Me despierto con el turbio sonido del despertador que retumba en mis oídos como si fueran las sirenas de un camión de bomberos.
Me levanto con todas las ganas que mi inmenso sueño me permite y me obligo a mi mismo a dirigirme al baño para sólo darme cuenta que ni el contacto con el agua puede despegarme de el sueño que aún me tiene abrazado como cual madre lo hace con su hijo.
Termino la forzosa tarea que demandó ponerme de pie y me visto con lo primero que veo. Unos jeans ajustados y una camisa que tiene dibujada varias aves que prenden vuelo en grupo.
Bajo a desayunar con unas ganas de caerme muerto que no hacen más que tropezarme con mis propios pies. Aunque todavía tengo sueño, se me hace agua la boca con sólo ver la comida de mi madre puesta en la mesa.
Hoy son huevos revueltos con un pan que ella misma elabora.
Hace mucho tiempo, mi madre trabajó en una panadería, no lo pienso porque sea mi madre, pero sé que ella fue una de las mejores cosas que le pudo pasar a esa panadería. Con el cariño que el jefe le tenía a ella y además con sus exquisitas habilidades para la cocina no tardó en posicionarse en un gran lugar y con toda la confianza de las personas con las que trabajaba, aprendió las recetas de sus pasteles, tortas y demás cosas que pudo sin decir que adquirió habilidades para hacerlos mejor y esas cosas, convirtiéndose en algo así como una súper panadera.
Tuvo que renunciar, porque que en ese tiempo quedo embarazada de Jacob; pero no desaprovechó su ya aprendido arte y ahora cada que puede hace todo tipo de tortas o panes que aún mejoran con el tiempo. Es más, en las festividades ella es quien las prepara.
Miro de reojo el reloj que está colgado en la pared y me apuro, pues ya voy tarde. Me trago como puedo mi comida y salgo casi que corriendo a la calle.
Ya en ésta me relajo un poco y continúo con mi habitual rutina que consiste en ir a la casa de Rose e irme con ella hacia el colegio.
Llego a la casa de Rose y decido esperarla sentado en el borde del anden, espero y espero como unos diez minutos. Que no se me hicieron largos, pues donde estaba podía ver a un gato que corría de un lado para otro y hacia mil poses graciosas que me sacaron más de una sonrisa. Escucho que abren la puerta sacándome de mi grata distracción. Instintivamente me paro y como si esperara una disculpa le digo:
- Rose, nos cogió la tarde casi que no... -
Mi voz se va apagando hasta que no queda más que un pensamiento al ver que la que abrió la puerta no era Rose, sino su madre. Una señora bajita, de pelo corto y un poco despeinado por el furor matutino, es de esas personas que inspiran ternura de solo mirarlas.
- Oh, Isaac. - me dice como sorprendida. - No sabia que estabas aquí, Rose se fue hace ya rato. - la expresión de su cara cambia más para lástima e intenta esconder la bolsa de basura que seguramente iba a tirar cuando me encontró. - Pensé que se había ido contigo. -
Un "Oh" se logra escapar de mi.
Era obvio que Rose ya no quería irse conmigo, solo que...¿Por qué no decirme? «La muerte de Abril la está afectando» pensé, pero no es justo, pues a mi también y no ando por ahí dejando a los demás sin decirles nada.
- Lo lamento, Isaac. -
- Tranquila. - En ese me momento me percato que no conozco el nombre de la mamá de Rose, ¿tan poco sé de ella? - No se preocupe por mi. -
Me despido de la madre de Rose y me dirijo al colegio con pensamientos revueltos en mi cabeza, realmente no entiendo a las mujeres.
El camino se me hace un poco largo y agitado, ya que con todo el tiempo que perdí en la casa de Rose voy demasiado tarde.
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figuras en servilletas
Teen Fiction¿Realmente conocemos a las personas? Esto mismo se pregunta Isaac mientras lee el diario de su difunto mejor amigo. > Se le escucha decir mientras duerme, su débil hilo de voz casi como un susurro; producto de otra pesadilla causada por el remord...