La luz, la lluvia y tú.

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Bendita sea la vista, el acto de recordar, bendita la lluvia y las gotas de ella que quedan atrapadas en las puntas de tus pestañas.
Agradezco tener la capacidad de revivir una y otra vez el momento exacto en el que volteaste hacia mí, me viste con esos hermosos universos que tienes por ojos, con tu cabello húmedo por la débil pero tupida lluvia que nos envolvía, esa lluvia que logré ver a contraluz de la farola que tenías justo detrás tuyo.
Y es que no puedo explicarlo, en ese segundo todo lo que estaba en mi entorno se detuvo: la lluvia, la luz, los carros que pasaban bajo el puente, el metrobús que iba en dirección contraria a la nuestra, la gente que subía el camino que nosotros bajaríamos, el vaho que salía de mi nariz, mi respiración, mi corazón, tú, yo, el tiempo...
Al terminar de hacer un retrato mental de tan inefable escena y seguir nuestro camino me quedé sin palabras por unos segundos más, ¿cómo iba yo romper tanta armonía con algo tan ordinario como mi voz?
Si pudiera congelar en un cubito de hielo, de esos elegantes que parecen vidrio, ese momento lo haría sin dudarlo.
Porque para ti yo me detuve un segundo en ese puente, pero para mí se me detuvo la existencia con el único propósito de poder admirarte toda una eternidad.
1437.
-Rayito de sol.

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