Nuevos comienzos

9 1 0
                                    

Elizabeth

Hemos llegado al apartamento que tiene alquilado con los chicos. ¿Cómo he accedido a esto? No puedo echarle la culpa al alcohol, porque no estoy borracha, pero he accedido.

¿Por qué?

Ya estoy cansada de nadar contracorriente. Le amo, no se lo he dicho abiertamente, pero lo hago. Por eso he aceptado a conocer nuestras nuevas versiones de nosotros mismos. En eso tiene razón ¿verdad? Ya no soy la misma que hace cinco años, él tampoco lo es. Eso implica que nos conozcamos nuevamente, que descubramos nuevas cosas el uno del otro. Estamos esperando y preparando todo lo necesario para esta noche. Ava no ha parado de insistirnos en que pidamos pizza y veamos una película, a lo que también se han añadido el resto de integrantes de la casa, y como siempre, se ha salido con la suya.

—Ya se ha duchado. Le he puesto el pijama y está lista —me observa de arriba abajo —¿te has duchado?

—Eh, si. El baño de tu habitación estaba libre, perdón si sientes que he invadido tu espacio.

Niega, acompañado del movimiento de sus ojos hasta ponerlos en blancos.

—No puedo creer que me pidas disculpa por invadir mi espacio —se acerca a mí. De repente, el pantalón corto ya no me parece buena idea, y la camisa de tirantes tampoco. Lleva sus manos a mi cintura, acercándome a su cuerpo —¿te enfadarías si te doy un beso?

—Yo... —me quedo en blanco, sin saber realmente que decir. Un beso, después de mi último beso hace cinco años. ¿Acaso recordaré cómo se hacía? Se acerca mucho más a mí, pero no se lanza como una presa a devorar mis labios. Espera por mi aprobación, pero no le impide rozar nuestras narices y nuestros labios, simplemente el acto de un roce inocente. Ese mismo toque que teníamos al principio del todo. Contengo mi respiración —Alexander...

—Esto me recuerda tanto a nuestro primer beso... —musita —¿te acuerdas?

—Me acuerdo —contesto en un susurro, dejando que se acerque y juguetee con mis labios.

—Te has convertido en una mujer muy fuerte, Elizabeth. Ahora tienes poder propio, pero en este sentido sigues siendo tan pura como el primer día, y eso me vuelve loco.

Una tos falsa nos obliga a separarnos en cuanto estoy a punto de suplicarle que me bese. Es Giorgi, quien lleva las pizzas en la mano, y a su lado está Jack. Alexander se coloca a mi lado, aún con sus manos sobre mí, con una sonrisa, mientras yo estoy completamente sonrojada de que nos hayan pillado en ese momento tan íntimo.

—¿Interrumpimos algo? —pregunta Jack con una sonrisa.

Voy a responder que no, pero Alexander se me adelanta.

—Sí, pero estáis aquí y ya no se puede hacer nada contra ello —fija su mirada en mí —iré a darme una ducha. Voy a cepillar su pelo y a secárselo un poco antes de que venga, ¿está bien? —asiento con una sonrisa —vosotros tratadla bien.

Se va, dejándome con ellos dos. Les sonrío tímidamente antes de sentarme en el sillón. Segundos después me siguen, dejando las pizzas sobre la mesita de café.

—¿Y el resto? —pregunto.

—Estarán en su cuarto o bañándose. En un poco vendrán no te preocupes —habla Jack.

—¿Por qué no hablamos de lo importante? ¿Estáis juntos de nuevo?

La pregunta de Giorgi me hace pensar.

¿Estamos juntos? No. No me lo ha pedido. Tampoco me lo pidió la primera vez, simplemente comenzamos a salir y listo.

¿Es esto igual?

Mi ángel IV "¿Y si fuera para siempre?"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora