Esa mañana Verónica se preparaba para ir a la iglesia junto con su esposo y su hijo de cuatro meses. Levantó a su esposo a gritos.
—Muévete vamos tarde, no vamos a encontrar asientos —dijo Verónica a Luis su esposo mientras terminaba de vestirse.
—Tranquila... ya me levanto —respondió el bostezando.
—Voy a cambiar al niño... ¡ya apúrate! —volvió a insistir ella al salir de la habitación.
Una vez que arreglo al bebé volvió a gritar el nombre de su esposo.
—No entiendo porque debemos ir todos los domingos —reclamó Luis.
—Porque si —dijo ella mientras salían de la casa.
Al llegar a la iglesia lo primero que hicieron fue buscar asientos en la parte cerca del altar, según Verónica ahí se podía escuchar muy bien el sermón y podían ver al padre.
—¿Y para qué quieres ver al padre? —preguntó Luis mientras se sentaba.
—Porque es mejor estar cerca —susurró Verónica.
Unos minutos antes de las nueve el padre salió del confesionario, a pesar de que muchos lo saludaron el no respondía, caminó por todo el pasillo de la iglesia sin dejar de mirar la puerta, al oír la última campana cayó al piso. Nadie sabía que estaba pasando, al ver al padre en el piso varias personas se levantaron a auxiliarlo.
—¡Se mató el padrecito! —gritó una señora asustada e impactada por lo que estaba viendo.
Verónica y Luis se levantaron de sus asientos e intentaron salir, todo se volvió un caos, los gritos no cesaban y luego un silencio extenso como si todos se hubieran quedado sin voz.
La oscuridad llegó a la iglesia.
Verónica veía como su hijo movía su boca, cerraba sus ojos para que las lágrimas salieran y bañaran todo su rostro, pero no podía oírlo. Su esposo trataba de comunicarse sin poder conseguirlo. De golpe todo se detuvo, era como si ya no existieran, los colores se desvanecieron en un abrir y cerrar de ojos, Verónica se vio de nuevo sentada cerca del altar junto a su esposo. Fue como si el tiempo no hubiera pasado con la diferencia de que ahora todo estaba a blanco y negro.
La angustiada madre miró a todos lados, casi no había personas, a su lado Luis y en sus brazos su hijo. Después de observar detenidamente todo a su alrededor, intento hablar, pero no lo logró, ni un solo sonido salía de la boca de nadie. Su respiración se agito mucho, Luis intentó calmarla, tocó el rostro de esposa con una mano mientras entrelazo la otra con su mano logrando calmarla después de unos minutos. Ambos se levantaron del asiento, Verónica abrazaba fuertemente a su bebe, al mirar a su alrededor se dio cuenta que las demás personas estaban igual de asustadas que ella. Empezó a caminar por el pasillo, el sonido hueco de sus pisadas se escuchaban claramente, avanzó un poco hasta darse cuenta del cadáver colgado en la viga de puerta, las gotas de sangre traspasaban la sotana del cura para terminar en el piso de la iglesia.
Verónica y Luis decidieron salir esquivando el goteo intenso de sangre, varias de las personas siguieron a la pareja. Los sobresaltos de las personas al salir y ver todo de un color gris claro. Avanzaron algunas calles, encontrándose con más personas, todas deambulaban sin poder hacer nada.
Los esposos decidieron volver a su casa caminando, paso tras paso notaban lo cambiado que estaba todo, sin poder comunicarse, llenos de miedo continuaron su camino. Verónica apretó fuerte la mano de Luis mientras se desvanecía. Al recobrar el conocimiento y abrir sus ojos pudo admirar de nuevo el altar de la iglesia. Volvió a gritar y Luis la calmo de la misma manera que la primera vez, así varias veces. Tenían la conciencia de que salían, pero alguna fuerza extraña los traía de vuelta a todos.
Después de varios intentos la pareja y varias personas decidieron quedarse dentro de la iglesia. No tenían noción de la hora, los varios intentos por llegar a su casa los tenía agotados.
Un nuevo intento luego de sentirse con algo de fuerzas, nada cambiaba excepto por el enorme charco de sangre que había en el piso. Verónica corrió al altar, retiró los manteles y se dispuso a limpiar la sangre. Aquel enorme charco era indicio que el tiempo seguía corriendo, aunque ellos no lo notaran.
La pareja logró llegar a su casa, Verónica se sentía tan a gusto en su cama, aunque no podía escuchar nada se sentía más tranquila que en la iglesia. Trataron de hacer sus cosas como si todo fuera normal, mientras Verónica intentaba cocinar volvió a pasar, solo se desvaneció y al despertar estaba de vuelta sentada frente del altar de la iglesia. Su primera reacción fue de susto al no ver a su hijo entre sus brazos, gritó muy fuerte—¡Luis! Y por primera vez después de la muerte del padre pudo escuchar perfectamente.
—¡Cálmate! El niño se durmió hace poco —dijo Luis muy calmado.
—¿Por qué? .... —intentó preguntar Verónica.
—No lo sé, no entiendo nada, pero me alegra poder escucharte de nuevo —susurró Luis tomando la mano de Verónica.
—Hay que irnos —dijo Verónica mientras se levantaba.
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A la Intemperie
Short StoryNadie en todo el mundo se esperaba que la oscuridad los dejara sin sus seres queridos y menos limitados de recursos para poder sobrevivir.