Capítulo 8

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Terry sonrió para sí mismo se detiene y se voltea lentamente consiente de quien ocupa esa habitación.

—¿Pensé que aún dormías? buenos días.

—Buenos días, ¿tus padres ya se levantaron?

—Supongo que sí, ¿dormiste bien?

—Sí, ¿y usted?

—Muy bien ¿Y me vas a tratar de manera formal, después de nuestro encuentro tan cercano? Mira —dijo él, mostrándole el rasguño que trae en el cuello.

Candy abrió los ojos sorprendida y algo avergonzada. Terry sonrió divertido y observa a la joven de pies a cabeza, ella viste jeans azul claro y una blusa blanca suelta sobre la prenda inferior, esta descalza y sobre su cabeza trae una toalla que envuelve su cabello.

—Disculpa, es que realmente nos asustamos cuando nos sentimos amenazadas —confiesa ella.

—Está bien, olvidemos lo ocurrido, ¿necesitas algo?

—No, bueno... quizás un café.

—En unos minutos servirán el desayuno, si quieres te muestro la casa y te acompañó al comedor.

—Estupendo, solo dame dos minutos y estoy lista —dijo sonriente, porque era lo que deseaba escuchar.

Terry le presento a Tomasa la encargada de la cocina y considerada de la familia, ella hace muchos años que trabaja con los Granchester.

—¿Terry y esta niña tan linda es tu novia?

—No mi querida Tomasa, ella es Candice White la invitada de mi padre.

—¡Hay! Por gusto me alegre —dijo la mujer desilusionada.

—Cariño que alegría verte en casa, tenías mucho tiempo de no quedarte con nosotros —dice una mujer muy elegante y se funde en una abrazo con el joven.

—A mí también me alegra verte mamá y no exageres que hace una semana cene con ustedes.

—¿Y te parece poco? Y tú debes de ser Candice, que bueno que apareciste nos tenías muy preocupados querida, es un gusto conocerte soy Eleonor —saluda extendiendo su mano.

—Mucho gusto Eleonor, me puede llamar Candy.

—Es un placer conocerte Candy, espero que estes cómoda y cualquier cosa que necesites dímelo por favor, ¿y a ti cariño que te paso? —pregunta ella, al fijarse en la marca en el cuello de su hijo.

Candy se puso nerviosa y pálida.

—No es nada mamá, ayer cuando buscábamos a Candy; de pronto un gato me cayó encima y me aruño el cuello ya sea por mala o buena suerte, pero no paso a mayores estoy bien.

—Deberías vacunarte cariño, quizás era callejero.

—No te preocupes salió de una casa, así que, es doméstico, aunque resulto salvaje el felino —acepta él riéndose.

—Hmmm... esa fue una gata Terry —asegura Tomasa.

Candy unió sus manos un tanto abatida y avergonzada, de paso no sabe si Terry le está ayudando o burlando e insultando —así que, salvaje eh—

—Apareció nuestra invitada fugitiva, buenos días, bienvenida Candice me alegra que ya estes con nosotros, nos tenías preocupados —dice Richard.

—Buenos días, mucho gusto señor Granchester, por favor disculpe las molestias ocasionadas —dice ella, en un todo dulce e impactada por el elegante caballero frente a ella, quizás él estará en sus 60 años o más no podría calcular con exactitud ya que está en perfecta condición física y su imagen es impecable.

—No te preocupes muchacha, somos nosotros quienes te debemos una disculpa, fue nuestro error, lo bueno es que, ya estás aquí luego aclararemos el malentendido, pero por el momento disfrutemos el desayuno ¿deseas que te preparen algo en especial Candice?

—No, gracias, con lo que está en la mesa es más que suficiente.

—Y tú hijo, es grato tenerte en casa.

—Papá, nosotros nos vemos a diario en la oficina.

—Sí, pero allá eres mi socio y aquí eres mi hijo —dijo el padre suavizando su expresión.


Corporativo Granchester

—Entonces si todo está en orden ¿cerramos el trato Candy? —preguntó Richard G.

—Sí, trato cerrado —contesta ella con una gran sonrisa.

Claude les entrego los documentos para proceder con las firmas y luego apareció Lucrecia con unas copas de champan para celebrar la compra.

Candy planeaba regresarse a su casa al tercer día, pero los esposos Granchester le pidieron por lo menos un día más para compensar el atropello inicial, ella accedió y le fue grato conocer los encantos de la ciudad y de visitar a su nueva amiga, que resulto buena persona ya que la busco en el corporativo para comprobar que Candy estuviera bien y le ofrecieron quedarse con el puesto de Eliza, pero con un contrato directo de la cafería del corporativo.


Dos días después

—Gracias por todo Terence —se despide Candice al pie de las gradas eléctricas de la sala de abordaje.

—No fue nada, un placer conocerte y por favor llámame, Terry.

—Está bien, bueno es hora de abordar, te cuidas Terry —dice ella con una sonrisa tímida.

—Tú también.

Terry se queda observando la figura de Candy que se aleja.

—Creo que me enamore de ti, señorita White —murmura él, sonriendo con la mirada.

En ese momento Candy llega al segundo nivel y se voltea, sacude su mano en señal de despedida, adiós leyó el joven en los labios de ella.

—Hasta pronto mi adorable Candy... —contesta él, dedicándole una mirada profunda.


Semanas después

Terry quedo intrigado por la extraña amistad entre los White y su padre, en el momento oportuno le pregunto sobre el interés de él por esa familia, le consta que Richard G. es un genio en los negocios, pero es de pocos amigos igual que él.

Sucede que conoció al padre de Candy hace muchos años, el buen hombre le ayudo un día sin conocerlo en un aprieto personal, y de ahí inicio una extraña amistad, extraña porque nunca se frecuentaron, ni se llamaron, pero coincidieron en algunos eventos y el buen hombre llego a enviarle obsequios como algunas botellas de vino añejo y quesos de muy buena calidad, el vino que recibió es uno de los mejores que ha probado en su vida y la última botella aún la conserva, siempre quiso corresponder el detalle, pero nunca lo hizo y poco tiempo después se entero de su muerte por las noticias.

Se consterno y sintió remordimiento, por no portarse a la altura de ese hombre, desde entonces busco información de su familia, y se logro acercar a Andrea la hermana mayor y a su esposo Edward Wood.

Ignoraba la situación financiera del viñero, hasta que se enteró que vendían una parte de sus tierras, les ofreció financiamiento, pero ellos no aceptaron así que le ofreció comprar las tierras y respetar sus condiciones, el lugar es un paraíso, si va a construir, pero piensa compartir los veneficios con ellos.

—Ya veo, por eso me extraño tu interés en esas tierras —dice el joven.

—Quiero ayudarles y fue la única forma, aunque si ellos me permitieran mi equipo podría asesorarlos para hacer una reestructuración interna y buscar resultados lucrativos.

—¿Y si te asocias con ellos?

—Podría ser, pero no quiero quedar como un aprovechado ya que ese lugar es una mina —dice el hombre mayor.

—Quizás yo puedo encargarme y con suerte todo quede en familia —dijo el joven con una media sonrisa y su padre corresponde de una manera suspicaz, y preguntándose si escucho bien.



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