al llegar a la hacienda preguntó por Estela, la enorme puerta de madera era vigilada por un señor de contextura robusta, que llevaba un arma. Apenas escucho el nombre de Lucrecia, dio aviso para que Estela fuera a recibirla.

Lucrecia no dejo de caminar de un lado para otro.

­­­­­­—¡Basta! Me estas poniendo nervioso —explicó Noa, no dudo en tomar la mano de Lucrecia para que se quedara quieta.

Un poco sonrojada, al sentir la mano cálida de Noa, lo miro por un momento fijamente a los ojos, empezó a parpadear de manera exagerada, su respiración se agito por un momento, hasta que escucho a lo lejos que una voz femenina gritaba su nombre. Ni siquiera se dio cuenta de la expresión de Noa cuando soltó su mano. Prácticamente se olvido de las niñas y solo salió corriendo.

Con un abrazo muy efusivo Estela recibió a su hermana, ella era una chica con una sonrisa que era capaz de alegrar la vida de cualquiera, su piel apenas mestiza hacia destacar lo rojo de sus mejillas, unos labios finos color durazno. A Lucrecia siempre le pareció que su hermana a más de ser muy inteligente era muy hermosa, de cierta manera se decepcionó cuando ella le dio la noticia de que se iba a casar, pensado que correría el mismo destino que ella, insistió que era muy joven, pero Estela no era una persona que dejara que la opinión de alguien, así sea de su hermana, le cambiara la visión de las cosas, para la tranquilidad de Lucrecia aquel muchacho resulto un buen partido, como diría su madre.

—Pensé que nunca te volvería a ver ¿Qué paso con Sebastián? —dijo Estela mientras tocaba el rostro de su hermana y miraba fijamente.

—Él... se quedó atrapado. Yo no sabía si los iba a encontrar, yo solo... —intentó seguir hablando Lucrecia, pero no pudo, la emoción la dejo sin palabras.

—¿Se vas a quedar conmigo? Verdad —dijo Estela —aquel señor ¿Quién es? —susurró al oído de su hermana.

—¡Oh! Es verdad el es Noa, un amigo que nos ayudó a llegar hasta aquí —explicó Lucrecia.

Así pasaron algunos días en los que Noa se iba acostumbrando a las tareas del campo, Lucrecia ayudaba en la cocina, ambos estaban muy sorprendidos por la manera que la gente del campo se adaptó a su nueva vida.

—Es increíble, el diseño de las casas es único —expresó Noa mientras admiraba las casas, estas eran diferentes, tenía un techo y columnas resistentes, pero las paredes solo llegaban a la mitad, no habían puertas y lo más importante, los demonios no podían entrar, los baños eran los únicos que tenían paredes altas, con un techo removible para cuando llueva y de todas maneras nunca se cerraba por completo, no había una puerta propiamente, era más bien una cortina, que con la suficiente fuerza se podía desprender por si acaso los demonios quieran entrar.

—Sí, nos llevó tiempo saber cómo construirlas, pero lo logramos —dijo Estela.

—Fue bueno que lo descubrieran —afirmó Noa.

—Fue por casualidad, no teníamos madera seca y pensamos que las casas de los conejos, gallinas y cuyes ya no servirían, empezamos a desarmar las casas de los animales cuando sacamos el techo vimos a las gallinas, entonces entendimos como poder hacer la casa.

—Quieres decir que cuando destruiste la casa ¡los animales estaban intactos! —preguntó Lucrecia

—¡Si! Eso digo, deducirlo fue difícil... —Estela intentó seguir relatando, pero Lucrecia la interrumpió.

—Eso quiere decir, que si quito las paredes de mi casa, podría sacar a mi hijo y tú a los tuyos Noa —dijo Lucrecia muy emocionada y con su respiración agitada.

Sin más demora emprendieron el viaje para rescatar a sus hijos, ahora estaban más preparados, su hermana los abasteció con mucha comida y animales para que puedan sobrevivir unos cuantos meses.

Subidos en la moto, llenos de esperanza emprendieron el viaje de regreso al norte.

A la IntemperieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora