¡ cinco !

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— Segunda cosa importante de la que hablar.

Sí, seguían en el mismo lugar, y en el mismo plan.

— ¿Otra cosa? —resopló con cansancio el pelinegro de apellido Hwang— Ya basta, Minho-hyung. Me quiero ir a mi casita para abrazar a mi bebito —pidió, el tener tantas horas sin mirar la carita de su noviecito ni tener su cuerpito entre sus brazos podría considerarse, definitivamente, una tortura gigante y pesada.

— Y lo harás, Hyunjin —afirmó Christopher moviendo levemente la cabeza—. Pero para algo se supone que estamos aquí, así que ahora escucha a Honnie o te voy a insertar esta taza en los ojos —advirtió a modo de broma -o quizás no tanto- tomando el objeto mencionado entre sus pálidas y venosas manos.

El más alto abrió sus orbes lo más que pudo y esbozó una clara mueca de indignación.— Dios, no entiendo porqué eres tan agresivo a veces, peor que un animal, hablando claro.

— Pues te aguantas —dijo mirándolo, luego dirigió su mirada a su novio, sonriéndole en el proceso, como si hace un segundo no hubiera estado con una mueca enfadosa abarcando su rostro—. Ahora, Minhonnie, prosigue.

Lee le devolvió la sonrisa antes de hablar.— Bueno, como iba a decir... Harás una cena, supongo... —inquirió expectante—. Tipo no puedes llegar y pretender pedírselo de una, al menos haz algo decente; una cenita, un vinito, y luego se lo pides tranquilamente —explicó.

— Sí, sí, por supuesto que la cena está planeada, ¿por quién me tomas, hyung? —desvió la mirada.

El rubio entrecerró los ojos.— Haré como que te creo. Ahora, ¿qué será la cena? Tiene que ser algo rico —mencionó abultando sus labios. Ante el gesto, el australiano no pudo evitar sostener sus mejillas y acercarlo hacía sí para chocar sus belfos en un efímero besito.

— Que sea sushi —habló Chan con, sorprendentemente, una sonrisa que dejaba ver sus hoyuelos y achicaba sus ojos avellana.

— Jeonginnie y yo odiamos el sushi, Chris-hyung, creí que lo sabías.

El aludido bufó.— Créeme que lo sé, y no dejan de parecerme patéticos por eso, a Innie se le perdona todo porque... pues es Innie, pero tú eres un estúpido.

— ¡Hey! No me insultes —se defendió reprochando—. Y no es mí culpa que el sushi sea un asco, com-prén-de-lo —elevó su voz mientras hablaba, pausando entre sílabas al mencionar la última palabra.

— Dejen sus estúpidas discusiones un momento, ¡por el amor a los gatos! —Minho llevó sus dedos al puente de su nariz con frustración, el pobre chico parecía susceptible a arrancarse sus cabellos rubios en cualquier momento— Innie siempre ha disfrutado de la comida italiana, pastas y esas cosas. Sólo prepara o compra algo de eso y estará más que encantado.

— ¡Su favorito es la lasaña! —exclamó con sus gruesos labios curveados hacía arriba en una linda sonrisa— Gracias, Minhonnie-hyung, eres el único que vale la pena.

Un silencio se creó y luego un grito se escuchó.

— ¡No! ¡Christopher Bang, no le hagas nada a Hyunjin!

¡ ☁︎ !

Luego de despedirse del dolor de cabeza llamado sus amigos, y salvándose de la posible paliza de parte del mayor, se dirigía en dirección a su casa, en el camino comprando helado como había prometido.

Al abrir la puerta un delicioso olor llegó a sus fosas nasales e instaló un calorcito cerca de su corazón.

Su parte favorita del día, sin duda alguna, era cuando volvía a casa y su precioso angelito ya estaba ahí. El sólo hecho de saber que podría abrazarlo por la cinturita y besar esas suaves mejillitas, hacía que su corazón martilleara contra su pecho como si hubiese corrido un maratón y que todas sus extremidades se derritieran ante la sensación abrumadoramente agradable que era sentir la compañía ajena.

Dejó sus llaves en una mesita cerca de la entrada y caminó hacia la sala de estar quitándose el saco y aflojando un poco su corbata color bermellón.

Sintió unos brazos envolverlo desde atrás y sonrió por inercia con sus hoyuelos asomándose, relajándose ante el tacto y acariciando el dorso de las manos que tocaban su estómago.

— Hola, Hyunnie —dijo con dulzura teñida en su tono, y restregando su mejilla contra la espalda del más alto. Parecía un lindo gatito en busca de mimos; cosa que no estaba muy alejada de la realidad.

Hyunjin se giró rápidamente en su lugar, seguido abrazó con fuerza ese menudito cuerpo y acarició las hebras castañas con suavidad.

— Hola, mi vidita. Te extrañé todo el día —suspiró, sosteniendo las mejillas del más bajito para apreciar esos alargados ojitos obsidiana que agitaban todo su ser.

— Y yo a ti, amor...

Y, sin esperar más, unieron sus labios en un ósculo parsimonioso, uno en que sus corazones se sincronizaban y los hacía ser uno solo.

Al separarse, el mayor acarició la naricita de Yang con la propia, lo que ocasionó que este sonriera tiernamente, con sus irises oscuros volviéndose finas líneas y esos pequeños huequitos en sus mofletes saliendo a la luz.

— ¿Por qué tuviste trabajo extra hoy? Nunca lo tienes —sus labios se fruncieron en un lindo puchero cuando preguntó con curiosidad y, tal vez, un poquito de resentimiento hacia eso que había interrumpido una tarde de ensueño junto a su novio.

¡Vamos, Hyunjin, piensa rápido!

— Eh... están planeando una sociedad con unos inversionistas europeos y... y por eso nos quedamos planificando todo, síp —se excusó con aparente éxito y casi suspiró ante los nervios que le habían atacado anteriormente.

— Mhm, bueno, lo importante es que ya estás aquí conmigo —finalizó Jeongin—. ¿Vamos a comer ya?

— En un momentito, ¿sí? —tomó asiento en el sofá más grande y atrajo al menor para que se sentase en sus piernas, acomodando sus grandes manos sobre la estrecha cinturita— Quedémonos un ratito así —susurró—. A labios como los tuyos... les hacen falta besos como los míos.

Fue lo que dijo antes de sumirlos a ambos en una larga y placentera sesión de caricias y besitos.

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