CAPITULO 2
CAN
- Entonces... ¿el nombre de Sanem no te es familiar? – por un segundo sus manos se detienen de envolver la venda en la cima de mi cabeza y me mira con los ojos verdes cargados de curiosidad. Ese nombre, lo siento en los límites de mi memoria como si tuviera un significado, uno que por más que lo intento no puedo alcanzar.
- No – respondo después de la punzada de dolor que parece querer explotar mi cerebro. Su expresión de decepción es un reflejo de lo que siento. No tengo idea de quién soy o como llegue aquí, todo lo que recuerdo es perderme en las profundidades del agua y mucho, mucho dolor.
- No te presiones, recordaras todo por a poco – me da una suave sonrisa y sigue envolviendo la venda. Hannah es una mujer de edad algo avanzada, de hermosos ojos verdes y cabello suave y claro, facciones sin duda inglesas que son evidentes en esa piel pálida. ¿Cómo sé que tiene facciones inglesas? No lo sé, es algo automático. Quizá viaje en algún momento de mi vida; como sea, Hannah ha sido bastante buena conmigo, me ha cuidado como una madre, ¿acaso tengo madre? Debería tenerla... es una cosa muy extraña que tampoco eso puedo recordar. ¿Tendré un padre? Bueno sí, pero tampoco puedo reconocer una cara como la de un padre. ¿Hermanos? ¿Hijos?
- ¿Qué tal van las pesadillas? Ya no despiertas gritando – las primeras semanas desde que Ayaz y Hannah me encontraron mis sueños fueron un tormento interminable. Gracias al cielo que Hannah ya me dejaba salir de la habitación para moverme, otra semana en cama y podría volverme loco.
- A veces no se si estoy soñando o si son recuerdos – Hannah me da una tierna mirada.
- ¿La mujer llorando?
- Si – ahora su atención está en el vendaje de mi brazo. Me ayuda a ponerme la camisa para no lastimarme, aprieto los dientes cuando el dolor recorre mi mano.
- He pensado que quizá estas casado o tenías una relación con esa Sanem – cuando por fin traigo la camisa puesta, comienza a abotonarme. Me vuelve a mirar, mi expresión provoca una risita que estira sus labios rosas y me da un tierno sentimiento, quizá mi madre se parece a ella – no me mires así. Tienes marcas en tus manos, marcas de anillos y en específico en el dedo anular de tu mano derecha.
- Tengo esas marcas en casi todos mis dedos.
- Créeme que ningún hombre soltero se pondría anillos en ese dedo por gusto, son unos llorones para el matrimonio.
Esto es lo que me gustaba de Hannah, a pesar de tener a un perfecto extraño con una herida de bala que apenas puede valerse por sí mismo, contaba chistes y se mantenía positiva. Estas casi cuatro semanas desde que me encontró ha hecho lo posible para ayudarme, curándome, alimentándome e incluso discutiendo con su esposo por mi causa. No puedo culpar al pobre hombre, si mi esposa albergara a un hombre como yo que encontró medio muerto en la orilla del mar y que para rematar no sabe su nombre, también yo estaría muy receloso. Un momento, ¿soy celoso? Algo me dice que sí. Eso me hace recordar mi sueño, últimamente es el mismo, una mujer de hermosos ojos de un dulce café con tupidas pestañas, llorando. Mi pecho se aprieta al recordarla, quizá si es alguien especial, tal vez se quedó atrás esperando por mí. Observo mis manos por unos segundos, quizá si estoy casado, es un concepto extraño.
- ¿Por qué pones esa cara?
- Pienso en la mujer, trato de recordar algo más allá de sus ojos y no puedo. Solo esos ojos tristes, siento que me persiguen y tengo la urgencia de correr a buscarla. Me hace sentir mal.
- Mmm... - Hannah se incorpora apretando sus labios – creo que es una buena señal que estés comenzando a recordar y gracias al cielo ya van varios días que no has tenido fiebre. Estas curándote y sería bueno que no te presiones.