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A la llegada de la tarde, seguido de una junta general que involucraba la servidumbre y puestos altos de la nobleza, el anterior Príncipe Heredero, Rengoku Kyojuro, estaba listo para partir.

Su hermano menor, el príncipe Senjuro, debía de ser sujetado por su mucama de confianza para no interrumpir la partida de su hermano mayor.

El príncipe, al ver a su hermano con el corazón y alma rota, quiso quedarse con él hasta hacerlo entender que todo lo que pasaba era parte de su carga como heredero.

Una responsabilidad que solo él debe cargar.

—¡Mantén tu corazón ardiendo, Senjuro! —el pequeño, quién ahora llevará el título de primogénito, detuvo sus desesperados intentos de liberarse al escuchar la orgullosa voz de Kyojuro —, ¡Aun que no me tengas a tu lado, quiero que sepas que estaré orgulloso de lo que logres en mi nombre!

Con el corazón quebrandose, Kyojuro dio una última sonrisa a toda su familia de sangre y nombre, antes de subir a su carruaje designado para empezar su camino.

En ese instante, cada uno de los que conformaban el palacio real admiraban con tristeza y orgullo cómo se marchaba el príncipe.

Los más afectados a este inesperado suceso eran sus familiares de sangre, que, pensando que su primogénito lograría acabar con la masacre, no tomaron precauciones por si alguna vez esta situación lograba presentarse.

La Reina, aflijida, levantó el pañuelo que portaba en su cuello al aire y despidió a su hijo con una cara serena. Quienes la acompañaban no soportaron las lágrimas y volvieron a romper en llanto, incluso el Rey.

Kyojuro, al ver el detalle de su progenitora, no hizo más que sonreír de una forma infantil mientras las lágrimas también lo consumían.

El Duque, que era el encargado de acompañar a su majestad por todo el camino, se acomodó en un rincón del vehículo para evitar todo contacto emocional.

Presenciar tantas emociones en un solo día era muy incómodo para él, no estaba acostumbrado a todo un circo de esa clase.

El trayecto a su nuevo hogar fue eterno y entretenido al mismo tiempo, para alguien que no salía del pueblo, o siquiera del castillo, el conocer nuevos horizontes y mundos lo expresaba como quitarse una venda de los ojos.

Enmu lo veía muy confundido, su propio señor salía de su palacio de vez en cuando, detestaban estar encerrado por un largo periodo de tiempo, aún estando fuera, no olvidaba sus deberes reales y se los llevaba con él a donde iba.

—Duque ¿Qué es aquello a la lejanía? —preguntó el príncipe al ver por la ventana derecha luego de estar casi todo el viaje observando a la izquierda.

Enmu, siguiendo la mirada del príncipe, divisa una hermosa costa pesquera pintándose de los tonos del atardecer: naranjas, morados, azules y más tonalidades oscuras.

—Eso es el mar, alteza. —responde con obviedad.

—El mar. —el príncipe se recuesta en el respaldo de su asiento sin separar su mirada de la hermosa escena — Me gustaría ir.

—Mi señor ama venir aquí, quizá si le pregunta lo deje acompañarle.

Entonces, el ex heredero parece recordar el significado de su viaje, su emoción por el mar se ha esfumado dejando a su paso una mirada desalentadora y melancólica.

—Sí...

Seguidamente, el viaje fue tranquilo, al cabo de la pronta finalización de la primera vigilia, fue cuando Kyojuro pudo apreciar el pueblo que se convertiría en el suyo.

El Duque, emocionado al reconocer las zonas, acomoda sus ropas y cabello lo mejor que puede, a ojos de Kyojuro, pareciera que quiere impresionar a alguien.

Poco después, el carruaje llega a la puerta de separación, una enorme entrada de madera rodeada de piedra labrada y adornada, quizá el mejor escultor del reino pasó años fabricando esos bellos grabados de copos de nieve en la roca.

La puerta del carruaje se abre abruptamente interrumpiendo la admiración de Kyojuro a las paredes, el hombre que aparece tiene una apariencia verdaderamente fea, su pecho y hombros están cubiertos por una armadura azul, y da una mirada crítica hacia Kyojuro.

Una de arriba a abajo. Y eso lo ofende.

—Es bonito. —dice el soldado.

—¡¿Verdad que si?! Te dije que estaba a la altura. —contesta el Duque con cierta emoción en su voz, el príncipe no había visto así al hombre — ¿Crees que le guste?

—Posiblemente, aunque no le atrae lo llamativo, es más serio.

El ex heredero cruza sus brazos y frunce el ceño ante los comentarios despectivos hacia él, nunca se había sentido tan ofendido.

—Majestad —le habla Enmu —, este es el Capitán de las armadas imperiales, Gyoutaro, será el encargado de llevarle con nuestro Señor.

—Andando, alteza, deberá dormir lo suficiente si quiere tener energías para la boda.

Nuevamente lo ha golpeado la realidad de su asunto, como Príncipe, su deber en el Imperio debe ser contraer nupcias con el Emperador para así liberar a su amado pueblo de la catástrofe de la guerra.

—Estoy a su cuidado. —dijo sin quitar su ceño fruncido y actitud recta.

Gyoutaro sonríe de una forma indecifrable para Kyojuro, al estar rodeado de gente que no ocultaba sus emociones hacia él, aquella mueca era meramente fresca.

Entonces, las enormes puertas se abren y por fin deja ver el Imperio al que tanto temía, pero todo dio un giro inesperado al ver a la gente activa como lo hacía la suya en el pasado, cuando la fatiga y terror no les robaban el sueño.

Enmu observó al príncipe adquirir una cara de sorpresa, él junto al Capitán que los acompañaba a galope, rieron ante las muecas del anterior heredero del Sol.

Para Kyojuro estos nuevos escenarios rebasaban todo lo que se le inculcó, ¿Cómo le explicaría a su honorable padre que los soldados no andan con pieles de presas previas, a su amada madre que las flores son igual de maravillosas que las de su jardín, y a su querido hermano que las nubes nocturnas lucen igual de esponjosas?

Los escritos de sus antepasados no le hacen justicia a lo que le enseñan sus ojos, pareciera una falta de respeto a toda la hermosa vista y sensaciones que produce el ver tanta alegría y prosperidad.

Se dio cuenta que ambos reinos eran exactamente igual en cuestión de gente y actividades, por el contrario, los pobladores no le prestaban atención o, más bien, parecía que lo ignoraban.

En un principio, el actuar de aquellas personas no le pareció importante, no obstante, debía ganar sus corazones si iba a convertirse en el nuevo gobernante del Imperio.

Sacrificio de amor {AkaKyo} HiatusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora