Capítulo 7: Destino

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Era el día séptimo y un medio, los ángeles corrían a dirigirse a un gran abismo que separaba el cielo de la tierra, en la cual Dios realizaba su siguiente creación.

—Maestro —Uriel invitó a Luzbel para que ambos vieran la siguiente creación de su Padre pero éste no parecía muy animado a ir—. Vamos, anda, ya es el séptimo día, Padre dijo que completaría su creación.

—No he salido en meses —Aquello parecía preocuparlo, y a decir verdad, se veía más enfermo—. No quiero que nadie me vea así —Le mostró ambas manos que estaban grises por completo—. Empezarán con las preguntas.

—Tranquilo, sólo véndate ambas manos como siempre y ya, al menos eso no te ha llegado a la cara —O al menos eso creía, ya que aunque su cara y cabello seguían blancos, sus ojos no se veían tan brillantes. El azul de sus ojos se había opacado.

—Está bien —Buscó las vendas y se cubrió las manos lo más que pudo.

Las pesadillas no habían cesado pero Rafael le había dado un medicamento para que no soñara por las noches, eso le aliviaba y así podía lograr conciliar un sueño tranquilo.

Había perdido por completo su poder y ahora era inservible en su rol de ángel de luz, así que prefería encerrarse en su habitación y evitar que alguien le viera y le hiciese preguntas.

Uriel solía ser quien lo representaba y como su maestro no salía, él le llevaba siempre la comida y las medicinas.

Pero en el fondo deseaba que él pudiera volver a salir al exterior y seguir laborando como antes lo hacía.

Ese punto de la creación era el momento perfecto.

Había gran cantidad de ángeles observando cómo Dios moldeaba diversos minerales sacados del barro para al final crear una figura similar a todos ellos.

Su color de piel era canela, su cabello café al igual que sus ojos, su complexión era un poco más robusta y su cara se veía más masculina.

Todos lucían emocionados con el nuevo ser creado, menos Luzbel.

Éste miraba con terror a aquel hombre, era similar a los hombres de sus sueños.

Tenía vida e inteligencia propia, no era muy diferente de ellos.

—No —Luzbel se echó para atrás y Uriel lo miró con el ceño fruncido—. Ese ser..., ¡Ese sujeto...! —Uriel lo alejó de la multitud al sentir que ya sabía que pasaba por la mente de su maestro—. Uriel, ¡Es como los que vi en mis pesadillas!

—No es el de tus pesadillas, es una nueva creación, se llama Adán y será el que cuide a la tierra...

—¡Ese ser la destruirá junto con los otros seres que sean como él! —Uriel empezó a preocuparse por la salud mental de su maestro y decidió llevarlo a su casita.

—Oye, te estás llevando esto demasiado lejos, la creación de Padre no hará tal cosa, ¡Cálmate! —Llegaron al lugar pero no entraron, Uriel se detuvo a un paso de la casa e intentó hacerlo entrar en razón. Luzbel lo miró con desdén.

—No tienes idea, no lo has visto y no lo entiendes —Luz le habló como si fuera un ingenuo y Uriel se sorprendió—. Jamás me has entendido —Sonrió falsamente pero en sus palabras había desprecio y en sus ojos decepción. Uriel se sintió mal y notó que su maestro estaba temblando de algo que no parecía miedo—. ¡Aléjate de mí! —De un momento a otro le habló con fuerza y se dio la media vuelta para irse al bosque lejos de él.

Uriel sintió como si le hubiesen clavado una estaca de hielo en el pecho y las lágrimas brotaron sin control.

Su maestro lo odiaba por no haberle creído.

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