Campamento

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Caminaron cerca que dos horas hasta poder ver el rio, cada vez se hizo mas fuerte el ruido de l agua golpeando las piedras. Lucia y Emilia corrieron con entusiasmo por la rustica ruta de piedra. Con calma Noa iba analizando las plantas en busca de alguna que le sirviera para comer.

Cuando estuvieron frente al rio las niñas no dudaron en meter los pies, el agua no era tan cristalina como se la imaginaron, tanta era su emoción que no notaron que cerca de ellas estaba una familia.

—Desde hace tiempo no vemos personas —dijo el hombre que ahí estaba, solo sosteniendo un largo palo.

Lucrecia volteo a ver asustada, tomando a sus hijas de la mano.

—¡Solo estamos de paso! —gritó Noa a lo lejos —nos vamos a quedar por esta noche espero que no les moleste.

—¡No! ¡No! claro que no, es bueno ver a más personas, pueden acercase al fuego si gustan, tenemos gallina hoy para cenar —dijo la señora muy amable mientras mezclaba la sopa.

Ambas niñas se miraron sorprendidas, Lucia jalo la mano de su madre, preguntando si podían quedarse ahí y comer gallina.

—Es buena idea, pero no nos gustaría molestar, aunque hace tiempo no comemos gallina —afirmó Noa mientras tomaba la mano de Lucia para caminar los cuatro hacia la fogata. Las niñas sin duda alguna tomaron asiento en las piedras cercanas.

Esta señora miró a los cuatro de pies a cabeza, haciendo que Lucrecia se sienta incomoda.

—No me lo tomes a mal, pero las niñas se ven algo sucias —dijo la señora mientras servía un plato de comida a Lucrecia —si te parece puedo calentar agua y las bañas.

—Es una buena idea, muchas gracias —dijo Lucrecia, mientras recibía el plato de sopa caliente, a pesar de que ya había pasado más de quince días ellos aun tenían verduras. Sin dejar de pensar en eso continúo comiendo. Sus hijas sonreían, comieron hasta saciar su hambre.

El agua ya estaba caliente, pronto Lucrecia fue a bañarlas en una especie de baño tapado con unas telas por tres lados y sin techo, Lucrecia y Noa también tomaron un baño, las niñas durmieron con los hijos de esta pareja. Ellos habían hecho una cama con madera y le colocaron cobijas, ahí los niños durmieron plácidamente mientras que los adultos conversaban.

—Fue duro al principio... acomodarnos afuera de la casa, lo bueno fue que como campesinos ya teníamos cocina de leña, un día antes lluvia como si se fuera acabar el mundo, el techo de la cocina se lo llevo el viento, estuve enojado toda la noche. Ese domingo madrugamos, mi esposa se fue a comprar comida; sal, arroz, azúcar, yo me puse a reparar el techo y mis hijos jugaban cerca del rio, fue raro, de la nada el cielo oscuro y gritos, apenas logre bajarme de la escalera cuando empezó, corrí por mis hijos, los abrace fuerte, no soy muy devoto a Dios, pero ese día le pedí que nos salvara y lo hizo, no sé qué paso, solo sé que por alguna razón aún estamos aquí, mi esposa corrió con la misma suerte, terminó de comprar y el desastre empezó, lo único malo fue que se demoró casi un día en volver a casa —contó el hombre.

—¿El rio no crece? —preguntó Noa.

—Hoy no llovió, cuando no llueve podemos quedarnos cerca del rio y cuando llueve tenemos un refugio entre esos arbustos de arriba. Creo que somos afortunados podemos cocinar, tenemos agua, a veces salgo a las casas aledañas y encuentro animales para comer, nunca pensé comer carne de perro, pero fue necesario —mencionó la señora.

—A todos nos está costando esta nueva realidad —agregó Noa.

—Hay que dormir ya, supongo que mañana van a seguir su camino —afirmó el señor.

—¡Sí! Tenemos fe en que encontraremos con vida a la familia de mi esposa —dijo Noa.

—Si quieren mañana en la mañana podemos ir a recoger chirimoyas, aún no están maduras, pero si las llevan en el camino se madurarán, si nos da tiempo podemos ir hasta los demás terrenos, se pueden llevar un poco de todo —mencionó el señor.

A la IntemperieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora