Dos años más tarde.
— Pobre su madre... criar un niño tantos años y que resulte un vago sin futuro.
Llevaba tantos años conociendo a la mujer que estaba hablando que no le sorprendía que dejará de decir lo que pensaba de él en voz baja. Luca llevaba años desde que había dejado de preocuparse por los comentarios inapropiados de las mujeres mayores, de las miradas de decepción y algunas de temor.
Él solo podía disfrutar del suave sol con los ojos cerrados mientras estaba acostado en la banca del parque, mientras sostenía en el bolsillo de su sudadera negra la correspondencia que su madre le había encargado recoger como todas las semanas ese día. Aprovecho esos instantes antes de que el sol se cubriera con una nube para sentarse lentamente y sacar la correspondencia de su bolsillo.
Jamás le había importado realmente eso, pero había algo diferente en la entrega de esa semana. Paso carta por carta, revisando el destinatario de cada una, cartas dirigidas a su madre, algunas para su hermano mayor, muchas aún tenían el nombre de su padre. Pero al encontrar su nombre en el paquete más grande fue lo que llamo su atención, más aún cuando el logo en la esquina del sobre hizo que un nudo se formara en su garganta.
«Knox, Luca»
Fue en ese momento donde cada una de las mentiras que le había contado a su madre y la forma en la que se había mentido a si mismo comenzaron a caerle encima. Tanto la postulación a la universidad para la carrera que quería seguir, como las veces que había desaparecido para hacer las audiciones que le habían pedido.
Rasgo el sobre con los dedos temblando, esperando que solo fuera la carta de rechazo, pero al leer solo tres líneas sintió como su mundo se venía abajo. Era la carta de aceptación, al igual que la información del campus y los dormitorios, donde los números que aparecían eran mucho más de lo que ganaba en un año completo en varios trabajos de mala fama.
Agolpo todos los sobres menos ese en su bolsillo, mientras su cuerpo caminaba en automático hacia su casa que no estaba mucho más lejos de aquel parque en mal estado. Apenas pudo divisar su casa, noto como su madre estaba en la entrada de esta barriendo lentamente mientras le sonreía a un vecino con el cual parecía que tenía una conversación interesante, pero su sonrisa se volvió más radiante al momento que vio a su hijo.
Luca pensó en los momentos que, a lo largo de su vida, tal vez demasiadas veces, había soñado con cosas demasiado elevadas para el tipo de vida que estaba destinado a vivir. Más aún cuando con su madre tuvieron que cambiar de casa a una mucho más pequeña, alejada y deteriorada, en ese momento supo que cualquier sueño sería solo eso, un sueño.
Cuando sus pasos lo llevaron a la puerta principal de su casa, su cabeza solo podía hacer cuentas de la cantidad de dinero que necesitaría y terminando por comprender que ese sueño era una simple pesadilla. Ni con una beca lograría costear con sus ahorros el resto. Y antes de poder notarlo su cuerpo lo había dejado frente a su madre.
— Me aceptaron en OU. Y yo no sé cómo voy a pagarlo. ―Llevaba demasiados años siendo fuerte delante de aquella mujer, no podía negar con la cantidad de emociones agolpadas en su pecho y los pensamientos en su cabeza, se sentía el mismo niño que alguna vez fue.
— Luca, mi adorable niño, encontraremos una solución.
Y él realmente quería creerle, bañarse en su actitud positiva y en la calidez de sus palabras, pero le parecía extremadamente difícil poder estar convencido de ello. Es que ella no había hecho preguntas o criticado sus sueños, solo lo estaba alentado a llamar luego de dejar el teléfono en sus manos. "¿Qué puedes perder con hacer esa llamada?".
El tono de espera sonaba haciendo que se mareara, y su imaginación comenzó a volar hacia una habitación tan pequeña y deteriorada, donde no hubiera ventanas y casi ni entrara una cama. Podría ser feliz con ello.
Luego de explicar su situación financiera, y que la otra persona revisara su admisión, el silencio se vio interrumpido por algo que no esperaba escuchar.
— Señor Knox, hay una posibilidad para su ingreso sin costos, pero es extremadamente particular la situación.
Su mirada quedo puesta en un punto fijo de la pared que estaba delante de él, no era porque la pintura se hubiera agrietado, porque de eso estaba seguro se había acostumbrado hacía años, pero la voz de la joven tratando de explicar como se había abierto la posibilidad y cuales eran los requisitos lo habían dejado absorto en sus pensamientos.
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Ángel
RomantizmSer jóvenes e inocentes podría ser una de las mejores excusas para tomar malas decisiones. Pero existe una edad donde la noche deja de encubrir las cosas que se quieren olvidar, y los monstruos no se desvanecen con la luz del sol. Hana lo sabía muy...