¡ ocho !

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Luego de una estresante platica con Minho y Christopher, llena de algunos sollozos por parte del apellidado Hwang, y consuelos por parte de los restantes, Hyunjin por fin había entrado en razón, dándose cuenta que no podía echarse a morir sólo porque algunas cosas no habían salido según lo planeado, por lo que había reprogramado todo para el domingo.

Ese mismo día le entregarían las sortijas, podría comprar algún ramo de flores bonito —tristemente ya no serían orquídeas, porque la cantidad que necesitaba había que pedirla con anticipación y ya no había tiempo—, e igual decorarían como tenían pensado.

No todo está perdido, vamos, Hyunjin, tú puedes; se repetía mentalmente una y otra vez a modo de darse las fuerzas que le faltaban.

Ese día, siendo un viernes frío y tranquilo, el aniversario tan esperado arribaba. El pelinegro, siendo completamente sincero, no se encontraba con ánimos suficientes, pero su amado novio, quien no tenía idea de lo que pasaba, no tenía la culpa, por lo que no podía arruinar ese día con caras largas y muecas entristecidas.

Así que ahí estaba, dejando un beso tras otro sobre la carita de un Yang Jeongin sonriente y mimoso, mismo que desde que abrió sus preciosos fanales por la mañana, no había dejado de abrazarlo y acurrucarse junto a él.

Sí, una parte de sí mismo aún se encontraba afligida por todo lo ocurrido, no obstante, el simple hecho de tener al dueño de su corazón a su lado, podía hacer que el mal sentir que lo acogía se esfumara rápidamente cual espuma en las olas del mar.

— ¿Te parece salir a cenar más tarde? —preguntó el más alto, sus dedos acariciando parsimoniosamente la cadera del castañito que estaba recostado sobre su pecho.

— Me parece —afirmó—. ¿Cuánto falta para que vayas a trabajar? —inquirió, levantando su cabecita para así observar los irises oscuros del mayor.

— Puedo llegar un poco tarde hoy, y más si es por estar contigo.

Jeongin dibujo una sonrisa brillante en su rostro instantáneamente.— Genial, entonces puedo darte tu regalito ahorita, ¿no?

— Oh, ¿qué es? —preguntó curiosamente— Yo te compré un lindo collarsito —mencionó—. Ah, y también una cajita de chocolates de esos que te gustan, déjame buscarlos —intentó levantarse de la cama, sin embargo, el menor se sentó sobre él con rapidez impidiendo su accionar.

— Déjalo para después, ¿sí? —ignoró lo dicho anteriormente— Sólo relájate y disfruta —fue lo que dijo, antes de empezar a dejar besos húmedos por la mandíbula y cuello del pelinegro.

Hyunjin sonrió y afianzó su agarre en las caderas contrarias.

Oh, claro que lo disfrutaría.

¡ ☁︎ !

Domingo, el día esperado, ahora sí, por fin, definitivamente, después de tanto, había llegado. En el transcurso de la tarde había estado de aquí para allá junto a sus cómplices, Bang y Lee, decorando el lugar y organizando todo.

Había recogido los anillos temprano, comprado un lindo ramo de tulipanes y, acercándose la hora en que se llevaría a cabo lo ideado, se había vestido y arreglado con un elegante traje oscuro, todo en casa de los mayores para, obviamente, no levántarle sospechas a Jeongin.

En la mañana le había invitado a salir, no se tomó la molestia de inventar una mentira de a dónde irían ni lo que harían, sólo le dijo que se pusiera más bonito de lo que ya era —si acaso eso era posible, porque cada vez que lo veía sentía que no podía estar más precioso—, y que lo esperase a las seis y media.

— Listo, ya todo está arreglado —suspiró con una sonrisa en sus belfos el rubio de nombre Minho— ¿Dónde me dijiste que dejaste la comida? Así la tenemos caliente para cuando vayan a comer.

Hyunjin agrandó los ojos lo más que pudo y tragó con dificultad. Los chicos iban a matarlo, no había duda de eso.

— Joder... —musitó en voz baja.

— ¿Qué? ¿Qué pasa? ¿Por qué esa cara? —cuestionó atropelladamente Lee, considerando que se trataba de Hwang Hyunjin, sólo podía esperar y anticipar lo peor.

— Puede que, tal vez, pero sólo tal vez, haya olvidado comprar la comida —admitió con una sonrisa inocente— Pero es que he estado muy estresado y preocupado porque todo saliese bien que sólo lo olvidé —intentó defenderse, mas se dió cuenta que no servía de nada al ver los rostros disgustados de sus amigos— No me maten.

— ¡Cuando creo que no puedes ser más idiota me demuestras lo contrario, Hwang Hyunjin! —exclamó Bang Chan, su ceño fruncido y labios aplanados no significaban nada bueno.

Minho decidió intervenir al notar que en cualquier momento el australiano se le tiraría encima al azabache, y no sería precisamente para abrazarlo.

— No importa, aún hay tiempo, tú ve por Innie y nosotros por la comida —ordenó Lee—. Y ten en cuenta, Hyunjin, que nos debes muchas luego de todo esto.

¡ ☁︎ !

Ahora en la puerta de su casa se encontraba, tranquilamente podría entrar usando sus llaves, pero decidió tocar el timbre y esperar por la salida de su amado, así como hacía durante sus primeras citas.

La puerta fue abierta con lentitud y la idílica presencia de Yang Jeongin hizo aparición, sus largas piernas cubiertas por un pantalón negro, y su torso ocupando una camisa de botones azul arremangada hasta los codos, los dos botones superiores sin abrochar. Su blanquecino cuello portando la cadena regalada hacía dos días por el mayor y su cabello castaño peinado perfectamente.

Tan precioso, magnífico y brillante como siempre o hasta más.

Hwang boqueó y estático en su lugar quedó.

— Cierra la boca, bobito —dijo riendo el de apellido Yang.

— Perdón, es que tu existencia me encandila.

Jeongin evadió lo último, caminando directo hacia el auto. Hyunjin lo siguió con rapidez.

— ¿Y a dónde vamos? Estuviste misterioso en la mañanita y luego saliste —preguntó Jeongin luego de algunos minutos de recorrido.

— Es una sorpresa —contestó con simpleza.

— Mhm, okay... —volvió a quedarse en silencio sólo un rato más antes de hablar nuevamente— ¿Por qué venimos a casa de Chan-hyung y Minho-hyung?

— Repito, es una sorpresa, ya verás...

Por favor que todo salga bien, por favor que todo salga bien, por favor que todo salga bien; Hyunjin no podía evitar estarse repitiendo eso sin cansancio.

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