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Cabe destacar que, por más intentos que el príncipe intentara hacer para dormir, el cansancio no llegaba a él. Resaltando que se encontraba en el territorio enemigo a merced de quienes le atacarían por cualquier baja de guardia. 

Las almohadas y sábanas, teñidas en un agradable frío que le proporcionaba el ambiente por medio de sus ventanas, no fueron suficientes para hacerlo entrar en sueño.

Prontamente, Mao anunció su llegada teniendo al sol en su tierno esplendor, iluminando su rostro con un dulce calor para iniciar el día.

Su puerta fue tocada suavemente, seguido por un susto por la intromisión poco después de los golpes. Una mujer de cabello negro que cubría sus ojos le dio una respetada reverencia al entrar a su alcoba.

—Buenos días, alteza. —saludó con voz suave — Lamento interrumpir su sueño con mi presencia, sin embargo, debo de avisarle del inicio de su itinerario de hoy.

—Buenos días, —contestó incómodo ante el actuar de la mujer, en su reino nadie entraba a sus aposentos sin permiso — Puedes decirme.

—Dentro de quince minutos dará inicio al desayuno; a las siete en punto se dará su primera lección de caminata nupcial; a las nueve y quince será el ajuste de su traje por parte de la modista real; a las diez y cuarenta será su aperitivo; a las once en punto se le espera para la prueba de maquillaje; a las dos y quice degustará el almuerzo; de dos cuarenta a tres y media tendrá un pequeño descanso para realizar lo que desee; a las tres cuarenta será su preparación de votos; a las cuatro y media comenzarán sus preparativos de vestido, maquillaje, peinado, calzado y demás; a las cinco y media se le presentará ante el pueblo para su recibimiento y, finalmente, a las seis en punto, dará inicio su unión con nuestro emperador.

Internamente, Kyojuro estaba gritando con euforia y angustia al ver todo lo que le tenía esperado solo un día, más el saber que la mujer no leyó absolutamente nada y se lo dijo con fluidez y seguridad.

Su escriba Kanae estaría muriendo de envidia por tal talento nato de hablar sin pausas alargadas y confusiones.

—Te agradezco tu compromiso ante mi itinerario, daré lo mejor para cumplirlo. —contestó poco después.

—Con todo respeto, alteza —dijo ella con un tono de molestia —, debe seguir todo como se lo mencioné para no caer en retrasos innecesarios, hoy es un día célebre para usted y nuestro señor.

La mujer salió de su habitación luego de sus hirientes palabras, con molestia y nuevas sensaciones por descubrir, Kyojuro se cambió las ropas por algo mucho más abrigado, el frío estaba aumentando.

Al salir, tanto servidumbre como nobles se reverenciaban ante su presencia demostrando su importancia en el palacio. Lo gracioso de aquello era que, la mujer nunca le mencionó donde iba a ser su desayuno y terminó por perderse.

La mujer, ya estando en el comedor con su señor, se mordía los labios con disimulo al ver la tardanza de un minuto. El Emperador, observándola de reojo bajo sus gafas, sonrió.

—Nakime —la llamó, asuntandola por su tono —, ¿Dónde está mi prometido?

—Majestad, desconozco su paradero en este instante, le mencioné sobre los retardos y sobre su desayuno...

—¿Mencionaste dónde sería?

Ella no contestó, solo recogió su falda del kimono todo lo que pudo para salir corriendo en busca del príncipe. Soyama en cambio, solo se quedó en el comedor degustando su arroz conservando su sonrisa. 

Nakime encontró al príncipe luego de unos largos minutos en la sala de banquetes que aún estaba arreglándose, era en ese sitio donde se llevaría a cabo la boda debido a su enorme espacio.

La sala principal parecería un establo a comparación de aquella sala. Con rapidez guío a Kyojuro ante el comedor, fueron tantas puertas y pasillos que el príncipe comenzó a marearse.

Al cabo de unos minutos, llegaron al desayuno, Nakime se arrodilló ante su señor suplicando su perdón por su incompetencia y falta de profesionalismo.

Soyama llevó una mano a su cabeza y susurró palabras que Kyojuro no pudo escuchar bien, luego de ello, el Emperador le invitó a tomar asiento en la silla contraria a la suya.

Aguantando la respiración, el príncipe obedeció. El desayuno fue silencioso y tranquilo, extrañamente agradable para los nobles con pasado enemigo.

Por ello mismo, ninguno tuvo la suficiente fuerza para iniciar una charla, ni siquiera una muy común —por no decir estúpida— que involucraba al clima.

Curiosamente, ese momento con el Emperador era el único tranquilo que tendría, Nakime lo arrastró por todos lados debido a su estrecho itinerario y poco tiempo que quedaba para la espantosa y esperada boda.

Sacrificio de amor {AkaKyo} HiatusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora