Bermellón

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Entonces dejas caer tu cabeza, mientras se derraman tus pensamientos a el suelo empastillado, consecuencia de tu desolación y descuido, como las marcas de tus brazos, hay entonces agujas por el suelo, como un bosque metálico y las luces lúgubres en el interior no amenizan el paisaje bukowskiano, quien te viera te cubriría de pies a cabeza con mortajas funerarias sin dudar de tu dolor, quien te viera te creería muerto y no advertiría una realidad que te resulte aún peor, en los sellos, en los vidrios de las ampollas y las grietas del espejo, destellos, destellos rápidos y violentos, y estridentes cómo murmuros del viento, cómo si se abriera la puerta, cómo si fuera tu padre, cómo si fuera tu médico, pero solo son sombras luminosas, y recuerdas que éstas solo, solo de nuevo, el éxito te es ageno y la excitación es tan vaga como un muy viejo recuerdo; inmobil, inerte, tan fuera del mundo, tan lejos del cielo, todo el día sobre tus vértebras en las rejillas, cómo Dante con Virgilio en la vigilia, valle de agujillas impregnadas de hasen, con sus árboles de metales pintados con haikus, con la confortes que perdiste desde el vientre, con el robombante sonido de tu corazón, y el patio débil de tu habitación, manchaste con tu sangre la jeringuilla, ahora, bermellón.

POESÍA ROSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora