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Un joven de cabellos rubios mecía sus pies de adelante hacia atrás esperando a que su madre pasara por él

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Un joven de cabellos rubios mecía sus pies de adelante hacia atrás esperando a que su madre pasara por él. Había salido más temprano de lo normal de sus clases de danza pero aún así decidía esperarse ya que la última vez que intento irse solo terminó perdido llegando hasta una estación de policía. Aunque no todo fue malo, estando allí pudo devolver una moneda de cincuenta centavos que encontró cuando caminaba.

—Hola bonito ¿Quieres que te lleve?

Aquella voz tan repentina le hizo dar un pequeño brinco en su lugar, dirigió su mirada hacia ese chico. Era parte del grupo de danza, lo apreciaba ya que siempre le decía cosas bonitas pero su madre le había dicho que no debía irse con nadie más que no fuera ella.

—No gracias, espero a mi mamá.— Sonrió de manera tierna haciendo que sus mejillas se abultaran y sus ojos se convirtieran en dos simples líneas.

—Si te llevo le ahorraremos el que venga por ti, anda ven.— Estiró su mano para que Jimin la sostuviera pero en ningún momento sucedió. —Vamos, ella no se va a enterar...

—¿No me voy a enterar sobre qué?— El rostro de aquel chico palideció al oír a la madre del menor, lentamente fue volteando hasta quedar frente a ella.

—Y-Yo... Nada. Ya me iba.— Sin decir más comenzó a caminar hasta desaparecer por las calles.

—¡Mami!— Se levantó de su lugar para correr y abrazarla mientras ella lo recibía gustoso dando un pequeño beso sobre su frente.

—¿Cómo te fue, cielo?— Acomodó algunos mechones de aquellos rubios cabellos.

—Hoy hice un nuevo amigo, se integró a clases... es simpático.— La emoción que transmitía era casi palpable. Siempre le había gustado ser social y hablar con todas las personas por lo cual el hecho de acercarse a su nuevo compañero le había resultado bastante sencillo.

Mientras el menor seguía relatando sobre su día tomo la mano de su hijo para comenzar a caminar hasta el auto. Lo había dejado una calle abajo debido a que no encontró un lugar más cercano.

—Por cierto su nombre es...— La oración no fue completada debido a que una complexión un poco más alta que la de él impacto con su espalda haciéndolo caer. La otra persona siguió corriendo hasta perderse del campo de visión.

—¡Imbécil! ¡Ven aquí ahora!— Gritó la señora mientras ayudaba a su pequeño a levantarse. Aun pese a sus gritos aquella persona jamás se digno a regresar, además no tuvo la oportunidad de ver su rostro debido a que llevaba el gorro de su sudadera.

Cuando Jimin por fin estuvo de pie sus ojitos estaban cristalinos, miro sus manos y estas estaban raspadas por haberse detenido con ellas ya que de otra forma su cara hubiese impactado contra el suelo.

—D-Duele...— Susurro mientras trataba de contener las lágrimas y abulto sus labios. Pensó que la persona que lo había empujado había sido muy grosera porque en ningún momento se detuvo para pedir disculpas.

—Tranquilo mi niño, vamos a curarte.

[...]

—Mami... ¿Podrías traerme leche de fresa?— Pregunto una vez que se encontraba en su cama después de que le habían limpiado los raspones de sus manos.

—¡Amor, sube una cajita de leche de fresa!— Gritó desde la planta de arriba para que su marido la subiera. Minutos después aquel hombre le entrego lo que su esposa pidió para finalmente entregarle al menor.

Jimin amaba la leche de fresa, el sabor tan dulce y el olor que desprendía era totalmente delicioso. Era su bebida y fruta favorita. Lo que amaba de la fruta era el ácido pero a la vez tan empalagoso sabor que recorría toda su boca, estaba seguro que podría comer muchísimas sin hostigarse.

Después de un rato yacía solo en su habitación mirando una caricatura, colocó el pequeño envase de cartón a un lado para tomar a kumamon y mirarlo por un par de minutos.

—Hyung... ¿Estarás bien?— Su labio inferior comenzó a temblar mientras nuevamente las lágrimas se acumulaban. Habían pasado ya tantos años desde esa última vez que lo vio.

El único recuerdo que había quedado era aquel peluche que le regaló, por más que rogó para que lo llevarán con ellos no aceptaron y lo único que le permitieron llevar fue aquel muñeco.

Con su manga limpio sus ojitos, se acomodo mejor sobre su cama abrazando a su más preciado tesoro, imaginando que quien en ese momento estaba con él era YoonGi.

—¿Verdad que sí me recuerdas? Porque yo si hyung...— Cerró sus ojos por un instante hasta que finalmente sus respiraciones se volvieron pausadas dando a entender que se había quedado dormido.

"Necesito que mi valiente superhéroe vuelva, necesito que alguien me proteja de los villanos."



𝑷𝒓𝒆𝒅𝒆𝒔𝒕𝒊𝒏𝒂𝒅𝒐𝒔 [𝖄𝖔𝖔𝖓𝖒𝖎𝖓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora