Mentiras

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Elizabeth

Dios santo...

No puedo dejar de admirar el cuadro. Soy yo... Acostada sobre la cama, tapada hasta el pecho y con el pelo esparcido por la almohada donde mi rostro descansa sobre este.

¿Cómo puede verse de forma tan realista?

Por mucho que lo mire intentando buscar algún defecto al cuadro no puedo encontrarlo. Todo es igual a mí, es como si estuviese mirando una foto, o viéndome reflejada en el espejo.

El pelo, la textura, los colores... Todo es exactamente igual.

—Es asombroso, ¿verdad? — me interrumpe Lucy —nos hemos quedado con la boca abierta. ¿Cómo puede haberte retratado de esta forma casi perfecta? Y todo lo que ha dicho frente a todos... —comenta con voz acaramelada.

—Ha sido muy bonito —comento —todo lo que ha dicho hoy ha sido precioso.

—Estás enamorada hasta las trancas, ¿eh? —canturrea, dándome un golpecito con la cadera —¿no has traído a Ava?

—No creíamos que traerla fuera lo mejor. Es demasiado tarde y no queremos que se sienta tan cansada, pero le prometimos desayunar juntos mañana.

—¿Vuelves a Cambridge mañana?

—Claro. Es fin de año y es el último día que estaremos aquí antes de volver a Escocia.

—Te echaré de menos. Apenas hemos podido estar juntas.

—Estaremos en contacto, lo prometo —me sonríe —¿lo de la fiesta sigue en pie verdad? Hace mucho que no me tomo unas cuantas copas.

—Claro. Estaremos aquí, cuando estén listos para irnos nos vamos. Aquí hay un montón de clubes donde podemos pasarlo bien.

—Hola, buenas noches —esa voz... ambas nos giramos, encontrándonos a Richardson, vestido con un abrigo marrón y unos vaqueros —¿Podría dejarme un momento para hablar con Elizabeth, señorita?

—Eh, claro —contesta, un tanto confusa por la situación —nos vemos luego.

Se despide, alejándose y dejándome a solas con él. Es como si el resto de personas se hubiesen quedado en completo silencio, porque todo a mi alrededor parece desaparecer.

—El cuadro es bueno —se limita a contestar, intentando romper el hielo —tiene un gran talento.

—Sí que lo tiene —comento, centrándome en la obra —es...abrumador.

—Quisiera hablar contigo, Elizabeth —ahí está la verdadera razón por la que ha venido. Solucionar nuestras diferencias.

Hazle caso a Alexander. Escúchale e intenta perdonarle, para apaciguar ese dolor de mi corazón, sobre todo lo que pasó hace cinco años.

—Está bien, hablemos —le miro fijamente, prestándole total atención. ¿Quiero perdonarle? ¿Quiero escucharle o simplemente es por seguir las recomendaciones de Alexander?

—Para que entiendas el por qué hice lo que hice me gustaría contarte una pequeña historia para que lo entiendas —mete sus manos en los bolsillos de la chaqueta —¿te acuerdas cuando nos conocimos por primera vez?

—No mucho, simplemente recuerdo algunas sesiones terapéuticas.

—Cuando te iba a conocer por primera vez no iba solo. Yo... —hace una ligera pausa para aclararse la voz —verás, Elizabeth. Yo tenía una hija, y una esposa.

—¿Qué? ¿Una hija y esposa? ¿Por qué nunca las he conocido?

—A eso íbamos cuando estábamos en el coche, a conocer a la hija adoptiva de Joseph.

Mi ángel IV "¿Y si fuera para siempre?"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora