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Tras aquella inesperada escena conformada por los Emperadores, día tras día podía verse al par más unidos a comparación de sus primeras interacciones. Sin embargo, lo que ignoraban era cómo el otro los veía.

Mientras Soyama lo estaba tratando como se refiere a su pareja, Kyojuro en cambio vió en él una familia más, no necesariamente lo trataba como su esposo, si no como un amigo al que debía acostumbrarse.

Y, debido a su inexperiencia en el amor, Kyojuro consideraba a sus manos entrelazadas con las de Soyama una muestra de afecto amistoso, por el contrario, el Emperador solo sabía aquello para demostrar su afecto.

Ignorantes a los pensamientos del otro con demostraciones afectivas, siguieron un juego de papeles que no denotaba quien era quien en cuestión de posiciones de su relación.

Aún así, los ajenos a ellos los admiraban como una auténtica pareja. Suspirando con añoranza por parte de las féminas y con orgullo por los caballeros.

Soyama empezaba a incluir a Kyojuro en sus planes, en las juntas con los soldados, firmas de peticiones, solicitudes de los pobladores, principalmente.

Kyojuro no podía ser más feliz, se sentía unido a su nueva nación, tanto así que, al cabo de tres semanas, mandó a cambiar cada color de su alcoba, los tonos del fuego fueron reemplazados por los de la luna.

No fue hasta una salida con su maestro que se percató de su error.

Douma y Kyojuro se encontraban de paseo en los alrededores del palacio, no se alejaban tanto debido a la aún recia relación con el pueblo y el Empetutriz.

Cuando estaban cerca de adentrarse al castillo, Kyojuro divisó a la lejanía a una —desde su perspectiva— numerosa familia de seis integrantes, cuatro niños y dos adultos que araban la tierra.

El verlos reír le trajo recuerdos de su amada familia. A la cual, había reemplazado por completo.

Douma, al verlo tan atormentado viendo aquella familia, se acercó con cautela y le tocó el hombro con su inseparable abanico.

—¿Todo bien, alteza?

Kyojuro lo miró por unos segundos, en seguida, Douma pudo identificar que algo no andaba bien en absoluto.

—¿Alteza?

—Maestro ¿Qué he hecho?

Entonces, lágrimas llenas de dolor y culpa salieron de los preciosos ojos del Empetutriz, Douma, son saber qué hacer, se atrevió a abrazarlo y conducirlo hasta Soyama para una charla de comprensión.

En el camino, Kyojuro no podía dejar de culparse por su actuar tan infame, se atormentaba por romper su compromiso con su Reino, con su gente, sobretodo, con su familia.

¿Cómo había olvidado tan rápido todos aquellos años que convivió con sus padres, con su amado hermano, todas esas veces que sonrieron, aprendieron, rieron juntos, no eran nada? ¿Bastaron solo tres semanas para darse cuenta que todos los valiosos recuerdos de su familia eran menos a comparación de tener un esposo?

—¿Kyojuro? —escuchó de repente, al alzar la mirada, identificó de inmediato que era la habitación de Soyama. Kyojuro pudo sentir que lo miraba con preocupación.

Pasando de alto que lo había llamado por su nombre otra vez, se atrevió a alejarse de su maestro y abrazarlo en busca de afecto y comprensión.

Luego de unos dificultuosos minutos al intentar calmar al Empetutriz, por fin supieron la razón de su amargo llanto. Soyama y Douma se miraron con cierta confusión.

—Alteza, si quería mantener contacto con sus allegados, pudo pedir una oportunidad de mensajería. —comunicó Douma, abanicandose lentamente.

—Estoy consiente, pero no creí accesible la opción por mi pronta llegada y desconfianza. —respondió Kyojuro con la voz algo dañada debido al llanto.

—No te negaría nada —se apresuró a decir Soyama —, ahora eres mi familia y como tal, todo lo que me corresponde, también es para ti.

Antes de que Kyojuro pudiera responder, el Emperador se dirigió a su ventana y, colocando sus manos en sus labios, realizó un ruido muy extraño que tomó por sorpresa al Empetutriz.

Douma rió bajito ante la acción de su señor.

Rápidamente una extraña criatura de tamaño medio y plumaje negro, se posicionó en el antebrazo que Soyama había estirado con anterioridad.

Kyojuro quedó maravillado con el desconocido animal y se acercó con cautela para evitar espantarlo.

—Ella es Yukijime —dijo el Emperador con una gran sonrisa, casi de orgullo —, es la mensajera del castillo, ha estado en esta posición dos generaciones, fue la especie mensajera de mi padre y él me la heredó a mi.

—Es preciosa. —halagó Kyojuro luego de unos minutos de silencio.

Yukijime se pavoneó un par de veces acomodando sus alas y plumas provocando que soltara algunas, Kyojuro no dudó en recojer una para saber su textura. Nunca había visto una especie así.

—Y —continuó —, ella puede llevar las cartas que quieras a tu familia.

Kyojuro se quedó estático ante la mención de su familia, miró a Soyama con incredulidad mientras él sonreía dulcemente.

Sin mas qué decir, se atrevió nuevamente a abrazar a su esposo siendo correspondido de inmediato, Yukijime salió volando para colocarse en el hombro de Douma.

Las lágrimas salieron por parte de Kyojuro, no creía que Soyama fuera tan amable de entregarle la oportunidad de entablar una conversación por mensajería con su familia.

No pensando en sus acciones, tomó las mejillas de su esposo entre sus manos para luego, darle un corto y fugaz beso.

—Gracias. —dijo lleno de entusiasmo.

Seguidamente, permitió que el ave tomara lugar en su antebrazo, con algo de nervios salió de la habitación de Soyama y se dirigió al suyo.

Solo cuando Douma y Soyama se quedaron en completa soledad, el Emperador reaccionó cayendo bruscamente en el suelo de su pieza. Su Consejero rió entre dientes al ver la inocente reacción de su señor.

Sacrificio de amor {AkaKyo} HiatusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora