Capítulo 24. ¿Cupido apunta?

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—¡Por fin! —bufó Raquel en el momento exacto que Sergio terminaba de aparcar el coche frente a su portal, en una zona de carga y descarga, dónde Alicia había parado también con su moto— No podía más.

Sergio apagó el motor, torció su cuello crujiéndolo de un lado a otro, y miró a Raquel de soslayo. La verdad era que el viaje había sido largo. Lleno de bufiditos. De quejas. De miles de "me pica la pierna" y un montón de música y risa por parte de Paula, que fue la que mejor se portó en el asiento trasero. Aunque también hubo unas cuantas miraditas, sobre todo por parte de Raquel. En más de una ocasión, pudo sentir cómo sus ojos se deslizaban por sus manos, recorriendo sus brazos y fijándose en su cuello. Eso le puso tan nervioso que su pie se volvió de plomo, dando un par de tirones al coche, algo que no le había pasado nunca.

Alicia se acercó hasta ellos y Sergio bajó la ventanilla, tras pasarse las manos por su pelo, recogiéndolo en un mini moño —nada que ver con el que había lucido durante toda su vida— y luego se rascó la barba, mucho menos poblada, tal y cómo le gustaba a Raquel. Seguía teniendo el pelo más largo de lo que había sido al irse de viaje, parecido a una media melena, y a pesar de que le gustaba muchísimo el corte que le hizo ella en su día, echaba de menos poder recogerlo de esa manera. La pelirroja alzó en alto las llaves de la Triumph, las movió de un lado a otro con sorna y sonrió, satisfecha por haberse salido con la suya.

—¿Qué tal ha ido el viaje? —Alicia vaciló, apoyando los antebrazos en la línea dónde el cristal de la ventanilla se había escondido al bajarla— Porque el mío ha sido una maravilla, no veas cómo corre la motito.

—Creía no haberte visto cuando nos has adelantado y nos has sacado el dedo —ironizó Sergio, a la par que presionaba el cierre del cinturón de seguridad y se lo sacaba de encima—. Devuélveme las llaves, anda.

—Me pica el pie —fue lo único que contestó Raquel, sin siquiera inmutarse en girar el cuerpo para mirarla, más que la cabeza apoyada en su propia ventanilla—. Podrías meter la mano a ver si puedes rascar un poco.

Alicia arrugó la nariz y abrió la boca para decirle, a su modo, que Sergio podía coger un tenedor en su casa y rascársela si no llegaba por sí misma, pero recordó que la pequeña silueta en los asientos traseros podría escucharlo también.

—¡Tía Ali! —Paula se asomó entre los dos asientos— ¿Te quedas a cenar?

Alicia enfocó la vista en la niña, soltando las llaves en la mano de Sergio, que había extendido la palma delante suyo, y la agarró en brazos justo cuando salió del coche, una vez el pizzero había desconectado el seguro infantil de las puertas de atrás.

—No, cariño —dejó un beso en su nariz y la acomodó como pudo, ya estaba demasiado grande para poder cogerla con facilidad—, me voy ya para casa que tenemos que hacer lavadoras, darle de cenar a tu primo...

—Jo... —Paula se bajó de los brazos de la pelirroja, agachando la mirada— ¿Y tú, Sergio?

Sergio que también se había bajado del coche y lo había rodeado para ayudar a Raquel a bajar, a pesar de su reticencia, alzó la vista al escuchar a la niña. Sin embargo, no pudo opinar al respecto, pues fue Raquel quien tomó la palabra en lugar de él.

—Es tarde, Paula. Sergio nos va a ayudar amablemente a subir las maletas a casa y se va a ir también.

—Pero, ¿te vas a quedar sola? —Alicia no pudo evitar intervenir, sorprendida ante la respuesta que le había dado a su hija.

—Claro —se apoyó en las muletas—. Sólo me cuesta caminar. Estoy completamente capacitada para hacer lo demás —sonrió con condescendencia—. Sola —silabeó.

𝐁𝐥𝐞𝐞𝐝𝐢𝐧𝐠 𝐋𝐨𝐯𝐞 | 𝐀𝐔 | 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora