Pintándote

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Elizabeth

Me remuevo incómoda, buscando el calor a mi lado izquierdo de la cama, pero no consigo encontrarlo a mi lado. Palpo con mis manos, encontrándome a Ava por un lado, pero no a Alexander por ningún lado.

—Alexander... —susurro. Me acomodo. Estoy justo a su lado, con la cabeza hundida en su almohada, aspirando su aroma. Con los ojos borrosos, recorro la habitación, centrándome en la figura de Alexander, sentado en la silla que antes estaba en la otra esquina de la habitación y ahora está justo frente de mí, con los pies cruzados, centrado en su lápiz y su bloc de dibujo. Un destello hace que mi mirada se desvíe al otro lado de mi habitación. Es una vela —¿Qué haces? —mi pregunta sale con una voz suave. Me acomodo, dejando mis manos debajo de la almohada.

—Shh...Coloca las manos como antes, por favor —hago lo que me dice, aturdida por el sueño. Intento imitar la misma postura de antes —estoy dibujándote. Será uno de los nuevos cuadros de mi colección —me explica en un susurro —es un encuadre perfecto. Me deja verte casi completa.

—Estoy media desnuda —comento con una sonrisilla.

—Lo sé —contesta —anda duérmete.

—No puedes estar toda la noche en vela. Seguro que no has dormido.

Medio sonríe de lado.

—Tienes razón. No he dormido, pero pintarte es mucho más relajante que dormir.

—Anda, ven con nosotras —le hago un hueco, en su propio lado de la cama —mañana es un día especial y tienes que estar descansado —parece pensárselo durante unos segundos —anda, ven aquí.

Desiste. Deja su bloc de dibujo y lápiz sobre el sillón, acercándose a la cama. Se desliza en el interior de las sábanas, y no pierdo tiempo en enrollar mi cuerpo a su alrededor, dejando mi cara en su pecho. Dejo un beso.

—He estado pensando —uno de sus brazos va detrás de su cabeza. Me reincorporo levemente, quedando boca abajo, apoyada en mis codos para escucharle lo mas atentamente que mi sueño me lo permita. Acaricia mi mejilla con su mano libre. Su calor y su palma caliente. Me dejo caer sobre su mano, apoyándome en esta, sintiendo como sus dedos acarician mi mejilla de forma lenta y perezosa —quiero que te cases conmigo.

Parpadeo varias veces, impactada por esa revelación. ¿Acaso he oído bien? ¿Me ha dicho que quiere casarse conmigo?

¿Qué? ¿Cómo va a decir eso en la madrugada? Lo he entendido mal, sí.

—¿Puedes repetirlo? —pregunto, ocasionando que se le salga una pequeña sonrisa, dejando resplandecer sus blancos dientes en la oscuridad.

—Quiero que te cases conmigo.

Dejo de respirar durante unos segundos, procesando cada una de sus palabras y calándola bien dentro de mí.

—¿Por qué?

No lo entiendo. ¿Quiere casarse conmigo?

—¿Me preguntas por qué quiero casarme contigo? —inquiere, burlón por mi estúpida pregunta.

—No te me pongas condescendiente. Es tu culpa por hacerme estas declaraciones a estas hora de la madrugada. Por cierto, ¿qué hora es?

—Las tres y media —su mano pasa de mi mejilla a mi cabeza, acariciando mi cuero cabelludo, haciendo que mis ojos se cierren solos debido a la relajación.

—Creo que estamos demasiado dormidos para tener esta conversación —me inclino hacia un lado, subiéndome apenas sobre su pecho, soplando la vela para que se apague. Le doy un beso en los labios antes de reacomodarme.

Mi ángel IV "¿Y si fuera para siempre?"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora