Ninguna de las dos volvió a mencionar los sucesos de la noche anterior y se limitaron a recoger el desastre de la habitación y a prepararse para las clases.
Esa mañana, Maeve tenía su asignatura favorita: las razas del continente y cómo combatirlas. El continente en el que se encontraba Shangral era muy extenso y los países con los que hacía frontera tenían diferentes pueblos con distintas habilidades extraordinarias. En Telaris residían los Inktalos, el pueblo de la magia escrita. Mayoritariamente campesinos y pacíficos pero con una magia muy poderosa que canalizaban a través de sus plumas. En Tarkia estaban los Kretarianos, los inventores del continente y los poseedores de la magia tecnológica. Eran el pueblo que suministraba todos los objetos mágicos de combate a los Intachables. Las Montañas Rokars eran el hogar y lugar de culto de los Denovanos, la hermandad del más allá. Podían comunicarse con las almas de los muertos y, además, eran grandes eruditos poseedores de la mayor biblioteca conocida.
Pero lo que más le interesaba a Maeve no era el estudio de las razas actuales, era el estudio de las razas extintas o casi exterminadas. Para empezar, le encantaba el estudio de los poderes de los Superiores, cómo podían controlar los elementos le parecía fascinante y, sin embargo, les odiaba por cómo habían tratado a los humanos, a su gente. Y, aunque se alegraba de que el Comandante y los Intachables les hubiesen expulsado de Shangral y liberado al pueblo, a veces pensaba que la pérdida de la magia de los elementos y el rechazo y la prohibición de cualquier tipo de magia era una tragedia. Sobre todo porque sabía que tenía que ocultar la suya.
Nunca pudo preguntarle a su madre por qué creía que ella poseía magia, era demasiado pequeña y desde que se la llevaron nunca se había atrevido a preguntarle a nadie por las consecuencias que eso podía acarrear. Así que su teoría era que quizá algún antepasado de su familia había procreado con un Superior, la magia corría por sus venas y que se había debilitado con cada generación.
En la Academia aprendió que cuando los Intachables mataron a la mayoría de Superiores, también exterminaron a los mestizos. Acabaron con todos, solo unos pocos superiores sobrevivieron y vivían escondidos por el continente. No se les consideraba una amenaza porque el número de supervivientes se estimaba demasiado bajo.
Era exactamente lo mismo que había ocurrido con los Parabais siglos atrás. Otra historia que fascinaba a Maeve. La mayoría eran leyendas pero algunos creían que eran verdad. Al parecer, siglos atrás en el Continente habitaba una raza más: los Parabais. Poseían el poder de la telequinesis y el control mental. Decían que eran una raza sin escrúpulos, ladrones, vengativos y crueles y que el resto de razas mágicas del continente se habían unido bajo el liderazgo de los Superiores para exterminarlos. Y lo consiguieron, después de años de guerras y muertes no quedó un solo parabai con vida. Fueron eliminados y, con el paso del tiempo, convertidos en leyendas.
Kat no estaba en el desayuno, Maeve la había buscado por todo el comedor. La pesadilla de la noche anterior la había dejado inquieta y, aunque solo había sido un sueño, sabía que se quedaría más tranquila si veía a Kat. No le contó la pesadilla a Aisha y ella tampoco preguntó. Maeve lo prefería así.
Finn dejó su bandeja en frente de Maeve y se sentó con un suspiro dramático.
– Un día más en el paraíso ¿eh? – dijo poniendo los ojos en blanco.
Luego miró a Maeve
– Llevas una cara de mierda, parece que te haya pasado por encima un ejército entero.
– Vaya, muchas gracias – respondió Maeve lanzándole un beso.
– No, en serio. ¿Qué te pasa?
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Intachable
FantasyMaeve, como todos los primogénitos, fue reclutada los siete años para ser formada en la Academia y unirse al ejército de los Intachables que protege su reino, Shangral, y su recién adquirida libertad. Pero su vida ha estado siempre amenazada por un...