Capítulo 16. Habemus Baptismus II

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Los diez minutos de camino al restaurante, lamentablemente, se le hicieron demasiado cortos. Si no hubiera aceptado seguir a David, habría ignorado las indicaciones de su madre y Eduardo con tal de dar un buen rodeo. Ganar tiempo. No estar en el mismo espacio que él al menos en un buen rato. No aspirar el olor de su piel, mezclado con ese toque suyo tan único, tan reconocible y con el que había soñado en más de una ocasión. Su mente le traicionaba y habían sido muchas noches en las que se había despertado, con el perfume de él impregnado en sus sábanas, o incluso todavía pudiendo sentir las caricias de sus manos sobre su cuerpo. Algo que era completamente imposible teniendo en cuenta que Sergio se encontraba en la otra parte del mundo.

No obstante, y contra todos sus intentos de fuga momentánea, había llegado a tiempo para verlo bajar del coche de Mónica y entrar al restaurante, sin echarle un sólo vistazo. Y no porque no la hubiese visto, ya que prácticamente había aparcado al lado y conocía muy bien su coche. No lo había hecho porque no quería enfrentarse a ella. No de forma tan directa. Lo que la había llevado a replantearse si ese juego de la ignorancia que habían empezado a alimentar desde el primer instante, la hacía sentir más tranquila o, en lugar de eso, le molestaba que supiese interpretar perfectamente ese papel.

Empezaba a considerar la segunda opción como la correcta. Se desquiciaba viendo cómo, rodeado de otras personas, no le hacía ni caso. De hecho, se le veía la mar de cómodo enfrascado en las distintas conversaciones que le iban surgiendo a cada paso que daba. Su simple presencia daba lugar a la fascinación, era uno de sus dones: la palabra. Se suponía que eso era lo que ella quería, lo que le pedía con su silencio incómodo y su actitud indiferente. No obstante, a la vez, necesitaba que no lo hiciera. Que le diera bola. Que la mirase de reojo fingiendo que escuchaba lo que le decían. Que demostrase un interés más allá de la resignación.

Aunque así todo era mejor.

Tras entrar al amplio caserío que hacía el papel de restaurante, y seguidamente acceder al cuidado jardín donde se serviría el aperitivo, pudo localizarlo en la otra punta, con un vaso en la mano y charlando animadamente, esta vez con David y Candela. Apunto estuvo de pegar un grito, pero pudo contenerse. Si se giraba, aunque sólo fueran escasos segundos, no podría reprimir el hecho de mirarlo un poco más de la cuenta, y al final eso se haría de notar. Sobre todo porque David estaba en medio de esa situación. Raquel rodó los ojos al escuchar una carcajada de él por encima de las voces de los invitados y apretó los dientes. Escaneando rápidamente el lugar, no tardó en encontrar a Alicia hablando con uno de los camareros. Y, sin dudarlo dos veces, se acercó a ella.

La agarró del brazo justo cuando terminaba de pedir un refresco y tiró de ella, sin miramientos. Sin importarle si arruinaba su outfit. Sin pensar en cuán extraño podía parecer desde fuera que la madrina apartara a la madre de la criatura con vehemencia, delante de todos, para conducirla al lugar más alejado de la gente. Eso sí, intentando no llamar mucho la atención.

—Raquel, ¿Qué haces?

Alicia se soltó del agarre, mirándola extrañada. Llevaba su preciosa melena pelirroja recogida en una coleta alta que le afilaba los surcos del rostro, en especial sus pómulos. En ese momento, su ceño se fruncía.

—¿Qué hago yo? —Raquel abrió mucho los ojos, cabreada— ¿Qué haces tú? Me dijiste que no estaba —susurró, gesticulando notablemente.

—Y no estaba.

—Pues yo le veo ahí —gruñó.

—Pero te juro que pensaba que no iba a venir... —Desvió su mirada apenas dos segundos, casi imperceptiblemente—. No has visto cómo ha llegado...

—Mientes. Me estas mintiendo. Coño Alicia que sé cuando mientes, que te conozco.

—¿Yoooo?

Raquel la miró con evidencia.

𝐁𝐥𝐞𝐞𝐝𝐢𝐧𝐠 𝐋𝐨𝐯𝐞 | 𝐀𝐔 | 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora