Capítulo 54. La comandante.

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Lexa.

Me temblaban las manos y el cuerpo completo, me sentía tan vulnerable sin ella y apenas habían pasado 8 horas desde que se la habían llevado. Lo primero que había hecho, es que había avisado a Raven y a sus padres, luego tocó llamar a sus hermanos, por ende, esto implicaba que Octavia y Anya también terminaban enteradas de alguna manera, así que decidí ahorrarme los gritos y las llamé.

A estas horas, todos estaban en casa, incluso el pequeñito Ricky de Octavia y Lincoln; se había formado un bullicio que apenas lograba hacerme escuchar mis pensamientos. Por suerte, los niños estaban encantados con que su primito mayor estuviera en casa, así que se habían pasado horas en charla de bebés, en ese idioma comprensible que apenas se reconocía y luego, decidieron recurrir a la tan preciada siesta reparadora de energías.

El ruido se estaba haciendo insoportable y ensordecedor, casi hasta el punto en que las palabras se mezclaban y hacían un enredo poco legible para cualquier mortal que intentara comprender, hasta que esa mera palabra logró traerme de vuelta.

—¡Delincuente!

—¡Clarke no es una delincuente! —Espeté golpeando la superficie rasa del escritorio de caoba tallada. — Ella está en esto por mí y ustedes deben sacarla. — Pensé en las muchas veces en que ella estuvo tras este escritorio, mandando a medio mundo a hacer su trabajo, o las veces en que el papeleo pasó a segundo plano porque ella estaba demasiado ansiosa por hundirse en mí. — Los llamé porque Clarke está en peligro y de una u otra manera, ella siempre nos ha salvado de todo, es hora de que le devolvamos el favor.

—Nadie está diciendo que tu esposa sea una delincuente, Lexa. — Susurró cautelosa su madre. — Es mi hija y sé que ella no es responsable de nada de lo que la acusan. — Comprensiva, ella tomó mi mano y la acarició como si fuese a quebrarme. — Pero a ella la tratarán así allá adentro, lo harán. La condenarán como si ella te hubiese tenido en contra de tu voluntad y la tratarán como una alimaña. Porque dentro de la cárcel, los presos tienen sus propios códigos.

—Entonces. — Gruñí apretando los puños al ver que nadie hacía nada. — ¡Dejen de gritarse como si tuvieran todo el puto tiempo del mundo y hagan algo por mi esposa! — Todos guardaron silencio de la nada, mirándome con los ojos demasiado abiertos como para ser sano. — Deberían dejar de culparse los unos a los otros por lo que no hicieron y podrían comenzar a trazar un plan para sacarla de donde está.

—Lo siento. — Se escuchó al unísono.

—¡Podrían poner sus cabezas de genios financieros y de abogados para que mi esposa no siga en ese lugar!— Grité irritada, sintiendo la rabia defender a cada grito que salía. — ¡Deben tener algún pan, demonios!

—Perdón, señora. — Se escuchó de nuevo al unísono.

¡Vaya! De verdad que sentarse en la silla de Clarke tenía una especie de poder especial; hacía entrar la altanería y la capacidad de mandar como rey. Acaricié suavemente la superficie de su lindo escritorio, imaginando los miles de veces que ella se quedó aquí, trabajando hasta tarde y entonces, recordé lo que ella me había dicho.

—¿Clarke te dijo algo? — Preguntó tranquilamente Raven, mirando algunas de las carpetas sobre el mismo escritorio. — ¿Logró hablar contigo antes de que se la llevaran?

Abrí el segundo cajón, en donde ella había indicado que tenía que revisar. — Ella me dijo, revisa el segundo cajón. — No dije lo del fondo falso, solo deslicé suavemente esa placa que escondía el fondo hueco y saqué unas carpetas que estaban ahí. — Que viera los papeles que estaban ahí escondidos.

La Bella y la Bestia. (Clarke GiP).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora