Capítulo 22. - Ella regresó.

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Lexa.


Estaba paralizada del miedo. De la vergüenza. De la impresión. ¿Cómo era posible que alguien del círculo de Clarke conociera mi nombre? ¿Qué probabilidad había que alguien entrase a esa oficina justo en el momento en que estábamos desnudas? ¿Qué posibilidad había de que alguien de mi familia o qué conociera mi identidad real apareciera en ese momento, en ese lugar y en esa ciudad?

—Señorita, ¿Puede darnos un poco de privacidad? — La voz de Clarke me salvó de entrar en una decadencia tremenda. — Creo que son obvias las razones por la que la queremos.

—Di...di...disculpe. — Tartamudeó esa persona. — Yo...yo las dejo.

Yo seguía aferrada con fuerza al cuello de Clarke, intentando esconder mi rostro y mi cuerpo; sentir que sus brazos me rodeaban con fuerza me hacía sentir un poco más segura, el hecho de sentir su cuerpo envolviéndome me hacía sentir protegida del mismo mundo.

Creo que no había tomado aire desde que escuché mi nombre salir de los labios de alguna extraña que decía conocerme. Ella seguía calma, tanto que llegaba a desesperarme, sobre todo por el hecho de que sus dedos seguían pasando de arriba abajo por mi espalda en suaves caricias que me sedaban en un momento en el que quería estar completamente cuerda.

—Princesa. — Rompió el silencio con cautela, yo solo apreté mis manos en su espalda. — Princesa ¿Conocías esa voz? — Negué con cautela, intentando encontrar alguna explicación lógica de que alguien siguiera conociendo el nombre de Lexa y no ese alter ego que había creado el Hada Madrina. — Princesa, por favor, mírame.

Sus manos tomaron con especial suavidad mis costados, despegando nuestra piel y conectando nuestras miradas en una silenciosa conversación que ayudaba a calmar los gritos en mi cabeza. Ella tomó mis mejillas con suavidad, besándome de manera pausada, como si el solo hecho de tocarme me fuera a romper, como si el hecho de que respirara cerca de mí me fuese a causar un daño irreparable.

—¿Quién era? — pregunté.

—No lo sé, mi amor. — Esta vez, sus manos acariciaron mi cuero cabelludo. — Pero podemos averiguarlo. — Asentí temerosa de encontrarme con algún fantasma de un pasado que quería olvidar y que no quería tener de vuelta. — Vamos a vestirnos para averiguar quién es ella. 

—Tengo miedo. —Susurré con voz temblorosa. — Tengo mucho miedo, Clarke.

— ¿De qué, Clarke?

La sentí abrazarme con cuidado, como si quisiera espantar todos esos fantasmas que me estaban bailando sobre la cabeza; esa manera delicada de tocarme, de acariciarme, estaba haciendo estragos directos en mi corazón, instaurando esa calidez en el centro de mi pecho que me parecía irreal.

—Tengo miedo de que sea una de las chicas que vivía conmigo en esa casa. — Cerré los ojos al recordar los llantos de una niña que recientemente había sido separada de sus padres. De cómo los llantos eran la música que se escuchaba en la noche. — Tengo miedo...tengo miedo de que me quiera llevar de nuevo allá.

No sabía que tenía un miedo horrible de que me separaran de Clarke para devolverme a ese lugar horrible, que me arrebataran la felicidad para volver a tratarme como una muñeca que está sobre un pedestal para que cualquier degenerado creyera que tenía el derecho de tocarme o de tratarme como un juguete; tenía miedo, muchísimo miedo que alguien me rompiera el corazón separándome de lo más bueno que había tenido en este último tiempo, a Clarke Griffin.

—Princesa. — Sus manos levantaron mi mentón con cuidado, dejando nuestros labios a un milímetro de distancia. — Yo nunca permitiré eso, nunca permitiré que te arranquen de mi lado.

La Bella y la Bestia. (Clarke GiP).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora