Tom no podía creerlo.
Nunca en sus diecinueve años de vida se había enfermado. Ni un resfriado, ni una gripa, ni siquiera varicela ni paperas. Nunca se había fracturado un hueso, ni se había esquinzado ni lesionado de ninguna forma. Pero ahora...
Ahora tenía una pierna enyesada y un brazo inmovilizado.
Y no tenía idea de dónde estaba su padre.
Lo último que supo antes de despertar en el hospital, fue que iba de regreso a casa con su padre en el coche. Recordaba pensar "que idiota" cuando vio a alguien atravesarse el alto, y recordaba ver las luces del otro coche demasiado cerca de ellos.
Si lo pensaba con cuidado, el otro coche se habría estrellado del lado del conductor.
Esperaba que su padre estuviera bien... O bien, qué mas daba, en realidad.
—¿Tom Riddle?
Tom miró a la puerta. Una doctora de cabello rizado lo miraba con una expresión que imitaba empatía. Tom rodó los ojos.
—Sí, el hijo, al menos —respondió —mi padre se llama igual.
—Oh, um- ¿nadie te lo ha dicho? —preguntó la doctora con una mueca insegura.
—¿No sobrevivió, o sí? —susurró Tom con un tono cansado.
Ya lo había pensado cuando recordó el accidente. Se había preparado para ese momento desde que su padre le informó de su cancer. De igual forma, debía admitir, dolió.
—Lo lamento —dijo la doctora en un tono neutro disfrazado de tristeza —pero, tu tío está en la entrada. Quiere verte. No está en ningún documento que tu padre haya dejado así que debía preguntar si aceptabas verlo.
Tom odiaba a los doctores.
—No —también odia a su tío —No tenemos ningún tipo de relación con los Gaunt.
Tom decidió que la conversación había terminado y miró hacia la ventana, ignorando a la doctora hasta que esta mencionó algo de mandar a alguien a revisarlo y se fue.
Tom esperaba ver a otro doctor en bata con actitud hipócrita entrar a invadir su espacio personal. Tal vez una enfermera con una sonrisa más honesta y una actitud más realista.
No esperaba un pasante que se veía incluso más joven que Tom con sus estúpidas lentes hípsters y energía positiva.
Un joven extremadamente apuesto y adorable.
—Hola, Tom —se presentó con una sonrisa que alcanzaba sus ojos verdes —soy Harry. La doctora Tonks me envió a revisar tus vitales y todo eso —sacudió la mano hacia el monitor a un lado de la cama y tomó la tabla de información a los pies de la cama —Dime, ¿te duele algo? No podemos aumentar la morfina pero puedo conseguir otro tipo de analgésico, o quizá otra almohada. Tú dime qué necesitas y yo lo haré aparecer por arte de magia —guiñó un ojo.
Oh por dios, literalmente guiñó un ojo, como si estuviera con un niño y no con un -tecnicamente- adulto mucho más alto que él.
—Creo que tengo hambre —dijo Tom con el entrecejo fruncido —¿siempre eres así?
—¿Así cómo? —preguntó Harry, ladeando la cabeza mientras caminaba de regreso a la puerta.
—Pareces un chihuahua —murmuró Tom.
Harry llamó a alguien del pasillo y encargó comida antes de dirigirle a Tom una sonrisa gigante que lo confundió mucho más.
—Creo que es lo más lindo que me han dicho hoy —rio —déjame ver tus ojos.
Tom se contuvo de gruñir cuando Harry se acercó y sacó una linterna de su bata. Trató de no parpadear mucho mientras Harry lo revisaba y finalmente trató de volver a enfocar a su doctor cuando solo podía ver puntos de luz.
No pudo evitar sisear de dolor cuando Harry tocó su yeso con un dedo como si se tratara de un tambor.
—Parece que todo está bien —dijo Harry, anotando algo en su tabla.
—¿Cómo va a estar bien? —demandó Tom, sintiendo lagrimas de frustración en sus ojos —mi pierna está rota, mi brazo está todo vendado, y ¡mi padre está muerto!
Tom se ruborizó y tapó su rostro son la mano libre cuando se percató de que estaba llorando. Jamás había llorado. Mucho menos frente a otra persona, y ni hablar de un desconocido.
Se sobresaltó cuando sintió un par de brazos rodeándolo pero su llanto solo aumentó.
—Esta bien, Tom —susurró Harry —Estarás bien. Déjalo salir.
Tom no le creía. Así como no le creyó a su padre cuando le prometió que su doctor eliminaría el cáncer. Así como no le creyó a su psicóloga cuando ella le dijo que superaría su pérdida si llegaba a pasar. Tampoco le creyó a su abuela cuando ella le dijo que siempre estaría cuidando de ellos.
—Mi padre está muerto —repitió con una voz quebrada.
Harry acariciaba su cabello y seguía abrazándolo.
Tom ni siquiera pensó que era una actitud extraña para un doctor, le aliviaba el contacto físico, saber que no estaba solo en su vulnerabilidad.
—¿Harry? —Un hombre con uniforme de enfermero se asomó por la puerta, llevaba una bandeja de comida y miraba con reprobación al joven de ojos verdes —¿Cómo escapaste esta vez? Es peligroso que andes por ahí, lo sabes.
Harry se encogió de hombros sin soltar a Tom. De hecho, pareció ocultar a Tom con su cuerpo, lo cual el otro joven agradeció.
El hombre, de rostro cansado pero amigable, suspiró y dejó la comida en la mesa a un lado de la cama.
—Te dejaré estar aquí otro rato —accedió —pero después de comer, debes regresar a la sala Janus Thickey, ¿de acuerdo?
Harry asintió con una sonrisa traviesa y recargó su mejilla en el cabello de Tom.
—Oprima el botón rojo si tiene algún problema, señor Riddle —le dijo el mayor con una ceja levantada hacia Harry —no es peligroso, es solo en caso de emergencias.
Tom se secó los ojos con la manga pero no intentó zafarse del agarre del supuesto pasante. Asintió con agradecimiento y demostró que sí alcanzaba el botón rojo cobre la cabecera de la cama sin problemas.
El hombre sonrió y dio la vuelta para salir, solo para mirar de nuevo a Harry.
—Y deja esa bata exactamente en dónde la encontraste —ordenó con voz suave —Snape ya ha perdido demasiadas batas desde que llegaste.
La risita de su cuidador hizo que Tom sonriera.
ESTÁS LEYENDO
Beneath the milky twilight
FanfictionNo importa cuántas vidas vivas o cuántos mundos visites; si el destino te quiere con una persona, siempre encontrará la manera en que se encuentren. Lista para otro año de Flufftober de la página "es de fanfics" en FB, esperemos que quede más fluff...