Ajedrez

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Aunque Emma no le volviera a pedir que le ayudará con Norman, podía saber que ella se sentía ansiosa por él, Ray sabia que era natural, Emma aun no estaba desligada del mundo, y su mejor amigo resentía su muerte, pero solo el tiempo lo curaría todo.

─Es martes─ El susurró incesante a su lado no lo dejaba concentrar, Ray ya sabía que era martes, los días con Emma solo se prolongaban y la chica parecía muy cómoda con él, Ray empezaba a pensar que jamás se iría de su casa.

Por eso estaba allí, buscando libros sobre la vida más allá de la muerte en la biblioteca de su escuela.

Ray ignoraba a Emma, quien caminaba a su alrededor, con los nervios a flor de piel, pero él trataba de ignorarla lo más que podía.

─Es martes ─ El susurró de nuevo fue escuchado.

Ray se cansó, y soltó un largo suspiro, cansado.

─Si, ya sé que es martes ─ Ray le reprendió levemente, sobresaltándola.

Emma le dio una mirada incomoda, ella ya estaba nerviosa, y no necesitaba que Ray la reprendiera, el pelinegro la vio hacer un puchero, mientras un par de lagrimitas se asomaban por sus ojos, aquella visión no le gustaba al chico, no le gustaba ver a Emma triste.

─Muy bien, ¿Qué tiene que sea martes? ─ Decidió rendirse, Emma solo miró hacía abajo, sin querer contestarle nada ─ Emma ─ Llamó su nombre, lo cual hizo que ella levantará la mirada, un poco más calmada.

─Los martes cada ocho días, Norman y yo jugamos ajedrez en el salón del té ─ Emma le explicó, con voz contrariada y dudosa ─ Seguro... esta esperando ─ Ray escuchó la causa de su ansiedad.

─¿Qué pretendes que haga? ─ Ray ya sabía lo que le iba a pedir, pero aun así, vio a Emma temblar.

Ella volvió a agachar su mirada, mientras dos lágrimas salían de sus ojos, aquello lo hizo sentir algo de pena, levantó su mano, para alcanzar una de sus lágrimas en su mejilla, y la limpiaba con cuidado.

─Esta bien, iré ─ Ray se resignó, simplemente... no podía verla así.

Emma era un ser incorpóreo, ella ya no tenía a nadie más que a él, la única persona que podía verla y con la que podía hablar. Pero sabía que acercarse a ese chico solo significaría problemas.

Camino con parsimonia por el pasillo, simplemente no quería ir, pero al llegar al salón del té, y rogando porque ese chico no estuviera ahí, se sorprendió al verlo allí. Norman veía las piezas de ajedrez, con una infinita mirada de tristeza, la cual hacía desoladora la escena. Ray soltó otro suspiró.

─Vamos, entra ─ Emma, atrás suyo, le presionó por entrar, incluso colocó su mano en la espalda para empujarlo suavemente.

Ray caminó con suavidad, tratando de que sus pasos no se oyeran, Norman no lo escuchó, y si lo escuchó, ni se inmuto por su presencia, parecía un muñeco vivo, ya que su respiración estaba presente pero su alma no.

Se sentó frente a él, detallando sus facies tristes, sin duda... a él le pego fuerte la muerte de la chica.

─Deberías mover primero─ Ray se atrevió a traerlo a la realidad, señalando las fichas blancas, las cuales estaban del lado de Norman, el chico parpadeó un par de veces, mientras levantaba su mirada hacía el pelinegro.

La sorpresa se dibujo en su rostro, y Ray pudo ver un poco de color en sus mejillas pálidas.

─¿Qué haces aquí? ─ Aquella voz brusca le preguntó.

─Parecía como si quieras jugar, así que... juguemos ─ La timidez de Ray se hizo presente, al sentir sus mejillas rojas, ¿cómo se atrevía a meterse allí?, si no fuera por Emma, él estaría lejos leyendo.

I just wanna disappearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora