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Por consiguiente, su mirada fue a dar al enorme palacio labrado en piedra que yacía en lo más alto de una colina. A diferencia de la suya, el castillo tenía un aspecto intimidante y orgulloso. 

El tono azul oscuro combinado a la piedra labrada daba un aire espeluznantemente elegante, los candelabros colgando por cada parte oscura y las telas y banderas con el logo oficial de la corona eran una reliquia.

Lo que nota en el Imperio es la utilización de la roca y tonos azules para detonar su mandato y territorio, en su Reino todos usaban variantes del rojo, blanco, naranja y amarillo, sus viviendas eran elaboradas a base de madera y sus techos los componían ramas de árboles para permitir la entrada del aire.

Con todo este espectáculo visual, le ha quedado claro que su reino estaba en desarrollo aún, el imperio llevaba años de ventaja arquitectónica.

Le entraron celos.

Finalmente había llegado a su destino, el carruaje se detuvo en la entrada principal del palacio, el soldado Gyoutaro abrió la puerta con delicadeza y ayudó a Kyojuro a bajar.

Le dio su hombro como apoyo.

Conservando algo de la molestia por el comportamiento anterior, Kyojuro negó su ayuda y bajó él solo el carruaje, el Capitán y Duque se pusieron a reír a sus espaldas por su comportamiento infantil.

Si fuera su Señor, ya los habría mandado a castigar.

—Majestad —se apresura a decir el Capitán —, permítame acompañarlo a la sala principal.

—Te lo agradezco, Capitán. —responde el príncipe mientras veía al hombre con el ceño fruncido.

Gyoutaro tomó la delantera no sin antes ordenarle al Duque que lleve todo el equipaje del príncipe a su respectiva habitación. Seguidamente, después de una pequeña duda al dejar sus pertenencias a manos de Enmu, prosiguió a seguir al Capitán.

Lo que sabe hasta ahora es: el palacio no es nada igual a sus afueras. Su tamaño por dentro es el doble de lo que aparentaba. Lo más impresionante del todo eran los hermosos ventanales de diferentes colores.

Parecía que estos estaban colocados específicamente en sus posiciones para formar personas, fondos y árboles; habían praderas, amaneceres, atardeceres y noches, a su vez, imitaban un brillo natural de las estrellas, la luna y el sol.

Y la ropa... ¿Quién fue el encargado de tantas obras maestras?

Por mera curiosidad y sorna a sí mismo, miró al piso creyendo que éste no podía parecer igual de costoso que el resto del palacio. La sorpresa fue incrementando al ver su propio reflejo en el suelo.

Al igual que las murallas de separación de terreno, los pisos tenían un adorno de copos de nieve, sus colores eran blanco y azul, acomodados tan miticulosamente que parecía nieve donde pisara. Y la limpieza del mismo reflejaba incluso el mismo techo, los ventanales, las paredes y candelabros de la habitación.

No obstante, su paseo por la sala se vio interrumpido al observar por medio del mismo piso que su guía se había detenido, al levantar la vista y moverse a la izquierda, por fin pudo distinguir la silueta del quincuagésimo cuarto Emperador, quien se encontraba parado en su estrado de forma recta y orgullosa.

Al igual que el resto del castillo, vestía en distintas tonalidades azules un maduro kimono, lo más resaltante era el inmenso saco que llevaba encima de su cuerpo que cubría sus brazos en su totalidad y muy difícilmente distinguía sus pies. Era de un azul profundo con motas blancas y adornos de pelaje blanco en todo el contorno de la misma.

Sin embargo, le llamó la atención su cabello desentonante en un rosa neutro junto con unos tatuajes en su rostro que cubrían mejillas y parte de la frente y una individual hasta la nariz junto a unas extrañas gafas de color plateado brillante que cubrían sus ojos en su totalidad.

—¿Eres tú el enviado para contraer nupcias conmigo? —mencionó en voz relajante y seria, casi imitando el tono de su admirable Rey, el Emperador.

—Así es, majestad. —hace una reverencia mientras el soldado se posiciona en una rodilla y baja la cabeza con honor — Soy su prometido el Príncipe y Ex Heredero a la Corona del Reino del Sol, Rengoku Kyojuro.

Sus voces retumbaron en la gran sala, escuchando las repeticiones de los ecos que daban un ambiente incómodo.

El Emperador sonrió delicadamente ante la respuesta de su prometido.

—Saludos, Rengoku Kyojuro, soy el Emperador quincuagésimo cuarto del Imperio de la Luna, también llamada Imperio Lunar, Soyama Akaza. —el Emperador hace una reverencia — Espero que a lo largo de tu estancia a mi lado, puedas conocer más de nosotros de lo que en tus libros ancestrales saben. Por ahora, Gyoutaro te llevará a tu alcoba, descansa lo que puedas para la llegada la octava vigilia.

—Sí, majestad. —contestó el príncipe con una extraña sensación en su pecho, jamás imaginó que el Emperador de un supuesto territorio bestial lo recibiría tan acogedoramente.

Aún que, si lo piensa, debería ser por su pronto matrimonio, la Reina le comentaba en su tierna edad que las personas tienden a esconder rasgos individuales al conocerse entre sí.

Quizá sea aquello.

Gyoutaro se puso de pie y, tras una reverencia hacia su Emperador, siguió su camino hasta los aposentos reales. Kyojuro lo imitó dando una reverencia.

La acción le devolvió la sonrisa al Emperador, no creyó que el príncipe reverenciara su persona; a él, su supuesto enemigo.

—Enmu hizo bien. —pensó mientras cubría su sonrisa con su enorme manga del saco y veía el camino que tomaban su Capitán y prometido.

Kyojuro, al llegar a su habitación, quedó impresionado aún más por su decoración, respetaba en su totalidad sus colores de su antiguo Reino. Combinaban tan perfectamente entre sí que le recordaba a su hogar a excepción de la cama, cortinas y muebles.

—Tiene suerte, alteza —escuchó de Gyoutaro a sus espaldas —, le ha interesado.

Para hacer un poco aterradora la escena, el Capitán cerró lentamente las puertas de la habitación dejando como última vista su mirada penetrante y sonrisa burlona.

Tardará en acostumbrarse a ese trato.

Sin mencionar que, ahora, debía mantener su reputación con el Emperador Soyama y no masacrarlo a golpes por su osadía hacia su pueblo y Reino.

—Será difícil. —susurró antes de tirarse boca abajo en su, curiosamente, cómoda cama.

Sacrificio de amor {AkaKyo} HiatusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora