Epílogo

10 1 0
                                    

Alexander

Una semana después.

Avanzo por las calles lluviosas, sin poder parar de reír.

—¡Quiero saber mi sorpresa! —pide —¡estamos yendo cuesta abajo! Como me caiga y me tenga que casar con un yeso puesto, despídete del sexo por un mes.

—No vas a tener que privarme de estar dentro de ti. Sabes que no te soltaría.

—Me has vendado los ojos nada más salir del apartamento.

—Si no lo hacía descubrirías la sorpresa —me planto frente a la sorpresa —hemos llegado, pero no te quites la venda. No todavía.

—¿Me gustará? —pregunta.

Espero que sí...

—Muchísimo —declaro con seguridad, aunque por dentro sienta todo lo contrario —¿estás lista?

—Sí.

—Bien. Allá vamos —paso mis manos por detrás de su cabeza, desatando la suave tela de satén que he guardado durante tantos años de nuestra cita en el parque por su cumpleaños —ya puedes ver tu sorpresa cariño.

Me coloco a su lado, viendo como parpadea, y se acostumbra a la luz del día. En cuanto parece acostumbrarse y fija su mirada en la casa su rostro palidece.

—No... —susurra —Alexander. Esto es...

—Nuestra nueva casa —completo la frase enseñándole las llaves —Ava y Cassie me han dicho cuanto la adoras y que estabas ahorrando para comprarla. No pude resistirme.

—Dios mío —dice de forma casi inaudible —¡Dios mío! —exclama, esta vez mas fuerte —¡Es la casa azul!

—Así es, cielo —río —es la casa azul —me acerco a ella, pegándola a mi cuerpo —¿te gusta?

—Claro que me gusta, pero por dios Alexander, es mucho dinero. Te habrás quedado sin ahorros.

—No me importa.

—Podría haberte ayudado a comprarla...

—Lo mío es tuyo, ¿recuerdas?

—Y lo mío es tuyo también —enrolla sus brazos alrededor de mi cuello —al menos con el dinero que tengo ahorrado pagaremos las facturas durante un par de años.

Ruedo los ojos. La conozco y sé que es su forma de devolverme el dinero, aunque no lo haga directamente es la que pagará todo lo referente a la casa.

—He visto la casa por internet. Es realmente hermosa, y cada planta es como un apartamento de cuatro dormitorios. Tiene tres plantas, y he pensado que quizás quieras hablar con tus padres. Pueden ocupar una de las plantas. Ya lo he hablado con ellos y quieren hablar contigo primero, pero tu madre me ha dicho que Escocia es demasiado frío, pero que nos visitará a menudo. Otra planta podría ser para Richardson... —acaricio su cuero cabelludo, observando su belleza, ensimismado mientras hablo y comentos todos estos planes que he estado haciendo. Quiero que sea feliz, y vivir aquí le hace feliz, al igual que estar con su familia. Al fin y al cabo también es la mía.

—Bueno, al menos necesitaremos nosotros tres habitaciones.

—¿Tres? ¿Acaso piensas que durmamos en camas separadas?

Ríe.

—No, bobo —deja un beso en mi mejilla —necesitaremos tres habitaciones porque estoy embarazada —anuncia, dejándome a mí ahora en pleno estado de estupefacción. ¿Embarazada? ¿Otra vez? —Me hice la prueba ayer al recordar nuestro primer encuentro sexual después de cinco años en el museo.

Dios santo...

—¿Voy a ser papá de nuevo? —asiente con una sonrisa.

—Y yo mamá.

—Dios ven aquí.

La beso. La beso como si fuese la primera vez. En plena centro de la ciudad de Edimburgo, con personas mirando nuestra muestra de amor y todo lo que nos amamos. Pero me da igual, porque por fin, después de todo lo que hemos pasado antes y mientras nos conocíamos, por fin somos una familia, consolidada y feliz. Con nuestros más y nuestros menos, pero amándonos a pesar de todo a lo que nos hemos enfrentado juntos durante estos años.

Por fin es mía.

Es mi ángel.

Mi ángel IV "¿Y si fuera para siempre?"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora