Demasiado temerosa de la vida, había logrado pocas cosas...
Era inteligente y guapa. Inspiraba confianza, era educada y amable; de buen corazón. Solo que me faltaba creer en mi misma. Pensaba que nunca era lo suficientemente buena en nada. Aunque tenía buenas calificaciones nunca estaba entre los mejores de la clase, te gustaba cantar, pero no eras lo sificientemente talentosa, comencé a tomar clases de modelaje, pero apenas me faltaban unas pulgadas para la medida requerida para ser modelo. Así que, terminé mis estudios en una carrera que me gustaba, pero que no amaba y me comencé a trabajar a tiempo parcial ya que la falta de experiencia laboral no me permitía obtener una mejor posición.
La realidad no era que fuera mala en esas cosas, era que me rendía facilmente. Tenía temor de no lograr nada y salir herida, así que me rendía incluso antes de empezar.
***
Luego de acabar la universidad me encontraste ante la gran interrogante: "¿Y ahora qué?". Mientras estudiaba, veía el mundo frente a ti, pero cuando desperté a la realidad, me di cuenta que mi vida era un gran hoyo y que realemnte no me movía a ninguna parte.
Un día, demasiado deprimida por la falta de alguna meta por cumplir o algún sueño por realizar, decidí abandonarlo todo. Era joven, pero no era una niña, así que ya era hora de comenzar a vivir.
Comencé ese día renunciando a mi trabajo. Estaba harta de responder el teléfono todo el día. Tomé un mapa del mundo en mi manos y con los ojos cerrados apunté hacia él. El lugar señalado sería mi destino. Lo dejaría todo a la suerte.
-¡Oh! ¡Wow! El destino quiere que me ahoge en las profundidades del océano- dije con sarcasmo.
Volví a señalar y en esta ocasión mi dedo apuntó hacia el este de Asia.
-Corea- susurré.
Vivía el día a día como cualquier otro ser humano en la tierra. La vida nunca se me había hecho un reto, porque nunca me había lanzado ha hacer lo que yo quisiera hacer. Así que, me conformaba con la comódidad ofrecida, siempre con la interrogante de cuánto me estaría perdiendo.