Pequeños detalles, grandes sonrisas.

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Viajaba en el metro, como todo buen Miércoles desde que el "no circula" se había puesto rudo.
Hacía calor, venía medio enojada y un señor me observaba fijamente desde dos estaciones anteriores.
Salía a empujones y tropiezos de el vagón, tratando de no lastimar a la señora que llevaba a su bebé lloron frente a mi.
Tenía que hacer un transborde a mi linea consentida, y a lo lejos se escuchaban unos cuantos instrumentos, acompañados de voces y unos cuantos aprausos.
Los ventiladores salpicaban agua que me daba directo en la cara, haciéndome limpiar una que otra vez las pestañas, donde se quedaban las chispitas de agua.
Mientras más cerca esraba de la escalera, la música y las risas eran más y más fuertes.
Mi curiosidad ganó, haciéndome acelerar el paso, rebasando a las personas frente a mi, chocando con otras tantas, pero no importaba.
Las escaleras se llevaban, y yo no alcanzaba a ver nada mas allá de mi 1.63.
La gente se dispersaba al final de las escaleras, y tomaban sus rumbos de rutina, no sin das una pequeña ojeada a la pequeña multitud que rodeaba la música.
Miré a la izquierda, donde un señor de traje y corbata iba casi corriendo, mirando el reloj al rededor de su muñeca, mientras hablaba por celular con el ceño fruncido.
Miré hacia en frente, una chica esponjaba su cabello, limpiaba la parte inferior de sus labios manchados con labial fuera de lugar y sonriendo frende a el reflejo que le daba su celular.
La música estaba frente a mi, abarrotada con gente, algunos reian, otros aplaudian mientras cantaban desentonados las pistas que la banda elegía.
En un hueco, se alcanzaba a ver una batería, y unos "chavorrucos" tocando la guitarra.
Niños y niñas, bailando de manera graciosa, señoras con sus bolsas de mandado al lado, siguiendo el ritmo, unos muy divertidos, otros ni siquiera notaban que existia un mundo fuera de sus teléfonos.
Hubo alguien que llamó mi atención. Un señor canoso, de mi estatura, quizás un poco más bajo, con sus ropas sucias, un morral pequeño lleno de botellas de plástico, muy flaco y descalzo, bailaba y daba vueltas, muy divertido.
Me nació una sonrisa, y se que me nació porque no solo estaba en mi rosteo, sino la sentía en mi pecho.
Cuando el señor notó que lo veía, no se detuvo, al contrarió, me sonrió con ganas, movió los hombros, y dio una vuelta.
No pude hacer más que mover los hombros, y seguir su paso por unos segundos, después soltar una risa liviana y seguir con mi camino.
La banda seguía, la gente que se acumulaba a su alrededor lucía fresca, feliz.
Al llegar a la estación, observé a todos en la línea amarilla esperando el vagón. Caras largas, brazos cruzados, calulares por todos lados y mentadas de madre en voz baja se percibían.
Me dió una punzada en el pecho de lástima.
¿por qué ese señor que pasó por mi izquierda no podía detenerse un segundo a sonreirle a la niña que venía saludandolo frente a él?
¿por qué esa chica se preocupaba por su labial si podía acercarse a la banda y bailar como todos ahí?
¿por qué mentaban madres y no mejor cantaban "secreto de amor" a coro con la gente?
Bien dicen que menos es más.

Frases de mil insomnios.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora