𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 8

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Su reencuentro fue todo menos peculiar, el llevaba meses trabajando en esa instalación y aunque sabía de la existencia de una paciente importante jamás se imaginó que era ella, por su parte ella jamás se imaginó que lo volvería a ver, pero algo era seguro. Los dos se alegraban de volverse a encontrar.

Gracias a todo el tiempo que ahora compartían se pudieron conocer más y más, Coraliné le presento a su madre como siempre quiso e Izuku le preparaba aperitivos a escondidas, como siempre quiso, poco a poco los sentimientos que eran una simple atracción física se convirtieron en algo más profundo, en amor verdadero.

Pero no todo eran risas y felicidad, claro que no, había días en los que Coraliné no podía soportar el dolor de sus heridas y tenía que pasar la mayor parte del tiempo sedada, a Izuku se le partía el alma verla sufrir, quería quitarle ese sentimiento para siempre y fue una promesa que se hizo a el mismo, se convertiría en el mejor médico y haría que caminara de nuevo.

En una de las tantas noches que a Izuku le tocaba hacer guardia con la joven estaban hablando de cosas que quisieran hacer con todas sus fuerzas, él ya sabía la respuesta de ella, podía decirse que ahora sí la conocía, sabía que le gustaba y que no, como lo esperaba su deseo era volver a bailar, pero al final dijo algo que sorprendió al pecoso.

          —Y ver las estrellas —dijo en un casi suspiro pero que no pasó inadvertido por los oídos del chico.

          —¿Ver las estrellas? —repitió sorprendido.

          —Si... —suspiro —. Desde el accidente no he visto el cielo de noche y por la ventana no se ven igual —dijo con un tono triste.

El chico no lo pensó dos veces, sabía que podía ganarse el regaño de su vida, pero Coraliné cada vez estaba más fuerte, incluso podía sentarse por ella misma. En total cautela subieron al techo que estaría fuera de sus límites a no ser que el chico tuviera una credencial que le daba acceso.

El mayor reto fue subir a la azotea, ya que está no estaba adecuada para que una silla de ruedas subiera, con temor el chico pregunto con la mirada si era posible que la cargará, la chica con un rubor apenas visible gracias a la tenue luz dio su autorización y con el mayor cuidado posible la cargo en brazos, como si fuese una princesa, como si fuese su princesa.

La rubia se quejó un poco, ya que no estaba acostumbrada a esta posición, pero no le importó, estaba viviendo un momento de felicidad pura que no había vivido en meses.

Cuando lograron salir de la edificación el cielo estaba repleto de pequeñas motas tintineantes, los ojos de la chica se enfocaron en cada estrella que podía ver y por su parte el chico quedó embelesado por la inconsciente sonrisa que se le había formado a su acompañante.

Quería besarla, todo su cuerpo le pedía a gritos que lo hiciera, sin embargo esas dudas de saber si el sentimiento era recíproco lo hacía detenerse, podría decirse que veía algunas señales, como tomaba sus manos y las entrelazaba cuando necesitaba apoyo, todas esas miradas que había descubierto y que hacían sonrojar a la chica, ese día que salió de la habitación y sin que lo quisiera escucho la conversación madre e hija en la que le preguntaba si sentía algo por él, ella jamás lo negó pero tampoco dio una afirmación.

Sin darse cuenta se acercaba al rostro de la chica que aún seguía viendo el cielo, algo dentro de ella la hizo bajar un poco la mirada, encontrándose con dos grandes esmeraldas que la veía atentamente, inmediatamente se sintió hipnotizada por estos, ella tenía las mismas dudas que él, pero sabía en el fondo que era mutuo, no a cualquiera se le daba los detalles que Izuku tenía con ella.

No a cualquiera le cocinaba a diario y se interesaba genuinamente por sus gustos, no cualquiera le traía flores espontáneamente, no a cualquiera le contaba que le daba miedo y sus preocupaciones, no a cualquiera dejaba ver su lado más vulnerable.

Se dejó llevar por ese sentimiento y sus rostros se fueron acercando, hasta que una mirada delató al chico quien en un rápido movimiento vio los labios de la chica, dando a entender sus intenciones, gustosa Coraliné acepto el beso del pecoso y juntó sus labios de manera casi desesperada.

Gracias a que Izuku tenía las manos ocupadas Coraliné se encargó de manejar el beso, coló sus manos por encima de sus hombros mientras las entrelazaban con su cabello sedoso y jugaba con este al compás que sus lenguas danzaban gustosas, cuando el aire fue necesario se separaron lo necesario para recargar sus pulmones.

Los 2 tenían esa sonrisa boba y las mejillas coloradas, en ese mismo instante sabían que eran correspondidos y eso los hacia inmensamente felices, con torpeza volvieron a unir sus bocas, pero esta vez no con el entusiasmo de la última vez, esta vez lo disfrutaron, lentamente fueron descubriendo las sensaciones que le ofrecía el contrario, poco a poco grababan esas sensaciones en el fondo de su memoria y poco a poco memorizaban cada espacio del cuerpo del contrario.

El frío termino haciendo que regresaran al cuarto, pero está vez algo se sentía diferente, algo en su relación había cambiado para bien, como fue habitual Izuku la reviso por última vez para despedirse y desearle las buenas noches, sin embargo, está noche Coraliné lo tomo de la manga de la bata y no lo dejo ir.

          —Me preguntaba... Si quisieras dormir conmigo —dijo completamente sonrojada mientras miraba fijamente el colchón—. No te sientas obligado, no tienes si no te sientes como... —el peliverde no la dejo terminar, ya que se sentó a un lado suyo.

          —No me siento obligado, me encantaría dormir contigo —dijo con esa seguridad que volvía loca a la chica.

Ella solo se limitó a asentir embobada en el chico, el con cuidado se acostó a su lado izquierdo y dejo que la chica se recostara en su pecho, al principio los 2 estaban tensos hasta que Izuku rompió la tensión y dejo un beso en la coronilla de Coraliné.

Al principio la chica dio un brinco asustada por el repentino movimiento, pero segundos después de acurrucó más cerca del chico, si eso era posible y dijo las palabras que el chico llevaba tanto tiempo esperando.

          —Te quiero Izuku, te quiero muchísimo.

El chico no supo que responder se quedó en shock por esa simple frase, no tenía palabras que pudieran expresar todo lo que sentía, así que pasó a la acción, se sentó en un rápido movimiento y beso los labios de la rubia, aunque el gesto tomo por sorpresa a la chica está no tardó en corresponder, al separase se quedó a centímetros del rostro de la chica.

          —Te amo —dijo sobre sus labios, temeroso de que fuese demasiado.

          —Te amo —dijo la chica con una sonrisa de oreja a oreja mientras unía de nuevo sus labios.

𝓒𝓸𝓻𝓪𝓵𝓲𝓷𝓮 | Oc X Izuku Midoriya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora