𝑷𝒓ó𝒍𝒐𝒈𝒐

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Todos los días, alrededor de las 10 de la mañana viene una chica, rubia, con unos hermosos ojos azules y pide lo mismo; un capuchino con leche de almendra y algún panecillo del día.

Cuando la temperatura es negativa, trae consigo una bonita bufanda color guinda que cubre su rosada nariz y solo deja ver sus ojos.

Siempre me pregunto ¿A dónde va? ¿Qué es lo que hace? ¿Trabaja? ¿Estudia? Quiero saber, quiero preguntarle, pero no tengo el valor para hacerlo.

Mis compañeros de trabajo me invitan a hablarle, pero simplemente no puedo, eso como si en cuanto veo esos hermosos ojos azules me pierdo en el mar que hay dentro de estos, esos ojos que solo una mirada me dejara inmóvil como una roca.

     Eh... Hola escuche una voz enfrente mía alargando la «a» . ¿Estás bien?

Cuando levante la mirada me di cuenta de que era la señorita dueña de cada pensamiento que había en mi mente, cómo pude me acomodé para empezar a tomar su orden, aunque ya supiera que iba a pedir.

     Hola, perdón, estaba algo perdido me rasqué la nuca nerviosamente . ¿Qué te vamos a ofrecer?

     Oh, no te preocupes, un capuchino con...

     Leche de almendra y hoy llegaron unos panecillos de elote que se ven exquisitos la interrumpí al mismo momento que le sonreía tratando de ser amistoso, pero ella solo estaba sorprendida, cosa que no me dio buena espina.

     Eh... no debería, pero... solo uno para probar por favor dijo por fin mientras empezó a buscar algo en su bolso.

     Claro teclee rápidamente su orden en el monitor que estaba enfrente mío y me dediqué a hacer su orden ya que quería que quedara a la perfección.

Tarde unos minutos en esperar a que la máquina preparara el shot de café y calentará la leche para poder prepararle su capuchino, tiempo que aproveche para verla por el rabillo de mi ojo, llevaba una gabardina café, pero el clima era muy frío solo para llevar eso, en su lado derecho llevaba un maletín, tal vez iría al gimnasio o alguna actividad, cuando subí hacía su rostro pude ver su ceño fruncido mientras tecleaba rápidamente en su teléfono, incluso pude ver cómo negaba lentamente.

     Como me gustaría preguntarle qué es lo que la molesta pensé.

Cuando estuvo listo añadí la leche y tome el panecillo del gabinete, lo metí en una bonita caja para que no se maltratará e hice el moño que la noche anterior había buscado en internet, esperando que me quedara igual de hermoso, para cuando lo puse enfrente de ella estaba tan concentrada en su teléfono que ni siquiera me volteó a ver, solo tomo sus cosas dejó unos euros en la caja de propinas y se fue.

Ahí iba mi oportunidad para hablar con ella, tal vez intercambiar más de 6 frases como siempre era, pero por hoy me tenía que conformar por verla como lo había hecho por los últimos meses.

𝓒𝓸𝓻𝓪𝓵𝓲𝓷𝓮 | Oc X Izuku Midoriya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora