CAPITULO 8
- ¡¿Can?! – el sonido de mi nombre amortiguado por mi mano hace que relaje mis músculos.
- ¿Sanem? – a regañadientes la suelto sin regresarle el arma.
- ¿Qué haces aquí?! – fuera de la habitación se escuchan movimientos. Rápidamente vuelvo a tapar su boca con mi mano. Aun en la oscuridad, puedo sentir su mirada penetrante. Trata de zafarse de mi agarre.
- ¡Osh suéltame!
- Está bien, solo no grites...
- ¿Cómo entraste? – insiste queriendo tomar el arma. Alejo mi mano.
- Tú me dijiste como...
- ¡¿En qué momento?!
- Ayer, supongo que estabas un poco distraída cuando me lo dijiste... - camino hacia la puerta y la cierro, lo mismo con las cortinas. Una profunda oscuridad se apodera de la habitación; casi puedo ver esa ceja sarcástica levantarse – ¿de dónde sacaste el arma?
- Pensé que no hablaríamos de cosas complicadas...
- Buen punto. – le pongo el seguro al arma y la guardo en mi pantalón.
- ¿Qué haces?
- Estoy cansado. Es hora de dormir...
- ¿Aquí? ¿Los dos? – me acuesto en la cama, es mucho más cómoda de lo que pensé, aunque tiene una infinidad de almohadones que tengo que quitar de en medio.
- Si. ¿Piensas quedarte ahí? – tarda exactamente doce segundos deliberando entre acostarse en la misma cama que yo. Es un poco adorable, considerando lo que hemos hecho sin necesidad de una cama. Se perfectamente que esta enojada por mi ausencia de hoy, podría ignorar eso y persuadirla de pasar a cosas más divertidas, sin embargo, antes de cualquier cosa, necesito ganarme su confianza, dejarla dar el primer paso.
- Bien. – siento su peso en la cama y como se acomoda para estar frente a mí, no nos estamos tocando y aun así siento como la electricidad fluye de su cuerpo al mío, estar tan cerca sin tocarla es una tortura – ¿dónde estuviste?
No puedo evitar sonreír, su pregunta suena más a exigencia.
- Pensé que no hablaríamos de cosas complicadas...
- Lo pregunto poque Deniz te extraño, estuvo muy inquieta todo el día...
- Pase a desearle buenas noches.
- Eso no importa, no puedes acostumbrarla a ti y desaparecer después, ella... sufre. – aunque estamos en una profunda oscuridad puedo ver el dolor en sus ojos.
- Ayca se ira, estuve preparando todo para que se vaya sin contratiempos. También tome el turno de Mete para indagar en las cámaras de seguridad de la cabaña y en mis archivos confidenciales.
- ¿Pudiste ver algo? – suena emocionada.
- Antes del accidente, sospecho que supe que algo así pasaría y me previne, el problema es que guarde todo demasiado bien. Está siendo un reto desencriptar mis contraseñas. En cuanto tenga algo, lo compartiré contigo.
- Gracias. – nos quedamos en silencio un buen rato, no esta dormida, hay una extraña vibración que sale de su cuerpo, una ansiedad que entra en sintonía conmigo y que no me deja relajarme, como si todas sus sensaciones y emociones fueran las mías – Hoy llegaron unos regalos.