Capítulo 2

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POV Lola☆

"Definitivamente, estoy hasta el coño" Pensaba Lola mientras caminaba por la calle, o eso procuraba hacer, porque más bien parecía que quisiera hacer volar en pedazos el mundo con cada paso que daba. Cada vez, sus cambios de humor eran más recurrentes.

Al principio, solo era una...¿Depresión? Podríamos llamarla así. Una depresión constante que le embotaba los sentidos, incluso al dormir. Soñaba con ella. En algunos sueños, todo volvía a ser como antes, y le abrazaba. Disfrutaba de aquel olor cada vez más raro para su nariz. En otras ocasiones, soñaba con la realidad. Cuando ella pasaba de su cara.

Sin duda, estos sueños eran tan recurrentes que ya se había acostumbrado. Pero la decimoprimera vez ya no pudo más. Estaba harta de verla, aunque quizás eso fuera una mentira.

Mientras su mente se debatía entre la ira máxima y una depresión brutal, unos ojos azules captaron su atención. Los miró lo más discretamente que sus dotes de actriz le permitieron. Eran... Envolventes. Como un océano que te rodease para luego dejarte sin herida alguna en la orilla.

Justo antes de doblar la esquina, aquella distracción le pasó factura. Se comió un poste. Qué rico el hierro.

Mientras maldecía en voz baja sobándose la nariz y volvía a casa, siendo más exactos, a su piso, se dedicó a pensar en aquella chica. Cabello castaño y algo más largo que el suyo, mejillas pecosas -que, ¿para qué mentir?, le resultaron adorables- y sus ojos azules, sumamente preciosos y cautivadores. Aquellos eran los ojos más bonitos que había visto en su corta vida. Podían atraparte en cuestión de segundos con una sola mirada. Como la melodía prohibida de...

Joder, qué gay. Lola, no sigas.

Al llegar al portal, abrió la puerta con desgana. Un largo y profundo suspiro acompañó al chirriante quejido de aquella puerta oxidada.

Justo cuando se dirigía al ascensor, arqueó una ceja y decidió subir por las escaleras a su planta, la tercera. A veces, se le cruzaban los cables de esa manera. En fin...

Con un par de rápidos movimientos de llave, entró a su casa. No había nadie. Su madre hoy tenía junta de evaluación y no volvería hasta tarde.

Otro día más para pudrirse pensando en ella. Maravilloso.

Se tumbó bocarriba en su cama mirando al techo, inexpresiva. En cuanto cerró los ojos, no se encontró la imagen de una chica bajita de pelo rizado, como esperaba, sino el rostro de la joven a la que había visto hoy, con todas y cada una de sus pecas. Se sonrojó y esbozó una sonrisa avergonzada.

"Venga, no seas más imbécil que de costumbre. Que tú la hayas mirado y hayas pensado que era hermosa no significa que ella te haya prestado atención siquiera..." Se rió levemente ante aquel pensamiento, aunque en el fondo, le apenaba un poco.

Francamente, no se consideraba excesivamente atractiva. No era fea, pero tampoco una sex symbol. A ver, que estaba buena, medianamente bien formada y, siendo sinceros, tenía unos rasgos faciales agradables a la vista. Sobre todo su flequillo.

Este se movió cuando la chica sacudió la cabeza al mirar la hora. Las 20:34... Era un poco tarde, pero su madre llegaría pronto. O eso suponía.

A las 21:23, la puerta se dejó oír después de varias horas. La chica recibió a su madre con un deje de cansancio en la voz, cosa que compartían ambas.

Alrededor de las diez, cenaron. Lola cenó mucho. Siempre tenía hambre, sin importar el día, las circunstancias o si había un círculo de fuego a su alrededor. Se tragó la carne de unos pocos bocados, bebió dos sorbos de agua y apuró lo que quedaba de la cerveza de su madre. Sería una vil mentira decir que no adoraba el sabor de las bebidas alcohólicas, desde la cerveza hasta un vino blanco.

Rondando las once y media, decidió acostarse. Normalmente, a esa hora estaría haciendo el gamba, como era habitual en ella, pero hoy estaba especialmente cansada, y se durmió al poco.

Y no soñó con ella.

Sino con otra "ella". Soñaba que conocía a la chica que había visto por la calle, que se hacían amigas, aún más, mejores amigas, y luego...

Hacía mucho que no soñaba cosas de ese tipo.

Ni siquera con ella.

Amor muertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora