Capítulo I Parte II

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La comida en la Academia dejaba mucho que desear. La dieta era muy estricta y, desde luego, el sabor no era en absoluto su prioridad. Maeve le estaba dando vueltas con la cuchara a su sopa insípida mientras Aisha y Finn se quejaban de lo injusta que había sido la profesora Knox al hacer que Maeve se enfrentara a Sinead en el entrenamiento, ya que Sinead era la mejor de la promoción y Maeve, bueno,... no lo era.

– Te juro que esa mujer te tiene manía – afirmó Finn mientras sujetaba su cuchara en el aire.

– Completamente de acuerdo. Aunque no entiendo cómo le puede tener manía a una refunfuñona tan adorable como Maeve.

Maeve contestó con un gruñido bajo que hizo que Finn y Aisha rieran suavemente.

– ¿Ves? A eso me refiero precisamente.

– ¿Podemos dejar el tema? No es por nada, pero seguir hablando de la paliza y humillación de hoy no es muy agradable que digamos.

Finn levantó sus densas cejas marrones con fingida sorpresa.

– ¿Cómo? Pues no lo entiendo, a mí me encanta hablar de mis fracasos.

– Porque nunca te tomas nada en serio, Finn – contestó Aisha divertida.

– Eso es verdad – sus ojos brillaban con picardía

Aisha y Maeve eran mejores amigas y durante mucho tiempo solo se habían tenido la una a la otra para darse apoyo. Hasta que apareció Finn tras la muerte de la familia de Maeve. Durante los días que siguieron a la tragedia, todo el mundo ofreció a Maeve sus condolencias y le ofrecieron muchísimos hombros en los que llorar pero ella no derramó ni una lágrima. No fue porque no estuviera triste, estaba desolada, simplemente no lloró y muchos la juzgaron por ello. Maeve pudo sentir sus miradas juzgonas y sus cuchicheos a sus espaldas. Un día, durante la hora de lectura, cuando Aisha estaba enferma, Maeve se encontraba completamente sola en una de las mesas y Finn se había sentado a su lado y preguntado sin rodeos:

– Sinead dice que seguramente tú mataste a tu familia con un ritual de magia prohibida, ¿es verdad?

– No. – Había respondido Maeve tajante y sorprendida.

A todos los niños de Shangral les contaban historias sobre la magia. Aunque el ejército de los intachables utilizaba objetos mágicos en combate, la magia estaba prohibida. Contaban cómo diecisiete años atrás, el ejército de los Intachables, liderado por el Comandante, derrotó y expulsó al gobierno de los Superiores, una raza de humanos poseedores de magia que antes habitaba Shangral y la gobernaba, y sus cuatro clanes: el clan Firith, formado por superiores con el poder del fuego; el clan Ula, con el poder del agua; el clan Bris, con el poder del viento y el clan Garland, con el poder de la tierra. Les contaban cómo el ejército de los Intachables fue formado por los Superiores para proteger su gobierno, cómo los Superiores hacían honor a su nombre y maltrataban y esclavizaban a los humanos porque los consideraban insignificantes, cómo los Intachables se cansaron de proteger a los tiranos que maltrataban a su pueblo, cómo se rebelaron y aniquilaron a los Superiores liberando así Shangral. Cómo la magia desapareció con los Superiores y solo quedaron los objetos mágicos que habían creado para el ejército.

Desde entonces se habían extendido muchas historias sobre seres malvados y mágicos que habitaban en los bosques y que raptaban a niños y niñas para darles magia prohibida y convertirlos en seres malvados.

– Eso pensaba yo. No tienes pinta de asesina, de rara un poco, pero no de asesina. – había dicho Finn con resolución.

– ¿Gracias? - Maeve no salía de su asombro

Pero la bibliotecaria les mandó a callar y la única respuesta que recibió Maeve fue la sonrisa pícara de Finn que no pudo evitar devolverle, la primera sonrisa de Maeve después del fallecimiento de su familia. Durante los días posteriores Finn y ella se habían ido acercando cada vez más y, para cuando Aisha se hubo recuperado, Maeve ya era amiga de Finn.

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