¡El tigre ha muerto!

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La tripulación de Iwagakure lo celebró, todos estaban convencidos de que las aguas se habían tragado para siempre a Obito.

?-¡Al tigre, hemos derrotado al Tigre!

?-¡Hemos vencido dónde todos habían fracasado!

Pero justo la nave de Iwagakure se alejaba, la cabeza de Obito emergió entre las olas, sin que lo vieran

O- El tigre está vivo, señores,¡Y pronto se enterarán!
Dijo tragando agua

Obito trato de no hacerle caso al dolor y a las punzadas que sentía a cada brazada: la herida del pecho era profunda, pero su voluntad y su coraje eran más fuertes que su sufrimiento.

Nadando entre las sombras de la noche, Obito pudo adentrarse en el mar lentamente, inadvertido por su enemigo.

Pero después de nadar largo rato sin rumbo, empezó a notar el cansancio y el cuerpo se le puso rígido; casa vez le resultaba más difícil respirar y el dolor se volvía más y más insoportable.

Agotado, Obito paró de nadar y se dejó llevar por la corriente, con la esperanza de que lo arrastrara a tierra firme.

Mientras se balanceaba en las olas, su cuerpo chocó contra algo.¡Era un resto de su barco, que se había librado de la destrucción!

Con inmenso esfuerzo, Obito subió al trozo de madera y, finalmente, exhausto, perdió el conocimiento.

Al alba, un violento choque lo despertó. Entreabrió los ojos y miró frente a sí:
¡Estaba en tierra firme!

La corriente lo había empujado hasta la costa, y la madera había encallado a pocos metros de la playa.

O-¿Será esta la isla de Iwagakure, la tierra de mis enemigos?
Murmuró todavía muy aturdido

Luego se puso en pie, con esfuerzo, y caminó, tambaleándose, por la playa buscando un lugar tranquilo y protegido donde recuperarse.

Se vendó la herida con la faja de seda que llevaba en la cintura, se puso bien la camisa, que no había perdido, y vio que aún portaba su kris, un afilado puñal de hoja curva.

Finalmente, se arrastró hasta debajo de una palmera de hojas gigantes, agotado por el dolor y la fiebre que le estaba subiendo, y cerró los ojos.

No recuperó el conocimiento hasta muchas horas después, en la profunda oscuridad de la noche.

Vió el mar, negro como el carbón, y pese a que se sentía muy débil, se adentró en el bosque. Avanzó un rato jadeante, luego se detuvo bruscamente y se desplomó en el suelo, con un último grito de dolor y rabia.

Gracias por leer

Nos vemos en el próximo capítulo

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𝙾𝚋𝚒𝚝𝚘 𝚢 𝚕𝚘𝚜 𝚝𝚒𝚐𝚛𝚎𝚜 𝚍𝚎 𝙺𝚘𝚗𝚘𝚑𝚊 (𝚃𝚘𝚋𝚒𝚍𝚎𝚒)(pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora