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Acabada la fiesta, cada invitado fue retirándose hasta alcanzada media vigilia de Dzhu; contentos, llenos y alegres fue como se despidieron de sus Emperadores, quienes agradecían sus asistencias con una reverencia.

Varios niños se acercaron al Empetutriz, quien, encantado con los menores, los cargó en brazos y bromeó con ellos como si fueran su propia familia. Incluso las propias madres y padres quedaban maravillados con el comportamiento de su nuevo gobernante.

Algunos de los pequeños recalcaban su extraña cabellera, ojos y cejas, Kyojuro, con todo orgullo mencionaba que eran parte de su linaje noble, una distinción que solo la realeza portaba.

Acto seguido al solo quedarse la familia noble y servidumbre, los Soyamas eran acompañados a sus aposentos por el Consejero real provocando un ambiente incómodo para los Emperadores.

En el silencioso camino, Soyama se desvío a una habitación de dos puertas, antes de abrirla se volteó hacia Kyojuro para luego decir:

—No es necesario que compartas alcoba conmigo, cuando te sientas preparado para dar ese paso, llama a mi puerta.

—Añado que —interrumpió Douma mientras movía su abanico —, sus aposentos permanecerán vigilados mientras pernocta con el objetivo de no dejarlo a merced de gente extraña, será vigilado por todos sus puntos de acceso sin interrumpir su privacidad, alteza.

—Sí, eso también. —continuó Soyama con molestia — Descansa.

—Gracias. —contestó Kyojuro tímidamente — También descansa.

Kyojuro se dirigió a su habitación y cerró su puerta, en ello, dos soldados llegaron e hicieron guardia en ésta. Douma se cruza de brazos admirando el gran trabajo de Gyoutaro como Capitán.

—Gyoutaro hace un trabajo excelente, ¿Eh, Akaza-dono? —preguntó luego de ver a su Emperador entrar en sus aposentos.

Lo siguió sin un apice de pena en espera de su respuesta, pero al pasar los minutos solo obtuvo suspiros llenos de derrota y arrepentimiento.

—¿Sucede algo, alteza? —volvió a preguntar.

—De no ser por ésta tontería pacifista, ahora mismo estaría en camino al mar.

—¿Oh? —dijo el Consejero sonriendo vaciamente — Alteza, ha encontrado un buen partido ¿Cómo ha podido echar hacia atrás todo lo planeado?

—No voy a negarte su atractivo, pero cuando Enmu mencionó un matrimonio juraba por todos mis ancestros que me traería a una mujer. —dijo Soyama tomando asiento en su gran cama.

—Hasta ahora, no he conocido a una mujer con una apariencia tan brillante como la de su Empetutriz.

—Proviene de la nobleza, tiene modales similares a los míos, protocolos con igual similitud, pero distinta naturaleza y educación.

—¿Cree que será un problema? ¿Qué es lo que más le afecta de su Empetutriz?

—Hasta ahora no he logrado identificar algo de mi desagrado, no obstante, he visto que toma confianza muy rápidamente y es abierto a opiniones de m... —se corrigió Soyama — nuestra gente. Podría llegar a afectarle en un futuro.

Douma hizo una mueca pensativa al escuchar a su señor, cerró su abanico con fuerza al tener una idea y, tomó asiento junto a Soyama, molestándolo.

—¿Le parece bien si le enseña y educa con nuestro folklore? Con un maestro a su lado, adquiriría más información de la que porta actualmente, conocería sobre nosotros.

A pesar de portar sus gafas, Douma pudo jurar que los ojos de Soyama portaban un brillo lleno de entusiasmo y emoción.

—¡Eso es, necesita un maestro! —el Emperador se levantó de su cama dejando solo al Consejero.

—Por supuesto. —contestó él volviendo abrir su abanico.

—¡Alguien que lo acompañe!

—Acertadamente, alteza.

—¡Eres un genio! —Soyama se volteó a él.

—Claro que lo soy. —respondió Douma con ligera arrogancia.

—Por eso, serás su maestro.

—Con mucho gus... ¡¿Qué?! —Douma dejó caer su preciado abanico y se levantaba de su cómodo lugar. —¿Yo porqué?

—Porque eres un genio, fuiste educado con lo más novedoso en información de nuestro Imperio y, ya es hora de que demuestres lo que sabes. —le dijo Soyama mientras se cruza de brazos y sonreía con sorna — Dejo a mi esposo en tus manos.

Finalizada la charla, y por más intentos que el Consejero hiciera para retomarla, Soyama empujó a su mano derecha fuera de su alcoba, cerró sus puertas con candado para impedirle el paso y lo dejó con las palabras en la boca. Douma injustamente no podía recriminar nada a su Emperador.

—Bueno... Supongo que he conseguido un sucesor. —se dijo el Consejero.

En su solitaria caminata hacia su habitación, no hacía mas que recriminarse por ser presumido con sus habilidades. De todas las situaciones anteriores que había alardeando de su sabiduría, ahora era que realmente debía de demostrarla.

Y con el esposo de su señor.

Sacrificio de amor {AkaKyo} HiatusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora