Capítulo 2: Compañeros

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Los años pasaban, lo que en este mundo se podía llamar un quinto de día, ya que el tiempo en el cielo fluye mucho más lento que el tiempo que conocemos.

Podríamos definirlo así: 1 día sería el equivalente a 50 años. Por ende un quinto de día serían 10 años. (El número 50 puede variar).

Los pequeños angelitos ahora eran unos adolescentes, seguían descubriendo sus habilidades y algunos ya las dominaban casi a la perfección.

Miguel había descubierto que tenía el don del combate y solía invitar a sus hermanos a jugar (como él le decía) con él.

Algunos no eran buenos en combate, a Gabriel le costaba mucho y seguía sin conocer cuál era su verdadero don.

—Dicen que me llamo fortaleza de Dios pero no soy nada fuerte, Miguel siempre me derrota, hasta Sariel que tiene un rango más bajo que todos los demás —Se quejó Gabriel sin entender su propósito—. Soy el más débil de todos.

—No te aflijas, Gaby, tal vez no se trate de fuerza física —Miguel le dio unas palmaditas en el hombro y Gabriel suspiró—. Puede tratarse de una fe inquebrantable.

—Espero que sea así como dices, hermano, porque aún no encuentro mi don y ya todos lo tienen...

—Sariel tampoco ha descubierto su don —Le recordó Miguel—. Y él no parece preocupado —Ambos miraron a su hermano crear un extraño objeto que se le había venido a la cabeza.

—¡Luz!, ¡Ayúdame aquí! —Sariel llamó a su hermano que estaba más cerca y éste fue a su ayuda—. ¡Vas a ser el primero que aprecie este invento! —Habló emocionado.

—¿Y qué es? —Preguntó, observando que se trataba de una fina lámina color beige hecha con alguna fibra de planta.

—Ya vas a ver, esto reemplazará la piedra para escribir —Agarró dos puntas—. Agarra las otras dos, allá —Le indicó. Luzbel hizo lo que le dijo y tomó ambas puntas.

Ambos levantaron aquel invento que para su sorpresa era ligero, lo colocaron sobre una mesa y allí Sariel le pasó la mano para que quedara bien estirado.

Los demás ángeles se acercaron curiosos, querían ver de qué trataba aquello.

Sariel agarró un borde y dobló aquella hoja con cuidado por la mitad, luego volvió a hacerlo en la mitad siguiente y así hasta obtener un pequeño cuadro bastante grueso.

Usó una vasija con agua que con mucha anterioridad había fabricado y mojó los bordes, para al final quebrarlos en partes iguales.

Luzbel sólo observaba aquello con sorpresa y duda.

—¿Ahora sí me dirás qué es? —Preguntó. Sariel asintió.

—Lo hice con plantas de papiro, así que se llamará papiro —Aquel nombre no le convencía pero su hermano parecía muy emocionado—. Y si agarras una pluma con tinta —Buscó los objetos nombrados y los trajo, mojando la punta de la pluma en tinta—. Puedes hacer trazos —Empezó a escribir en el papiro.

Todos observaron aquello con sorpresa y Gabriel pareció muy interesado por su invento.

—¡Me gusta! —Tomó otra hoja y la pluma con tinta—. Con esto puedo escribir las historias que se me vienen en la mente.

—Tú no nos habías hablado de eso —Comentó curioso Raguel, el cual seguía cargando con su mascota Pelusa (que ya estaba grande, por cierto).

—Ehh... —Gabriel se puso nervioso y sus mejillas se tornaron rojas—. Yo...

—Es un pasatiempo secreto, ¿Verdad? —Preguntó Luzbel, agarrándolo por los hombros y asustándolo un poco.

—Es algo que suelo hacer, sólo Padre lo sabe, no sabía si me verían raro por las cosas que pienso —Gabriel estaba nervioso, la voz le temblaba y sin querer abrazó la hoja de papiro en un gesto tímido que a todos enterneció.

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