Capítulo VII Parte I

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A la mañana siguiente, todo acercamiento emocional que a Maeve le había parecido tener con Raiden la noche anterior se esfumó sin dejar rastro. Raiden no le había dirigido más que simples "sí" y "no" durante el desayuno. Normalmente, a Maeve le solía molestar pasar tiempo con personas y solía rechazar cualquier interacción social que no fuera con Aisha y Finn pero la noche anterior, después de lo que había descubierto, había echado en falta alguien con quien desahogarse. Y, aunque Raiden la había hecho sentir mejor con ese gesto tan simple, ahora Maeve tenía la esperanza de que, ya que no vería nunca más a Aisha y a Finn, Raiden pudiera ser su amigo. Por ese motivo, la sequedad con la que la había tratado por la mañana la confundió.

Durante los siguientes dos días cabalgaron sin descanso y entrenaron por las noches hasta que Maeve caía rendida por el cansancio. Raiden mantuvo las distancias durante todo ese tiempo y apenas le dirigió unas pocas palabras, apenas las justas para darle instrucciones durante sus entrenamientos.

Maeve disfrutaba de los entrenamientos. Era el único momento del día en el que su mente parecía descansar. En tan solo dos días ya había conseguido activar su magia sin ningún tipo de problema y era capaz de identificar cuándo estaba apunto de perder el control. Raiden seguía derribándola la mayor parte de los combates cuerpo a cuerpo, pero eso a Maeve no le importaba. Nunca se había sentido tan ágil, tan ligera ni tan poderosa. Cuando luchaba con magia se sentía invencible. Desde luego, no tenía nada que ver con los objetos mágicos de los Intachables que sentía tan extraños a ella y nunca logró dominar. Cuando le preguntó a Raiden al respecto, él contestó, como si fuera evidente:

– No conseguías conectar con los objetos mágicos porque tú ya tienes magia de por sí. La magia que corre por tus venas rechaza a la magia ajena a tu cuerpo. Utilizar esos objetos, más que ayudarte te hacía más torpe.

Maeve pensó que eso tenía mucho sentido y se recriminó no haberlo pensado cuando estaba en la Academia, se habría ahorrado muchos complejos. También pensó en Sinead y en sus abusos. Tan solo unos días antes Sinead la había derrotado sin ningún esfuerzo delante de todos en el entrenamiento, le encantaría enfrentarse ahora contra ella.

A pesar de activar su magia para luchar, aún no se había atrevido a dejar que se manifestara. Después de haber estado a punto de destruir toda una aldea sin querer, su propia magia seguía intimidándola.

Durante el resto del día se fijaba en todo lo que podía. Desde que Raiden le había dicho que Shangral moría, Maeve empezó a prestar más atención. Y es que, cuanto más lejos se encontraban de la Academia, más desértico estaba todo. Apenas crecían las cosechas, los bosques estaban secos y, aunque todavía quedaba un poco de vida en ellos, era fácil observar la muerte lenta que se cernía sobre ellos. Raiden le explicó que el motivo por el que el valle en el que se encontraba la Academia no había sufrido la misma suerte que el resto del territorio que estaban recorriendo, era porque se aferraba a la poca magia presente en los objetos de combate que portaban los Intachables para sobrevivir. Ver a su reino en este estado solo hacía que aumentar sus ganas de luchar y protegerlo.

Esa mañana se habían quedado sin comida de la primera posada y cada vez les resultaba más complicado cazar pues la escasez de la fauna era cada vez más significativa. Raiden decidió que lo mejor sería continuar cerca del camino y parar en una posada que conocía y, según él, era de confianza. Esa iba a ser su última parada antes de llegar a las Montañas Grises al día siguiente. Raiden dijo que incluso era posible que durmieran en una cama esa noche. Maeve estaba ilusionada, le dolían todos los músculos de tanto entrenamiento y dormir en el suelo no era un sueño.

Llegaron a la posada al atardecer pero se detuvieron justo antes de llegar al camino principal. Desmontaron y se acercaron a pie sigilosamente al borde del camino. Protegidos por los matorrales, vieron que la posada parecía muy concurrida y cuando Maeve se fijó en los caballos atados en la entrada se giró rápidamente para mirar a Raiden.

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