Capítulo V Parte II

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Cabalgaron durante horas en silencio. Maeve no estaba segura del tiempo que había transcurrido pero, cuando por fin se apartaron del camino y encontraron un pequeño claro entre los árboles, la luna ya estaba en lo más alto.

– Será mejor que no encendamos ningún fuego – dijo Raiden mientras desmontaba –. Salieron tras nosotros poco después de que partiéramos. Sería como gritarles que estamos aquí.

– ¿Cómo sabes que nos siguen tan de cerca? – Maeve no había visto ni oído nada que le sugiriera tal cosa.

– El viento. – Respondió sin más.

– En cuanto a eso, vas a tener que explicármelo todo – el estómago de Maeve rugió escandalosamente.

Desde que habían salido de la Academia, Maeve se había concentrado en cabalgar sin querer pensar en qué pasaría después y en qué había pasado en el lago. Había querido darse unas pocas horas de calma mental antes de tener que enfrentarse a lo que fuera que iba a pasar.

Raiden dibujó una sonrisa de oreja a oreja ante la protesta del estómago de Maeve.

– Muy bien, pero antes necesitamos cenar. Hay un arroyo por aquí cerca, puedo oirlo.

Maeve se concentró a ver si podía escucharlo también. Con todo lo que había pasado, estaba tan abrumada que parecía que había olvidado todo lo que había aprendido en clase de supervivencia. Al principio no le pareció oír nada pero, después de respirar hondo y centrarse en encontrar el arroyo, notó el cosquilleo de la magia despertando en ella y una brisa le acarició el oído llevando consigo el sonido del agua corriente. Maeve abrió los ojos satisfecha y sorprendida, y se encontró a Raiden observándola en silencio con el rostro inescrutable.

– Interesante. – dijo Raiden que seguía mirándola. – venga vamos a pescar algo.

El arroyo se encontraba aproximadamente a un kilómetro y medio de donde habían acampado. Apenas podían ver nada en el agua, estaba demasiado oscuro. Raiden sacó un cuchillo largo que llevaba atado en el muslo e hizo que Maeve recordara que todavía tenía la daga que había robado de la armería esa tarde. Maeve se recriminó no haberse dado cuenta de que Raiden iba armado antes, de haber querido podría haberla matado ya varias veces.

Consiguieron pescar dos peces medianos y se los llevaron de nuevo al campamento improvisado. La Academia no ofrecía la comida más sabrosa pero, desde luego, era mejor que pescado crudo. A Maeve le repugnó la idea de comérselo crudo, pero era eso o nada así que pegó el primer mordisco con asco. Sorprendentemente no le pareció tan horrible, al menos tenía más sabor que las gachas insípidas.

Habían colocado dos troncos y estaban sentados uno enfrente del otro. Raiden comía en silencio pensando en sus cosas mientras Maeve le observaba con detenimiento. No podía tener más de veinte años, de eso estaba segura. Era realmente guapo y, por lo que había visto Maeve, también era letal.

– ¿Quién eres? – la pregunta salió de los labios de Maeve de forma tajante.

– Supongo que se ha acabado el rato de descanso, ¿no? – dijo dejando lo que quedaba del pescado en el suelo. – Muy bien. Soy Raiden Clark, soldado de la Comisión Pura.

La observó expectante.

– Eso es imposible.– afirmó Maeve sin dudar.

– ¿Por qué? – Raiden estiró las piernas y cruzó los tobillos mientras se apoyaba en el tronco con las manos, adoptando una postura despreocupada.

– Porque posees magia. – Maeve reunió el valor y preguntó – ¿Eres un superior?

– Si y no, soy un mestizo pero poseo el poder del viento. – hizo una breve pausa – Supongo que mi padre o mi madre eran del clan Bris.

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